El presidente de la CNMC está de moda pero no precisamente por sus aciertos al frente del organismo encargado de velar por la competencia en los mercados españoles. José María Marín Quemada –Josemari para los amigos– afronta sus últimas semanas en el cargo aislado, acosado por las fuerzas políticas y criticado por los directivos de algunas de las empresas con más peso en el Ibex. Sus amigos no le cogen el teléfono y sus enemigos se multiplican y amenazan con llevarle ante los tribunales por prevaricación.
El hombre que antaño compartía mesa, mantel y confidencias con Luis de Guindos, antes de que el verso suelto del PP se convirtiera en ministro, es hoy un juguete roto que intenta arreglar su último desaguisado antes de que suene la campana y termine el cruento combate que le ha llevado a la lona. Algunos le consideran una persona temeraria, mientras que otros –los menos– le ven como el gran adalid de la lucha en defensa de los consumidores ante los grandes oligarcas y capitalistas de Estado, esos que mientras reclaman liberalizaciones y privatizaciones se acuestan con el poder para recoger su pan de cada día. Marín Quemada, el Superlopez de los organismos supervisores, se ha quedado más sólo que la una.
Luis de Guindos le entregó el timón de la CNMC cuando trabajaba plácidamente en el Banco de España tras el frustrado intento de acceder al puesto de subgobernador en una operación liderada por Mariano Rajoy en la primera legislatura de Zapatero. Aunque no consiguió convertirse en numero dos de MAFO, Marín Quemada asistió en primera fila a la creación de la burbuja crediticia que, tras su estallido, se llevó por delante a la economía española. Corría el año 2013 y Josemari recibía el premio a su fidelidad pepera contando con el más absoluto respaldo del Ministerio de Economía.
Además de mostrar fidelidad al partido, el currículum de Marín Quemada parecía adecuado para cumplir su labor con solvencia y sin grandes estridencias. Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense, compartió promoción con otros prebostes del PP como Elvira Rodríguez y ha dedicado buena parte de su vida profesional al mundo de la docencia como catedrático. Es el discípulo de un reputado economista, Javier Irastorza Revuelta, tecnócrata del Opus Dei que tuvo responsabilidades de Gobierno en el tardofranquismo y que compartió con el joven José María su pasión por lo mundano y lo divino, es decir, por la política económica y por la Obra.
Todos los que conocen señalan que su paso por la CNMC ha cambiado su personalidad, la de un hombre que durante toda su vida ha sido un tipo encantador, simpático, cordial y de trato exquisito pero que en los últimos tiempos ha agriado su carácter. Los múltiples expedientes abiertos por la Comisión contra supuestos cárteles empresariales –que en varias ocasiones han sido tumbados los tribunales– le han generado un desgaste profesional y emocional, hasta tal punto que ha olvidado sus fobias políticas y ha buscado el apoyo del PSOE y de Podemos en un intento desesperado por defender su posición.
ENFRENTADO CON SÁENZ DE SANTAMARÍA
Y es que en las filas populares pronto perdió la confianza, como lo demuestra la mala relación que tuvo siempre con Soraya Sáenz de Santamaría, con la que nunca hizo buenas migas a pesar de que la vicepresidenta le respaldó públicamente en su primera crisis importante –allá por 2015– cuando un nutrido grupo de comisionados le acusaron de despotismo. Sáenz de Santamaría fue la gran impulsora de la creación de la CNMC y sus tiras y aflojas con Marín Quemada son vox populi en los mentideros madrileños.
El punto de inflexión de este desencuentro se produjo cuando en 2017 el Gobierno quitó competencias al organismo regulador en el proceso de fijación de los precios de la electricidad. Marín Quemada encajó mal que le robaran funciones clave para entregárselas a la Secretaría de Estado de Energía. Un año después la CNMC abrió expediente a Atresmedia y Mediaset por abuso de posición dominante y los afectados tardaron menos de cinco minutos en pedirle cuentas a Sáenz de Santamaría, por no haber evitado el golpe gracias a los infiltrados que siempre tuvo en la CNMC a través de los hermanos Nadal. Algunos dicen que ese fue el principio del fin de Josemari.
ORDENO Y MANDO EN LA CNMC
Sus detractores en la CNMC aseguran que la gran equivocación de Marín Quemada ha sido el excesivo presidencialismo con el que ha desempeñado su trabajo, cincelado con el martillo del ordeno y mando en una institución que tiene por definición un carácter colegiado exento de personalismos. “Desde el principio de su mandato se produjo una división permanente en la Comisión porque estableció de facto un régimen policial sin dejar libertad a vocales y consejeros para hablar en actos públicos sin su permiso, imponiendo un ejercicio de funciones que es absolutamente contrario a los principios y a la regulación de la propia CNMC”, apuntan fuentes no oficiales del organismo supervisor.
La fractura ha llegado hasta tal punto que consejeros contrarios a Marín Quemada le acusan de haber hecho un uso personal de los recursos de la CNMC para acabar con sus enemigos. En concreto aseguran que ha empleado el gabinete de prensa del organismo para estos fines espurios, alimentando la disensión filtrando informaciones interesadas a determinados medios de comunicación. Uno de los que se considera agraviado es Eduardo García Matilla, que protagonizó varias portadas de medios digitales por su relación con Telefónica y su implicación con la trama del Caso Púnica.
Una de las personas que más conoce a Marín Quemada expone a este diario una de las claves que podrían explicar el cambio de comportamiento de este economista pío fiel seguidor de El Camino de su tocayo Escribá de Balaguer: su paso por la petrolera Cepsa, donde ejerció como director de Relaciones Institucionales bajo el mando de Carlos Pérez de Bricio. “Aunque en algunos medios de comunicación se diga ahora que Josemari ejercía tareas directivas en Cepsa la verdad es que no mandaba en absoluto y el presidente no le hacía mucho caso, ni tenía en cuenta sus opiniones”. Y con este pasado resulta que casi con setenta años lo hacen presidente de la CNMC y es cuando manda por primera vez en su vida.
«GUINDOS SE ARREPIENTE DE HABERLE NOMBRADO»
Marín Quemada ha admitido en público que ha sufrido ataques, aunque asegura no sentirse acosado. En una reciente entrevista declaraba que espera salir de la CNMC “con la cabeza alta y los mismos amigos», un objetivo que cada día está más lejos. “Luis de Guindos se arrepiente de haberle nombrado y admite que Marín Quemada le ha salido rana, como le ha sucedido con otros nombramientos a lo largo de su carrera. Eran amigos y ahora prácticamente no existe relación entre ellos. Le ha decepcionado”, confiesa a MERCA2 una fuente del entorno del vicepresidente del BCE.
Todo esto se ha producido a pesar de que el todavía presidente de la CNMC es un hombre pacífico que nunca ha protagonizado enfrentamientos directos y que tiene una obsesión casi enfermiza por quedar bien. De hecho en los círculos energéticos que han sufrido sus últimas decisiones se considera que ha sido esta variable la que le ha llevado por la vía populista bajo la máxima de que todos los grandes son culpables.
“Bajo su mandato se abren expedientes a las multinacionales españolas llegando a extremos tan surrealistas como el de Repsol, que le puso una multa sobre el 1% de su facturación mundial por haber teóricamente un acuerdo cartelario entre una gasolinera gallega y otra levantina. Parece más un abuso de poder que una medida para garantizar la competencia”, expone un asesor financiero ligado al mundo petrolero.
Aunque su situación actual es la de presidente en funciones –su mandato ha vencido junto al de otra decena de altos cargos del organismo– a Marín Quemada todavía le quedan unos meses como primer espada de la CNMC. La convocatoria electoral ha retrasado la renovación de los órganos de gobierno de la institución aplazando el fin de su agonía. La buena noticia es que todavía tiene tiempo de arreglar los platos rotos y retirarse como a él le gusta: con más amigos que enemigos. Quizás no sea demasiado tarde.