Hace bastantes semanas que saltó el escándalo sobre la CFO de Huawei detenida en Canadá. Desde entonces, la compañía china ha sido puesta en entredicho, sobre todo en Estados Unidos, aunque demasiados países mantienen las reticencias para que sea el fabricante el que se encargue de desplegar las infraestructuras de 5G. En el caso español, se produce una especie de silencio administrativo que no ayuda a trasladar confianza sobre la empresa.
Además, da lo mismo el lugar o el foro, Huawei atrae toda la atención sobre su polémica que, aunque la compañía niegue, va más allá de una simple disputa comercial con EEUU. De hecho, la semana pasada, en una reunión bilateral entre miembros de la Unión Europea y China, el fabricante de móviles y redes estuvo en el trasfondo de muchas conversaciones. Aunque como suele ser habitual no hubo ningún consenso.
Primero, en dejar claro cuál será su futuro próximo en los siguientes meses cuando haya que empezar a desplegar las redes de 5G; y segundo, porque nadie se quiere mojar en solitario, al menos a favor, asegurando que Huawei está libre de toda amenaza y la confianza es total. En contra, lógicamente, sí hay países como Reino Unido, alineados con las políticas de Donald Trump -también hay que decirlo-, donde surgen informes preceptivos sobre la desconfianza más absoluta hacia la compañía de origen chino.
En este contexto, incluso quienes argumentan no tener nada en contra de Huawei, como sucede con Alemania, los mensajes son relativamente confusos. En una entrevista de Finantial Times con el responsable del regulador teutón, Jochen Homann, asegura que «la posición de Bundesnetzagentur es que ningún proveedor de equipos, incluido Huawei, debe o debería ser excluido específicamente». Y aquí justo es donde se pone de manifiesto en su máxima esencia la ambigüedad con la que Europa está tratando el tema. Argumenta que no se debería excluir, aunque para no pillarse los dedos, porque todavía nadie tiene pruebas concluyentes sobre la realidad de Huawei en estos momentos, lo deja todo en un confuso condicional para, lógicamente, no vetar políticas de libre mercado.
Y así, para entrar en el ámbito de la corrección política, Homann asegura que el «Bundesnetzagentur no ha recibido ninguna indicación concreta contra Huawei. Tampoco estamos al tanto de que cualquier otro organismo de Alemania haya recibido ninguna indicación confiable». Por último, para curarse en salud, mantiene que «si Huawei cumple todos los requisitos, puede participar en el despliegue de la red 5G. Aunque falta un matiz importante: es bastante complicado que un estado mimbro de la Unión Europea tome una decisión sin el consenso mayoritario. Por lo tanto, resulta extraño que Alemania se desmarque si la política común al final se posiciona favorable a un posible veto o, al menos, a ciertas restricciones.
Pero es que el caso de ambigüedad alemán que alimenta la desconfianza no es el único. El Centro para la Ciberseguridad de Bélgica (CCB) asegura no tener evidencias de que las tecnologías de Huawei, ampliamente utilizadas en las redes de los operadores de telefonía móvil Proximus y Orange Belgium, representen amenaza alguna. De esta manera, la portavoz del CCB, Katrien Eggers, asegura en De Standaard que «hasta la fecha, no tenemos indicaciones suficientes para hablar de una amenaza proveniente de Huawei».
La ambigüedad de todos los países con Huawei es la tónica dominante
Sin embargo, una vez más cae el jarro de agua fría de la incertidumbre: «No habrá un informe final sobre el tema, porque seguiremos monitoreando«. De esta manera, se añade otra país que no tiene ningún problema con Huawei… hasta que se demuestre lo contrario.
ESPAÑA CON HUAWEI… LO QUE DIGAN OTROS
En el caso del Gobierno de Pedro Sánchez, la postura con Huawei España es exactamente igual que en otros países de la UE. Además, con el condicionante de que nos encontramos en mitad de múltiples procesos electorales que llevan el foco de atención a otros puntos.
Así, desde la Secretaría de Estado para el Avance Digital no mueven un pie de su postura oficial (la misma que expresaron en el MWC19 de Barcelona): con Huawei se actuará como diga el consenso de países europeos. Ni un gesto cómplice, ni una mano en el hombre… tranquilidad por las redes que ya están desplegadas, poco o nada se puede hacer; y cierta incertidumbre ante lo que pasará de ahora en adelante.
En el plano empresarial, que al final son los verdaderos clientes de Huawei, el recelo es exactamente el mismo. De hecho, cuestiones como la auditoria de redes y la revisión de infraestructuras es algo que cada vez está más en el discurso público. Un discurso, además, que se aferra al mantra de «lo que diga la UE».
Así, cada vez que se promueve esta excusa de forma pública, es una manera de dar a entender que hay cierta confianza, no mucha, quizá alguna… o nadie sabe de verdad lo que está pasando.