Es considerado uno de los mejores directivos del mundo y el activo corporativo más importante de Inditex, codeándose en relevancia incluso con el fundador, Amancio Ortega, que hace ya ocho años que le entregó los trastos para que lidiara (casi) en solitario con la presidencia del grupo después de haber ejercido con brillantez la labor de consejero delegado. A los empleados todavía les sorprende encontrarse de vez en cuando a Pablo Isla fumándose un pitillo en la entrada de la sede de Arteixo, como su fuera un currante más del conglomerado empresarial que ha impulsado la Marca España vistiendo a habitantes de todos los rincones del planeta.
Este hombre tranquilo, de buen porte, sobrio y discreto hasta la médula, que atiende a sus interlocutores con exquisita educación y una sonrisa, se ha convertido en el paradigma del directivo modelo que toda empresa familiar debería fichar para evitar que la herencia del fundador se dilapide en el desagüe de la historia.
Aunque no siempre estuvo tan claro que Isla triunfaría en Inditex, especialmente cuando las su llegada le toco gestionar las intrigas palaciegas que emanaban del núcleo duro de Ortega y que se personalizaban en los cuñados del gallego. Algunos dicen que les hizo mucho la pelota para que le aceptaran como uno más, pero lo determinante fue (y sigue siendo) su capacidad para hacer pasar al grupo textil al siguiente estadio, el que le ha permitido pasar de ser una gran empresa a una de las multinacionales más importantesde Europa.
Ahora su imagen siempre es la de un estricto profesional poco dado a las salidas nocturnas, pero hubo otros tiempos en los que a Isla se le podía ver en la madrileña Plaza de Santa Ana y en los alrededores de la calle Huertas tomando unas cañas con sus amigos de toda la vida, eludiendo la entrada a ruidosas discotecas que nunca fueron santo de su devoción. Siempre le han gustado las tabernas clásicas con buenas tapas para charlar sobre cine y literatura, sus dos grandes pasiones a las que dedica el tiempo libre junto con su familia, porque Isla es un hombre hogareño cuando el trabajo se lo permite.
Lejos quedan los tiempos en los que el joven Pablito –que es como le llamaban en casa de pequeño– estudiaba sus oposiciones a abogado del Estado en un pequeño cuarto de la casa de su abuela paterna, Pilar, que vivía muy cerca de su domicilio. Debió aprovechar muy bien aquellas largas jornadas de codos y comida casera porque fue el número uno de su promoción y le permitió entrar por la puerta grande al Cuerpo de Abogados al que no descarta volver en un futuro. Es uno de los aspectos de su vida de los que más se enorgullece. Como relatan en el libro Pablo Isla, en el corazón de Zara (La Esfera de los libros, 2017) los periodistas Jesús Salgado y Xabier R. Blanco, aquel chico tímido siempre fue un buen estudiante “pero no el típico empollón de gafitas que siempre suspende gimnasia”.
EN LAS QUINIELAS DE MINISTROS Y EN EL CLUB BILDERBERG
Es el tercero de los cuatro hijos que tuvieron José María Isla y Carmen Álvarez, matrimonio que se conoció en tierras abulenses y que posteriormente se trasladó a la capital de España. Sus hijos estudiaron en el colegio jesuita Nuestra Señora del Recuerdo, considerado uno de los mejores del país y que inculcó al joven Pablo los valores cristianos que le han acompañado durante toda su vida. Cuando estaba en octavo de EGB ya acudía en transporte público al colegio y ejercía la responsabilidad de hacerse cargo de su hermano Enrique, tres años más joven que él. Allí conoció al padre Alarcón, que fue quien le casó años después con María de la Vega, su novia de siempre y que, casualidades de la vida, tiene ascendencia gallega.
Siempre aparece en las quinielas de posibles ministros, ya que su predicamento tanto dentro como fuera de nuestras fronteras es muy extenso. Ha sido invitado a las selectas reuniones del Club Bilderberg –cuna del gobierno en la sombra mundial según los conspiranóicos– y aunque ha compartido mesa y mental con jefes de Estado no tiene problema alguno en sentarse con el resto de trabajadores y con Ortega en el comedor que tiene Inditex en su cuartel general de Arteixo. Cuando no está de viaje llega a trabajar antes de las nueve de la mañana tras soportar el inevitable atasco matutino en la entrada del polígono empresarial y a la hora de la comida departe con el fundador en una mesa cercana a la del resto de los empleados, que aunque no tiene el cartel de “reservado” todos saben que es en la que sienta el patrón.
Las oposiciones le brindaron unos extensos conocimientos jurídicos que aprovechó trabajando en el área legal de Banco Populara mediados de los años noventa y posteriormente accediendo a la secretaría general. Desde entonces se le ha relacionado con el Opus Dei, aunque formalmente nunca ha reconocido pertenecer a la obra de la que eran miembros destacados los Valls Taberner.
El buen trato al prójimo, su pasión por la familia y el carácter reservado que tiene Isla han acrecentado la leyenda de que sigue las enseñanzas de Escrivá de Balaguer, pero su círculo cercano se limita a señalar que es un hombre cristiano que ejerce como tal. En un mundo como el de los empresarios de alto copete, en el que los navajazos de guante blanco están a la orden del día no es de extrañar que sorprenda que uno de los directivos más reconocidos tienda a portarse bien con sus semejantes.
EL SUCESOR DE ALIERTA FICHADO POR INDITEX
Tenía 36 años cuando llegó a la tabacalera Altadis para sustituir a su amigo César Alierta, donde pronto demostró su capacidad para dirigir empresas que seguramente había heredado de su padre, ejecutivo en diversas empresas como Lactaria Española, Luis Mejía, Renfe y Grupo de Empresas Álvarez. Durante los cinco años que estuvo al frente de la compañía la cotización de las acciones se disparó un 130% multiplicando su presencia internacional y potenciando la filial Logista. Estos fueron algunos de los logros que tuvieron en cuenta los cazatalentos que le propusieron a Ortega como candidato para ser el CEO de Inditex, que necesitaba dar un impulso definitivo en materia de internacionalización y distribución.
Mucho se ha escrito sobre el fichaje de Isla, aunque lo fundamental es que el trabajo de headhunting fue encargado por Amancio Ortega a la firma Korn Ferry, que puso en manos de su hombre en España, Carlos Alemany, la responsabilidad de la tarea. En la primera lista que presentó la empresa de cazatalentos al consejo de administración de Inditex no estaba Isla. Algunos de aquellos candidatos rechazaron la oferta –entre los que había directivos extranjeros– porque se exigía desplazarse a vivir a La Coruña, lo que provocó que el proceso de búsqueda requiriera más tiempo del inicialmente estimado. Finalmente su nombre fue seleccionado y pronto cogió el testigo de José María Castellano como número dos del grupo. Todavía nadie lo sabía, pero el elegido era el traje a medida que necesitaba Inditex para dar su gran salto adelante.
Isla y su familia encajaron muy bien en la sociedad gallega, viviendo en una exclusiva urbanización en Oleiros en la que también residen otros altos cargos de la multinacional textil. El presidente no es un habitual de los saraos que se organizan en el seno de la alta burguesía coruñesa y dicen que es más fácil verle en una sala de cine del centro de la capital que en reservados de restaurantes de cinco tenedores. Es de los que espera rigurosamente su turno en la cola para adquirir su entrada, una rara avis en el empresariado nacional, que tanto gusta de emplear el tradicional “usted no sabe quien soy yo” cuando reclaman privilegios a la carta.
EMPRESARIO SIN YATE AL QUE RESPETAN LOS EMPLEADOS
Durante los fines de semana corre –o camina rápido, como el ex presidente Rajoy– junto con su mujer rumbo a la playa de Bastiagueiro, vestido con un chándal nada ostentoso, para hacer un poco de ejercicio. Y de vez en cuando se desplaza a Madrid para quedar con sus amigos de siempre –los que conoció en su etapa estudiantil– para rememorar los felices años ochenta en los que Isla disfrutó su adolescencia. Siempre ha sido un especialista en pasar desapercibido y acudir sólo a los foros imprescindibles y adecuados, aunque su creciente exposición mediática se lo ponga cada vez más difícil. “No tiene yate, que eso para un ejecutivo de una empresa gallega ya es decir mucho”, explica a MERCA2 un empleado del grupo.
Algunos trabajadores de Inditex llaman a Isla “polilla” cuando toman un café a espaldas de su jefe, mote que surge de unir las palabras “paul” (Pablo, en inglés) e Illa (isla, en gallego). Curiosamente en La Habana se denomina así a los estudiantes aplicados y a las personas que son lectores voraces, tal como recoge con precisión la RAE en su eterno diccionario. Lo que está claro es que, más allá de apodos más o menos acertados, los empleados del grupo le respetan. Es un líder natural que sabe delegar en los equipos que él mismo forma y que tiene dotes de persuasión para trasladar a su gente de confianza la importancia de los objetivos compartidos.
La relación con el fundador es muy buena, una vez superadas las primeras reticencias tras su llegada, algo normal cuando se incorpora alguien de fuera al staffde una empresa familiar, sobre todo si viene para tener mando en plaza. Aunque a primera vista pueda parecer que no se parecen, la realidad es que Ortega e Isla coinciden en tres elementos clave: inteligencia, discreción y entrega al trabajo. Los años han forjado una estrecha colaboración que se ha sellado en el yate del fundador, una vez que ambos han comprendido que su unión es imprescindible para el futuro de Inditex.
Gran aficionado al Real Madrid, el presidente del grupo textil es uno de esos raulistasque siempre defendieron al siete blancocontra viento y marea. Aunque ahora también se confiesa seguidor del Deportivo por cuestiones obvias. El deporte que más práctica –además del mencionado running– es el tenis, cuya técnica aprendió en sus veraneos familiares en el Canyamel, un lugar de ensueño en la costa mallorquina al que suele volver para jugar unos sets con sus hermanos y su padre cuando la agenda lo permite.
Quienes le conocen aseguran que nunca grita y que es extremadamente educado y cordial, tanto en el ámbito familiar y en el laboral. Habrá que ver si mantiene el temple cuando falte el fundador y deba enfrentarse a las luchas intestinasde poder que surgen siempre en el seno de las empresas familiares. Y si no que lo digan a Dimas Gimeno, el sucesor frustrado de Isidoro Álvarez en El Corte Inglés.