Los smartphones hacen que los adolescentes tengan mucho más fácil el acceso al sexo. La curiosidad y el morbo provoca que entre ellos se manden mensajes y fotos subidas de tono, pero esta costumbre conocida como sexting, también entraña peligros. Una vez que envías una foto pierdes control sobre ella y no sabes dónde va a acabar.
Aparte de los riesgos tecnológicos que entraña el sexting, un estudio relaciona esta práctica con algunos trastornos mentales como la ansiedad y la depresión. Debemos estar alerta porque entre los adolescentes es muy habitual practicar el sexting y podría afectarles más de los que pensamos.
3Una mayor protección de la intimidad

El sexting puede derivar en extorsiones, acoso, y chantaje por las imágenes enviadas, y los adolescentes tienen que saber mantener esa intimidad. Igual en un momento dado tienen la suficiente confianza para enviar una foto, pero posteriormente alguien les puede jugar una mala pasada y hacer la foto pública.
Aún no son los suficiente maduros y responsables para manejar ese tipo de fotos delicadas (que pueden llegar a manos de adultos pedófilos), y es un tema que preocupa cada vez más a los padres. Exponer a los adolescentes podría ser considerado delito, lo mismo que reenviar Whatsapps íntimos, pero aún así, se sigue haciendo de manera habitual.