Id a cualquier tienda de juguetes y observad atentamente. De entre todos los que hay —juegos de mesa, scalextrics, ordenadores, muñecas, cocinitas, patines y patinetes— elegid el que creéis que tendrá más éxito en el patio de un colegio. El mejor. Yo elegiría, sin duda, una pelota. ¡Qué artefacto! De todos los objetos diseñados por el ser humano antes de que ni siquiera existiera un registro, de todos los diseños de los que no conocemos el autor, quizás solo junto con la rueda, y por supuesto el libro, la pelota aún mantiene su vigencia hoy en día, compitiendo con decenas de ingenios con la más avanzada tecnología.

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«Los niños deberían ser los principales destinatarios del espacio público.»

alma octubre

Hablaba de este tema en muchas de esas conversaciones de sobremesa. Recuerdo especialmente su defensa apasionada y convencida de los jugadores de calle. Esos profesionales que, como él, se habían formado de pequeños en la maravillosa precariedad que ofrecía la calle. Porque, por narices, tenían que desarrollar la creatividad, sorteando obstáculos imprevisibles, aprendiendo a no caer por miedo a la dureza del asfalto o generando, incluso, una inesperada complicidad con el peldaño de una acera en un tuya-mía improvisado para sortear a los adversarios.

En el crecimiento de un futbolista existe una progresiva materialización de lo que en un principio solo son sueños. A medida que va creciendo, llegan las primeras camisetas de equipos oficiales, la pelota de cuero, las primeras botas, la posibilidad de jugar con una portería con travesaño, con red, las primeras gradas, etc. Todos estos objetos se encargan de confirmar la progresión y el aprendizaje del jugador, son peldaños de este ascenso.

Pero, ¿y el terreno de juego? Johan y mi padre lo comentaban a menudo, recordando su infancia. En los años 40 y 50 del siglo pasado, en las calles de las ciudades europeas, uno podía jugar porque no circulaban tantos coches. Hoy en día, el aumento del tránsito y la densidad de población de las grandes ciudades complica mucho más el uso del espacio público por parte de los niños, que tendrían que ser sus principales destinatarios. ¿Qué mejor muestra de civismo, paz, seguridad y, en definitiva, felicidad puede ofrecer un barrio que no sea llenar sus calles de niños jugando?