El departamento de Comercio del Gobierno de Estados Unidos reduce algunas restricciones impuestas la semana pasada a la empresa china Huawei, un síntoma de las graves consecuencias que podrían derivarse de las prohibiciones a la compañía de telecomunicaciones.
La medida, que retrasa tres meses, hasta el 19 de agosto las prohibiciones a Huawei, pone de manifiesto que los cambios en la cadena de suministro de la compañía pueden tener consecuencias inmediatas, de gran alcance e inesperadas.
Las restricciones se reducen para que Huawei pueda mantener las redes existentes y proporcionar actualizaciones de software
Estados Unidos ha decidido ahora permitir que Huawei compre productos de fabricación estadounidense para mantener las redes existentes y proporcionar actualizaciones de software a los teléfonos móviles existentes de Huawei.
Aunque la compañía todavía tiene prohibido comprar piezas y componentes estadounidenses para fabricar nuevos productos sin la aprobación de licencias que probablemente serán denegadas.
OBJETIVO: LIMITAR LOS IMPACTOS EN TERCEROS
«Parece que la intención es limitar los impactos no intencionados en terceros que usan equipos o sistemas de Huawei«, ha señalado el abogado estadounidense Kevin Wolf, un ex-funcionario del Departamento de Comercio. «Parece que están tratando de prevenir los apagones de la red», ha aseverado.
El Departamento de Comercio estadounidense puso el jueves a Huawei y a otras 68 entidades en una lista negra de exportación, que hace casi imposible que la empresa china compre productos fabricados en Estados Unidos.
La lista de entidades identifica a empresas que se cree que están involucradas en actividades contrarias a la seguridad nacional o los intereses de política exterior de Estados Unidos.
¿QUÉ PASARÁ CON HUAWEI?
El resumen: EEUU obliga a las empresas americanas a romper relaciones con Huawei. Las primeras consecuencias: Google ha advertido que en el ecosistema móvil de Android dejará de trabajar con los chinos; además, proveedores como Qualcomm o Intel también romperán relaciones comerciales con Huawei. De ahí en adelante casi nadie sabe cómo puede acabar todo esto. Básicamente porque no tiene nada que ver con la propia Huawei, el 5G ni nada similar.
En las últimas 24 horas la prensa se ha lanzado a hacer decenas de análisis, se han arrojado cifras de todo tipo, pero el problema es que no existen certezas de lo que harán unos y otros. Huawei se ha limitado a decir que todo está en orden; desde Google dicen que mientras puedan tendrán todo en orden… de ahí en adelante nadie puede saber lo que pasará. Ni para un bando, ni para el otro.
Huawei hace una cesta de la compra anual de unos 70.000 millones de dólares en componentes tecnológicos. De ellos, más de 11.000 M$ van a parar a manos de compañías como Qualcomm, Intel y otras tantas estadounidenses, un negocio al que han cortado el grifo. Además, Huawei asegura que tiene inventario para los próximos 12-24 meses.
En Europa casi la mitad de las redes móvil y muchas fijas tienen los equipos de Huawei en su core. Pero no solo están, sino que necesitarán renovarlas y actualizarlas; y todo eso sin sus proveedores, en este caso americanos, les deja en una situación compleja. Pero no solo a ellos, sino a todo el ecosistema de telecomunicaciones. Es decir, las cadenas de suministros cada vez son más complejas, y Huawei seguramente usa equipos “made in USA” que tienen componentes esenciales para que las redes en Europa funcionen.
En todo caso, todo esto va más allá de Huawei. Se trata de pura geopolítica. El fabricante chino solo es un daño colateral. Pero en este caso habrá muchos más daños colaterales. Los móviles se renovarán dentro de un año, habrá otro sistema operativo, y, a lo sumo, será un golpetazo a las cuentas de los próximos años. Lo que se acaba de desatar con Huawei es la escenificación de la “guerra comercial”. Y todavía quedan varios meses para la reelección de Trump.