China. Hay expectación con lo que pasa en China, hasta el punto que hay casi más periodistas en un streaming desde China que en la misma sala de prensa del cuartel general de Merck, en Darmstadt, al oeste de Alemania. A pocos chinos se les pasará siquiera la cabeza pensar en cómo una botica de abigarradas letras y carteles en alemán, la Farmacia del Ángel -que aún existe, aunque tan moderna que pasaría inadvertida de no insistir el navegador en que es esa, efectivamente-, ha viajado en el espacio y tiempo hasta tener casi más la cabeza en China que en ningún otro sitio.
Merck es probablemente la empresa química más antigua en funcionamiento del mundo. No es que Merck renuncie a la heráldica, pero sí que la familia propietaria –aún la misma familia, mucho más extendida en número, claro– ha conseguido saltar las generaciones, hasta trece, sin perder el rumbo hacia el negocio. Y hoy ya no son una empresa química. No sólo. Son una empresa de ciencia y tecnología con presencia en 66 países.
Entre ellos, España. Tres fábricas en nuestro país, singularmente la que desde Tres Cantos produce la hormona de crecimiento para todo el mundo, o la hormona de fertilidad con la que han nacido 2,7 millones de bebés en el mundo. Marieta Jiménez, presidenta y directora general de la multinacional en España explica que nuestro país ”continúa siendo un lugar estratégico para el grupo”. Un lugar en el que producir, también vender, pero también investigar, según reconoce la directiva de la multinacional alemana: “España fue de los primeros países donde se abrieron centros de producción biotecnológica, y hoy ocupa el cuarto puesto en términos de producción, inversiones en I+D y facturación”. “En el ámbito de la ciencia, España continúa teniendo centros de investigación que son referencia a nivel mundial en áreas tan significativas como el cáncer o la esclerosis múltiple”, continúa Marieta Jiménez.
Innovación. Parece que la multinacional alemana tiene presente que este es el camino para que los 350 años de trayectoria industrial no entren en decadencia. En el desahogado barrio de Darmstadt, donde tiene su sede original, hay toda una arqueología viviente de la arquitectura industrial. También la superviviente a los bombardeos aliados en la Segunda guerra Mundial, naturalmente. Del ladrillo pequeño a las veleidades de los años noventa con las curvas, hasta el espectacular Centro de Innovación recién inaugurado. Un espacio sobre todo diáfano en el que van pululando científicos de corta edad media y orígenes multiraciales y multinacionales. En cada planta no falta cafetera (o artilugios para hacerse un te) y dulce. Es decir, azúcar para dedicarse a pensar, o quien dice pensar quiere decir, inventar, innovar.
Una empresa en la que los objetivos de rendimiento económico son lógicamente sagrados, parece que la inversión en este tipo de estructuras dedicadas al pensamiento y la innovación, es rentable. Lo que no deja de dar cierto alivio vital.
Porque desde China, o desde la sala de prensa multinacional, de lo que se habla es de resultados económicos. Unos resultados con unos beneficios de 3.800 millones de euros para 2018, que aunque suponen una leve bajada del EBITDA previsto, son mayoritariamente bien acogidos por los mercados. Los financieros, se entiende.
Los resultados van desgranando las diferentes áreas en que se ha dividido este negocio, que es conocido por su farmacopea (healthcare en los diagramas empresariales), pero que está en asuntos como el caucho de las ruedas, la pintura de los coches o los materiales y nuevos cristales de televisores o teléfonos móviles. También en los pigmentos de los cosméticos o en las cremas de protección solar.
Sin embargo, las ventas globales del área de salud siguen siendo un puntal del negocio, unos 6.200 millones de euros, según informa el CEO de la compañía, Stefan Oschmann. Este ejecutivo alemán de imponente planta germánica, traje gris, enormes zapatos de cordones, tiene en su equipo más cercano a la española Belén Garijo, consejera delegada del área de farmacia (healthcare) de la multinacional.
Y Garijo tiene en Marieta Jiménez a su mano en España. Ésta explica que los aires de la compañía en este campo van hacia “el refuerzo de nuestro ‘pipeline’ y la reorientación de los esfuerzos hacia tratamientos para patologías con un alto impacto en la calidad de vida de las personas”. Es decir, “centrados en las áreas de inmuno-oncología, oncología e inmunología”, prosigue la ejecutiva de Merck.
La multinacional alemana ha invertido en España 53 millones de euros en los últimos años. Para 2019 la inversión prevista es de 19 millones. Unos números que reflejan músculo y confianza, pese a la cambiante situación política y social en España.
En vísperas de unas elecciones, Marieta Jiménez ve la solución en la colaboración y el diálogo. “Estamos afrontando un momento como país donde la colaboración de todas las partes va a ser imprescindible. En un momento de desaceleración del crecimiento económico, de riesgo de pérdida de talento científico, de trabajos que estimulen y motiven a nuestros jóvenes, de una sociedad más tecnológica. Creo que es urgente e importante que todos los que trabajamos en España para garantizar la sostenibilidad de nuestro sistema público nos sentemos y colaboremos”.
Con buena o mala fama, es indudable la aportación de las industrias farmacéuticas como punta tecnológica. Según datos de 2017 (los últimos disponibles), esta industria invirtió en investigación y desarrollo 1.147 millones de euros. En términos de PIB, aporta uno de cada cinco euros para I+D. La propia Merck subraya que por delante de dos sectores profundamente estratégicos en España, el motor y el transporte.
Pero no se queda ahí. Por iniciativa de su CEO española, Marieta Jiménez, se lanzó la iniciativa llamada «closing gap«, empeñada en cerrar las diferentes brechas de género. , como las de la salud, las pensiones, el ocio o la digital. Junto a diez grandes empresas más, entre las que están Repsol, Mapfre, Inditex, Bankia o Vodafone, ha formado este clúster que analiza el coste de oportunidad de la desigualdad y lo combate, que es el asunto.
Un de los asuntos hoy en la sala de prensa de Darmstadt es la inversión que Merck prevé hacer en China en este lustro: cerca de 1.500 millones de dólares. Una buena parte en investigación y desarrollo. China, vista desde la pantalla de streaming de la sala de conferencia de Darmstadt se ve coqueta, con unos pupitres llenos de periodistas. Es fácil desde las cristaleras de los edificios de la sede central de este complejo industrial hacer ensoñaciones planetarias, sobre todo porque el cristal compensa la falta de luz por el húmedo nublado del oeste de Alemania. Una bruma que envuelve los orígenes de este pulmón de ciencia global. Quién sabe si estas nubes ya pasaron antes por China, o por Tres Cantos.