Los fundadores de Oryzon Genomics, el matrimonio formado por Carlos Buesa y Tamara Maes, han reducido su participación en el accionariado de la compañía casi a la mitad desde que la firma salió a bolsa a medida que las cifras financieras de la misma se han ido complicando. Tanto Buesa como Maes han decidido no participar en las distintas ampliaciones de capital que ha llevado a cabo la biotecnológica, lo que ha llevado a que sus casi 7,5 millones de acciones que en su día suponían un 26,3% del capital social ahora apenas represente un 14%, mientras que el resto de accionistas ha aportado más de 33 millones para que siga en pie.
La última presentación de resultados, que se produjo una semana después de anunciar la segunda ampliación de capital (por 20 millones de euros) en menos de un año, mostró algunas cifras preocupantes para la biotecnológica. Principalmente, que sigue necesitando grandes cantidades de capital para funcionar, mientras que los ingresos no terminan de llegar. Quizás la partida que más destaca en las cuentas semestrales es que no hay ingresos salvo el apartado ‘Trabajos Realizados para la Empresa para su Activo’, que suma 4,3 millones de euros, un apartado controvertido porque suele ser utilizado por muchas empresas para inflar ingresos y activos, aunque en este caso por la configuración especial que tienen las biotecnológicas tiene sentido su uso, aunque no es normal que sea todos sus ingresos.
El hecho de que en las biotecnológicas sí utilicen dicha partida para monitorizar su avance, al final buscan desarrollar patentes para luego comercializarlas (asumen como costes propios todo el desarrollo), no esconde que no recibir ingresos genera continuas salidas de capital que deben financiarse. Solo en los últimos seis meses, Oryzon ha gastado casi 6,5 millones de euros de efectivo, que se unen a los más de 7,5 millones que salieron en 2018. Lo anterior, quiere decir que la compañía ya ha quemado la ampliación de capital que pidió el pasado mes de noviembre y, por ello, han tenido que ir al mercado a buscar más capital de los inversores.
Las limitaciones de capital, quedarse sin capacidad para seguir gastando, es la gran barrera contra la que se enfrentan una y otra vez las firmas biotecnológicas (también ocurre con las farmacéuticas experimentales). En el caso de Oryzon se ve claro que a partir de junio de 2018 su actividad inversora en I+D se frenó porque necesitaba capital, que luego llegó en forma de ampliación. Así, gran parte del gasto en inversión que desarrollo el año anterior se debe principalmente al primer semestre, mientras que en el segundo (hasta que llegó la ampliación) las cifras fueron más modestas. Una vez con dinero en la recámara se aprecia que la inversión vuelve a crecer, de hecho, dicha partida (los flujos de efectivo por inversión) han crecido un 20%, respecto a las de hace un año.
LA PARTICIPACIÓN DE LOS FUNDADORES DE ORYZON CADA VEZ VALE MENOS
El nombre de Oryzon saltó al estrellato en 2014, momento en el matrimonio fundador de la compañía, cerró el mayor acuerdo de la historia de la biotecnología en España al ceder los derechos de su molécula patentada, Ory-1001, al gigante Roche por algo más de 24 millones. El contrato, a su vez, permitía una extensión y en el tiempo que se valoró en dicho momento en que podía generar hasta 500 millones de ingresos. Lo anterior fue un acicate para que la firma pudiese salir a bolsa, dadas las necesidades de capital, a finales de 2015 valorada en 96 millones de euros.
Los fundadores de Oryzon han reducido su peso en el accionariado desde el 26,3% al 14%, mientras que el resto de inversores han puesto 33 millones en pocos meses
Desde dicho momento, la firma ha ido perdiendo valor a medida que el contrato con Roche se desvanecía y sus cifras financieras se deterioraban. De hecho, el 20 de julio de 2017 el gigante farmacéutico decidió no seguir colaborando con la española en el desarrollo clínico de la molécula debido a «un cambio en las prioridades internas de la compañía». Desde dicha fecha, el precio de la acción se ha deslizado más de un 40% que aquellos que han mantenido el número de acciones han logrado salvar, pero que otros, como el matrimonio fundador, les ha llevado a perder una parte importante no solo del valor de su participación, sino de la empresa que ellos mismos gestaron.