viernes, 13 diciembre 2024

La OTAN sigue viva y coleando

Tras el golpe de Estado del 23-F en 1981, el Gobierno Calvo Sotelo solicitó el ingreso de España en la Alianza Atlántica, teniendo lugar el mismo en 1982. La permanencia fue ratificada en 1986 por un referéndum nacional convocado por Felipe González. Difícil hubiera sido ingresar en la Unión Europea sin estar dispuestos a contribuir a su defensa ya que su principal baluarte es, y sigue siendo, la OTAN. Sin ella, la UE no hubiera podido ni fundarse ni desarrollarse.

La intentona golpista evidenció la necesidad de hacer realidad la misión de nuestras Fuerzas Armadas (FAS) de defendernos de peligros externos. Nuestra defensa está asociada a la de Europa y a la de América del Norte. Este océano vincula culturas con valores democráticos semejantes. Entre ellas la nuestra, que tiene vocación atlántica y americana además de europea y mediterránea. Una España democrática no podía eludir ni su propia defensa ni su contribución a una defensa común.

La OTAN facilita la modernización de nuestra FAS y de las doctrinas militares. Es una organización política con medios militares cuya Sede principal está en Bruselas. Constituye, asimismo, un foro donde consultar cuestiones que afectan a la seguridad y defensa de sus miembros.

España lleva 37 años en la Alianza que acaba de celebrar sus 70 años. Desde su inicio hasta la caída del Muro de Berlín en 1989, con el subsiguiente desmembramiento del Imperio soviético, fue la URSS su adversario esencial. Desde entonces la OTAN ha contribuido al mantenimiento de la paz en diversas regiones del mundo, con oportunos mandatos de la ONU, y se le han unido los países que durante la Guerra Fría sufrieron el yugo de Moscú en el seno del fenecido Pacto de Varsovia.

LA OTAN Y MOSCÚ

Rusia ha vuelto a la primera fila mundial bajo la batuta de un Vladimir Putin que ha devuelto a los rusos un pundonor herido por el hundimiento de la URSS, fruto de la ineficacia político-económica del comunismo. Se le ofreció por parte occidental, en los años 90, participar en materias de seguridad junto a los aliados occidentales, desembocando ello en el Consejo OTAN-Rusia.

Sin embargo, el Kremlin ha preferido mantener sus distancias para preservar su libertad de acción en su entorno vecinal lo que le ha llevado a apoderarse ilegalmente de Crimea, a respaldar grupos armados rusófilos en otras partes de Ucrania, así como en territorios donde hay conflictos latentes, llevando asimismo a cabo acciones militares en sus fronteras y más allá que obligan a medidas militares preventivas por parte de los aliados.

Una España democrática no podía eludir ni su propia defensa ni su contribución a una defensa común

Moscú no quiso situarse en el ámbito aliado porque no renuncia a su objetivo de que los EEUU abandonen Europa y se disuelva la OTAN. El reto que significa Rusia sobrevive, pues, al de la URSS. Por otra parte, ante el ascenso chino como gran potencia militar y teniendo en cuenta la globalización, la Alianza no puede dejar de vigilar con atención un desarrollo que, eventualmente, podría afectar a nuestros intereses.

El Mediterráneo tiene varios focos de inestabilidad inquietantes para los aliados que obligan a una coordinación con la Unión Europea que tiene objetivos e intereses propios en el área. Los europeos deberían tomar cada vez más en sus manos colectivamente su propia defensa en coordinación con la Alianza Atlántica contribuyendo a la seguridad internacional no solo individualmente sino como UE en operaciones propias, de Naciones Unidas (NNUU) o en el marco aliado. Una mayor integración militar entre europeos es necesaria, así como una mayor contribución financiera que en el marco de la OTAN se estimó en un 2% del PIB, un compromiso adquirido por todos los aliados, incluida España. Hay que favorecer, asimismo, la industria europea.

Los EEUU han dado un giro hacia el Pacífico donde China mueve sus peones, especialmente en el Mar de China Meridional, y Washington espera una mayor contribución europea en el Viejo Continente sin por ello desdecirse de sus compromisos de defensa a pesar de las afirmaciones escandalosas -como todo lo suyo- de Donald Trump.

EL FUTURO

España desea ser un país importante de la Unión Europea. Para ello debe asumir solidariamente las preocupaciones de nuestros socios y aliados en materia de seguridad y defensa, además de introducir las propias, como lo estamos haciendo en el Báltico y en numerosas operaciones de mantenimiento de la paz.

Esta es una visión que comparten nuestros tres principales partidos constitucionales, PSOE, PP y Ciudadanos, como se pudo comprobar este jueves pasado en un debate sobre temas de defensa entre sus portavoces en el Congreso al que también se unió un representante de Vox, renuente con la OTAN y una defensa europea para centrarse en una crisis “autónoma”. Podemos, no compareció.

La Alianza debe seguir adaptándose, como siempre lo ha hecho, a un entorno de seguridad cambiante, para ponerse al día. El desarme forma, asimismo, parte de nuestra seguridad. Hay que renovar esfuerzos en esa dirección reconociendo al mismo tiempo que en ciertas materias, como la nuclear, los acuerdos deben involucrar a las principales potencias, incluida China.

Macedonia del Norte será próximamente el trigésimo aliado. La Alianza crece porque aporta seguridad. Congrega democracias sin perjuicio de que en algunos momentos históricos algunos miembros hayan dejado de serlo plenamente, provocando dificultades internas al respecto y limitaciones. Algunos países suscitan actualmente problemáticas semejantes tanto en la UE como en la Alianza. La vocación democrática de ambas Instituciones requiere encarar esta problemática.

Todo lo anterior refuerza la necesidad de buscar entendimientos internacionales no solo en los temas de seguridad sino, también, en aquellos que afectan a las relaciones comerciales, amenazadas actualmente por las subidas de tarifas “erga omnes” de Trump y que afectan profunda y peligrosamente la estabilidad mundial. La reciente cumbre comercial entre la UE y China ha ofrecido, afortunadamente, acuerdos reconfortantes.

Carlos Miranda es Embajador de España


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