Jordi Sevilla ha pasado al imaginario colectivo español como el economista que iba a enseñar a Zapatero los fundamentos de la economía en dos tardes, después de que el entonces líder de la oposición metiera la pata en una de sus comparecencias públicas, algo que sucedía con bastante frecuencia en aquellos días de vino y rosas. Aquel micrófono abierto de forma inoportuna sirvió a los ciudadanos para atisbar la falta de preparación del preboste socialista, pero no evitó que fuera elegido presidente llevando a la economía española al borde del rescate.
Ahora es el presidente de Red Eléctrica (antigua REE), empresa pública que ha sido obligada por el Gobierno a comprarHispasat a la nueva Abertis –a un precio inferior al de mercado– tras la entrada de la italiana Atlantia en el capital de la concesionaria española. El Ejecutivo no puede permitir que la “caja negra de Hispasat” esté en manos extranjeras y ha promovido una adquisición con trampa que se financia mediante deuda, usando como aval el dinero futuro que todos pagaremos en nuestras facturas de la luz durante los próximos decenios. Muy socialista todo.
Aunque ahora trabaje como directivo empresarial a las órdenes de la SEPI, Jordi Sevilla estaba destinado a ser ministro de Economía en aquel primer Gobierno del PSOE tras la matanza de los trenes de Atocha, pero se tuvo que conformar con la cartera de Administraciones Públicas. Miró desde la barrera como Pedro Solbes y Miguel Sebastián eran los encargados de diseñar la política económica procíclica que hizo a España cabalgar a lomos de la burbuja inmobiliaria sembrando la semilla de la posterior destrucción. No obstante, este economista valenciano encajó la decisión del presidente con emoción y devoción, ya que ser ministro no es moco de pavo, especialmente cuando el nombrado es un fiel defensor de la cosa pública que está convencido de la todopoderosa capacidad de los gobernantes para guiar a sus gobernados hacia la felicidad.
Aunque ahora trabaje como directivo empresarial a las órdenes de la SEPI, Jordi Sevilla estaba destinado a ser ministro de Economía
Como explica el mismo en su blog personal, desde pequeño respiró la política en su casa “más como debate interminable que como práctica arriesgada”. Su padre estuvo a punto de huir a México tras la Guerra Civil, pero perdió el barco y se quedó en España. El pequeño Jordi nació en Valencia a mediados de la década de los cincuenta del pasado siglo y desde muy joven mostró su querencia por la hoz y el martillo. Coqueteó con asociaciones antifranquistas en la clandestinidad y militó en el PCE de Santiago Carrillo, siendo uno de los líderes estudiantiles más destacados de los comunistas de la Universidad de Valencia.
Aquello del marxismo no terminó de convencerle (ya saben, uno deja de ser rojo cuando se le acaba el dinero de los demás) y cambió la revolución por la socialdemocracia felipista. Su padre le inculcó a el y a sus tres hermanos la necesidad de opositar para garantizarse un empleo de por vida y Jordi Sevilla decidió convertirse en un Técnico Comercial Economista del Estado combinando los práctico y lo ideológico. Pocos días después de que Tejero entrara en el Congreso a tiros nuestro protagonista se encerró en su piso de Madrid durante dos años y sus esfuerzos fueron recompensados con una plaza de funcionario.
Trabajar en el sector público fue el primer paso para una carrera fulgurante en el mundo de la política, que es la verdadera pasión de este ingeniero social. Como explica certeramente el profesor Pedro Schwartz en La economía explicada a Zapatero y a sus sucesores (Espasa, 2011) Jordi Sevilla “da por sentado que los gobernantes tienen a su disposición la panoplia de los instrumentos de política económica que necesitan”, por lo que tan sólo deben “centrar el debate en cuáles de ellos aplicar para conseguir una sociedad en la que prime la libertad, la igualdad o la fraternidad”, sin plantearse que “haya ideologías que no son viables cuyas medidas son contraproducentes”.
Fue uno de los artífices de las negociaciones con Ciudadanos y Podemos para configurar el denominado “Gobierno del cambio”
Sevilla fue como asesor de Felipe González, jefe de gabinete de Pedro Solbes, ministro con Zapatero y, más recientemente, uno de los principales apoyos de Pedro Sánchez en su primera etapa como secretario general. Fue uno de los artífices de las negociaciones con Ciudadanos y Podemos para configurar el denominado “Gobierno del cambio”. Unas conversaciones que acabaron como el rosario de la aurora y cuyos trapos sucios hemos podido conocer precisamente de la mano de Sevilla, que en su obra Vetos, pinzas y errores (Deusto, 2017) ajusta cuentas con la formación morada calificando a los chicos de Pablo Iglesias de “indios Cheyennes”, con los que fue imposible llegar a acuerdos racionales.
Tras este fracaso elaboró junto a José Enrique Serrano (ex jefe de gabinete de Felipe González) un documento encargado por Sánchez en el que defendía la necesidad de que el PSOE se abstuviera para facilitar la investidura de Rajoy por el bien de España. Aquel informe se quedó en un cajón y, según confesó el secretario general del PSOE a Sevilla, la decisión de bloquear ese acuerdo con los populares y sacar la bandera del famoso “no es no” se produjo porque el líder del PP exigió que los socialistas apoyaran al menos dos Presupuestos e hicieran frente común con el Gobierno para cumplir las exigencias de Bruselas.
El economista valenciano salió por la puerta de atrás del partido, como le sucedió en 2009 cuando dejó su escaño y consiguió un jugoso contrato en la firma de servicios profesionales PwC gracias a la intermediación de Luis de Guindos. Según confiesa el hoy vicepresidente económico del Banco Central Europeo (BCE), Sevilla le pidió ayuda para ir al sector privado porque se había dado cuenta de que con Zapatero su capacidad de maniobra se había debilitado. Esta fue la primera vez que el ex ministro utilizó las puertas giratorias para quitarse de en medio cuando le vinieron mal dadas, jugada que repitió en 2016 huyendo de las frivolidades de Sánchez –así lo explicó a su entorno– al ser fichado por la consultora de comunicación Llorente y Cuenca, tras la negativa del nuevo presidente de PwC, Gonzalo Sánchez, a incorporarle nuevamente a sus filas.
Con Miguel Sebastián amortizado tras el fiasco de las renovables y Pedro Solbes jubilado no le quedaban muchas opciones al líder socialista
Fuentes jurídicas aseguran a MERCA2 que una de las labores de Sevilla en Llorente y Cuenca fue dirigir la defensa de BBVA en la tormenta de las cláusulas suelo, medrando con políticos del PSOE y del PP para evitar que el Real Decreto aprobado tras la sentencia del Supremo –que declaraba nulas estas cláusulas– exigiera a la banca la devolución inmediata del dinero a los clientes. Su imagen de economista de izquierdas moderado le ha servido para mantener una cierta equidistancia que le ha resultado muy útil en su carrera. En el PSOE hay quienes le consideran incluso “un peligroso neoliberal”, pero en realidad es un firme defensor de ese capitalismo de Estado que está en la base de la destrucción de la sociedad moderna.
La ruptura con Sánchez fue solo temporal, ya que tras la moción de censura que acabó con el Gobierno de Rajoy, el nuevo inquilino de La Moncloa le ofreció volver a la primera línea política y ocupar una cartera ministerial. Con Miguel Sebastián amortizado tras el fiasco de las renovables y Pedro Solbes jubilado no le quedaban muchas opciones al líder socialista. Aunque siempre lo ha negado, la realidad es que Sevilla le dijo que no estaba dispuesto a ser ministro de un Ejecutivo con 84 diputados que iba a durar poco y que, además, le exigiría una permanente bronca parlamentaria con el correspondiente desgaste profesional y personal que ello conlleva.
Fue entonces cuando le tocó la Lotería al ser nombrado presidente de Red Eléctrica, empresa en manos del Estado en la que tiene un sueldo anual que supera el medio millón de euros. Suponemos que habrá escondido en su biblioteca su apreciada edición de El Capital para que no le genere cargo de conciencia cada vez que compruebe su saldo bancario. Seguramente lo habrá sustituido por algunas de esas novelas negras protagonizadas por Philip Marloweque le gustan tanto. O quizás haya puesto en su lugar La joven de la foto (Ellago, 2013), unlibro de su puño y letra en el que su alterego,el detective Ricki Trullos, destapa casos de policías corruptos, lucha contra malvados especuladores, investiga a capos del narcotráfico y flirtea con rubias de infarto.
Casado y padre de tres hijos adoptivos, en la vida real Sevilla está lejos de ser como el protagonista de su novela. Es un hombre de familia y un adelantado a su tiempo cuando en 1995 amenazó a Pedro Solbes con su dimisión –cuando era su jefe de gabinete– si no le permitía salir a una hora prudente del Ministerio para poder bañar a su primer hijo. Según ha revelado el propio Sevilla, el ministro le dijo que no aceptaba la dimisión “ni de coña” y le permitió salir a las 19:30 horas. Dicho y hecho. Tan sólo se vio obligado a encajar con deportividad los comentarios irónicos de sus compañeros del comité de dirección.
La mujer de Sevilla es una economista madrileña y coruñesa de adopción cuya familia tiene una finca en el municipio coruñés de Cambre. En contra de lo que mucha gente piensa, durante los veranos de las últimas décadas el presidente de Red Eléctrica ha cambiado las orillas del Mediterráneo por las del río Mero. El pueblo le encanta porque puede desconectar del trabajo, pasear, salir a comer con su familia y disfrutar del aire libre en compañía de los libros. A sus hijos también les encanta Galicia y disfrutar de la finca de Cambre.
Aunque en junio de 2017 renegó de El País porque el diario de Prisa calificó a Pedro Sánchez de “sectario”, la verdad es que ha sido incapaz de dejar de hojearlo cada día. Y su afición por Twitter se ha convertido casi en una obsesión, hasta el punto de que opina sin miramientos de política y economía sin ser consciente de que como presidente de una empresa cotizada debería hacer gala de una mayor cautela. Una de sus aficiones ocultas es la colección de plumas estilográficas y de discos de vinilo. Le encanta la música pero dice que baila muy mal y es difícil verle soltarse la melena. Ni siquiera en las fallas –que admite haber descubierto ya con unos añitos encima– se permite desfasar más de la cuenta.
Si tras las elecciones del próximo 28 de abril el PSOE es desbancado del poder Jordi Sevilla deberá preparar las maletas para, más tarde o más temprano, dejar su puesto en Red Eléctrica y perder sus enormes emolumentos. Pero no tengan ninguna duda de que sabrá dar con sus huesos en algún sitio en el que pueda seguir sentando cátedra desde su atalaya de cristal y sentir que participa en el diseño inteligente del mundo. A sus allegados les dice con frecuencia que tiene la sensación de haber vivido varias vidas, y efectivamente ha sido así. Tal como señala en su blog “sigo creyendo que aún tengo mucho por hacer. Es más, pienso que me queda por hacer tanto o más que lo ya hecho”. Tomen nota.