«Es como tener el enemigo en casa«, dicen las malas lenguas que pronunció el rey Juan Carlos I sobre su nuera Letizia. Una mujer con un temperamento fuerte, las ideas claras y una inesperada realidad frontal con la que tuvo que lidiar. Letizia, por mucho que quisiese, al pisar Zarzuela, ya no pudo ser más Letizia.
Letizia y sus desafíos a la Corona
Las primeras espadas en alto que podemos subrayar desde que Letizia pusiera pies en Zarzuela no es otra que las referentes a su pasado. Una reina no debe tenerlo, al menos esa es la teoría. La práctica, desde luego, es otra muy diferente. Cuando el príncipe Felipe empezó una lozana relación con su primera novia, Isabel Sartorius, las vigas de Zarzuela comenzaron a tambalearse por el simple hecho de que era hija de un matrimonio divorciado.
El divorcio es palabra tabú una vez te adentras en los ingentes jardines de palacio. Y si la monarquía no quería sopa tuvieron que tomar dos tazas. El príncipe Felipe dio el golpe definitivo en la mesa. Plantó un pulso real a su padre no acudiendo al desfile de las Fuerzas Armadas con motivo del día la Hispanidad del 12 de octubre de 2003. ¿El motivo? Su amor prohibido hacia una mujer divorciada: Letizia Ortiz. El final de la historia ya lo saben.
Letizia y la imagen renovada de la Monarquía
Desde que en el año 2011 estallase la bomba del caso Nóos en la cara de la familia real, Letizia tenía claro que tenía que coger los cimientos de la institución. La hermana de su marido imputada por presunto fraude fiscal (posteriormente absuelta), su suegro cazado (y nunca mejor dicho) con una entrañable amiga mientras mataba elefantes en libertad en África.
Los medios de comunicación entonces levantaron veda y alfombras palaciegas. Muchos de los secretos que Casa Real guardaba bajo siete llaves veían la luz en un momento en el que el país vivía su peor crisis económica en años. Desde que en 2014 Letizia llegase como consorte al trono de España, se ha encargado de modificar la institución por completo. La doctrina por la que se regula su reinado está basada en la meritocracia y en la austeridad.
Los inapropiados gestos de Letizia
Para su suerte o su infortunio, la reina de España no goza al 100% del hieratismo característico de quien nace con sangre azul. Ella llegó al mundo en un lugar bastante alejado de los muros de palacio. Desde luego no fue instruida para controlar sus expresiones y sentimientos así como hemos visto que ya hace su pequeña hija Leonor (no tanto Sofia, y nos fascina).
Letizia es un libro abierto. Intenta controlar sus gestos y movimientos pero al final se le termina notando todo en la cara. No es más que un reflejo de la naturalidad de una persona que vive con la contención y el peso de la Corona de un país como España. Aún está pagando la factura de aquel espontáneo, jocoso y justo «¡déjame terminar!» que dijo con la boca pequeña.
Letizia saltándose el protocolo (pero por una buena causa…)
En este mismo medio de comunicación mencionamos algunas de las veces en que Letizia se saltó el protocolo, en este caso, por una buena causa. Más que un desafío a la Corona, en este caso la reina ponía en riesgo no solo su integridad física sino el trabajo de su equipo de seguridad.
No obstante, poco le importó a la entonces princesa de Asturias que la orquesta de escoltas le siguiese el ritmo a golpe de altísimo tacón si el asunto era poner el oído y empatizar con una madre cuyos hijos estaban en paro. Desempleo, desahucio y otros temas tratados entre la esposa del rey Felipe VI y una mujer del pueblo llano, así como lo era ella.
Letizia y las bajísimas temperaturas
El último desafío de Letizia no solo fue a la primera institución, a la Corona, y a la monarquía como tal sino a su propia salud. Mes de noviembre del año 2017, llega a España desde Siberia la primera ola de frío con mala baba.
Premios Francisco Cerecedo de Periodismo y la reina de España selecciona un vestido en blanco (¡recién entrado el invierno!) y corto como si noviembre fuera agosto y el salón de turno, el palacio de Marivent. Las críticas, por su parte, no tardaron en llegar. El primero, cómo no, don Jaime Peñafiel: «Ella se ve más strella de Hollywood que reina de España». El estilismo de la esposa de Felipe también fue un revulsivo para las amantes del fashion world. Carmen Lomana tuvo su minuto de tiempo para opinar sobre el atuendo de Su Alteza Real.
«Con todo mi respeto a Letizia, una reina no puede ir a unos premios de periodismo con minifalda de vértigo y tirantes como si fuese a una disco», empezaba su reprimenda. «Ella no es una it-girl. Protocolo debería guiarla, no tiene conciencia de la institución que representa. Es demasiado corto y demasiado destapado para la época».
Letizia y su cíclica vida real
En tiempos de hielo, Letizia se mostraba cercana, espontánea, natural. Aquello era tan solo el principio. Año 2004, y con él, su aterrizaje a bordo del barco más complicado que Letizia jamás había capitaneado: la Casa Real. En un momento en el que la entonces princesa de Asturias recogió el toque de atención desde la cúpula, frenó sus naturales y poco protocolarios gestos de cercanía.
Ahora Letizia vuelve a ser la que era. No solo ha tomado las riendas de la Casa del Rey de España sino también las de su propia vida. En el vídeo personal que Casa Real distribuía por el 50 aniversario de don Felipe, observamos que Letizia, por fin ha asumido su papel. Y se lo cree. Hombre, que si se lo cree…