Una verdad oculta durante 14 años que hoy ve la luz. La información que hoy publica MONCLOA.COM da nuevas pistas y señala claramente el camino para reabrir la investigación del incendió del Windsor.
No corresponde a la empresa editora de este medio ni hacer justicia ni señalar a nadie. A la vista de esta información corresponde a la Fiscalía y a la Audiencia Nacional hacer su trabajo al igual que nosotros hemos hecho el nuestro. Hemos puesto a disposición de las autoridades competentes toda la información que exponemos a continuación.
EL INCENDIO
La catástrofe comenzó la noche del 12 de febrero de 2005. La alarma antiincendios alertó a los vigilantes del edificio que, según declararon en la instrucción judicial, se correspondía a la planta 21ª. En uno de los despachos, uno de ellos vio una llama que ascendía desde el suelo.
A partir de ahí, el fuego se descontroló y ascendió, hasta acabar con el derrumbe de las plantas superiores. A la espectacularidad del incendio se sumó la grabación de unas imágenes por vecinos de la zona en la que se podían ver lo que parecían personas dentro del edificio. Los informes técnicos señalaron que se trataba de reflejos que provenían de la calle, proyectados sobre los cristales del edificio.
No sería la única sorpresa. Al revisar las ruinas, salió también a la luz que se había realizado un butrón en la planta que daba al garaje. Por el agujero apenas cabía con dificultad una persona delgada y fue realizado de dentro hacia afuera. En aquel momento se especuló con que alguien lo hiciera sencillamente para comprobar qué había al otro lado, pero es otra de las incógnitas de este siniestro.
WINDSOR ¿INCENDIO INTENCIONADO?
En 2005 España tenía aún muy reciente (estaba a punto de cumplirse un año) la herida de los atentados del 11-M, que golpearon Madrid. El primer rascacielos que se consumía entre las llamas en España recordaba otros hechos recientes, también terroristas, como la caída de las Torres Gemelas de Nueva York el 11-S del año 2001.
Así que, la posibilidad de que se tratase de un atentado, o que hubiera podido ser un incendio intencionado tras el que se encontraran intereses económicos (como los de la familia Reyzábal, dueña de un edificio ya avejentado; o de Francisco González, debido a la desaparición de los documentos de la auditoría de Deloitte, por ejemplo) sobrevoló el suceso y la investigación policial y judicial.
Entonces ya se sabía que en este complejo de cristal se encontraban las oficinas centrales de Deloitte. También se sabía que en sus manos se encontraba una documentación muy sensible: el soporte documental con el que se realizó la auditoría de la firma FG Valores, vendida a Merrill Lynch en 1996.
La Fiscalía Anticorrupción había pedido estos documentos a la auditora Deloitte un día antes del siniestro. Lo que investigaba el ministerio público podía poner en un serio aprieto al presidente del BBVA, Francisco González, conocido por todos como FG, igual que la empresa que vendió a Merrill Lynch en los noventa.
Pocas semanas después, Deloitte confirmó a la Fiscalía lo que todos daban ya por hecho, que los papeles habían sido destruidos entre las impresionantes llamas que estuvieron a punto de provocar un reflejo del 11-S en España, con un rascacielos desmoronándose hasta sus cimientos. Cualquiera que estuviera observando desde las ventanas de los edificios cercanos, como podría haberlo hecho el propio FG desde su torre del BBVA, podía dar fe de ello.
También era conocida entonces la relevancia que la operación de venta de FG Valores a Merrill Lynch. La investigación debía aclarar si pudo haber un desfase contable de 757 millones de pesetas de la época, equivalente a 4,5 millones de euros. El resultado podía ser dinamita pura en el ataque organizado en aquellas fechas para hacerse con el poder del banco por parte de Sacyr, aliado con las antiguas familias de Neguri, el exclusivo barrio bilbaíno, cuna de los accionistas históricos del banco.
LA FISCALÍA Y LOS PAPELES DEL WINDSOR
Efectivamente, las presuntas irregularidades en la venta de FG fueron denunciadas a la CNMV. Tras archivarse el caso en este organismo, el asunto pasó a manos de la Fiscalía Anticorrupción, lo que podía desestabilizar completamente la posición de Francisco González, que se encontraba enrocado en su torre.
Pero lo que no se sabía entonces es que el BBVA de Francisco González había contratado al comisario José Manuel Villarejo. Tampoco era conocido hasta qué punto usó sus servicios para desestabilizar el asalto de Sacyr y neutralizar los ataques que pudiera recibir, como han revelado los documentos publicados por MONCLOA.COM.
El banco de Francisco González no contrató a los mejores asesores financieros para defenderse del ataque. Contrató los servicios de un policía, que desplegó un impresionante dispositivo para controlar comunicaciones telefónicas, realizar seguimientos personales e intentar extorsionar a aquellas personas que consideraba relevantes en la operación.
BBVA pagó a Villarejo, solo entre 2012 y 2017, unos cinco millones de euros. Una cantidad altísima, abonada incluso cuando el comisario ya estaba en prisión, que ahora cobra un nuevo sentido a la luz el documento sobre la «acción final», que pone el foco sobre el incendio del Windsor. Los pagos de los años anteriores no están claros aún, aunque MONCLOA.COM publicó borradores de contratos por este proyecto de investigación por al menos 510.000 euros.
Tampoco se sabía entonces que este despliegue defensivo estaba protagonizado por quienes habían tenido altas responsabilidades en la Policía. Villarejo, como atestiguan los documentos, trató de estos trabajos para el BBVA con su jefe de seguridad, Julio Corrochano, que había sido comisario de la Comisaría General de Policía Judicial.
Curiosamente, otro expolicía consiguió ampliar los contratos que sus empresas tenían con El Corte Inglés. Fue gracias a lo que se conoció como el acuerdo Windsor, al que llegaron las aseguradoras y las empresas de seguridad afectadas por el incendio. Se trataba de Juan Carlos Fernández Cernuda, que era también jefe de seguridad de los grandes almacenes. Una auditoría externa y dos internas de El Corte Inglés concluyeron que no hubo irregularidades, sostuvieron que se había realizado una gestión adecuada de aquellos contratos, conforme a la ley, y que ni Fernández Cernuda ni sus empresas se vieron beneficiadas.
Tras el incendio, El Corte Inglés compró el solar del Windsor para ampliar sus locales comerciales.
Ahora sabemos, por los documentos a los que ha tenido acceso MONCLOA.COM, que Villarejo presuntamente quiso destruir o reemplazar los documentos de la auditoría de Deloitte, como indica la nota escrita sobre «Firma de Auditoría DEL». Este era uno de los principales objetivos de su trabajo. Durante el encargo del BBVA, el comisario se dedicó a conocer con detalle los pasos que dieron los protagonistas de la denuncia ante la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), construida sobre esta documentación. Anular la potencia de fuego del enemigo era fundamental en esta guerra.
De ahí que Villarejo se empeñara en retirar del camino tan serio obstáculo para la trayectoria de Francisco González. Para ello llegó a espiar conversaciones de miembros del grupo PRISA (la cadena SER llevó a la CNMV documentos de Merril Lynch sobre las presuntas irregularidades) o realizar seguimientos al vicepresidente de este organismo regulador, Carlos Arenillas.
Según una grabación que publicó en su día MONCLOA.COM, el jefe de seguridad del banco, Julio Corrochano, le indicó a Villarejo que tenía que ser más conciso en los informes que entregaba, porque “mi presidente” no tenía tiempo para leer nada más que la relación de acciones que había llevado a cabo.
EL ‘PROYECTO TRAMPA’ SE CONVIERTE EN ‘PROYECTO FG’
De lo que se trataba era de dar cuenta del resultado concreto del trabajo realizado. El fruto de esa orden fueron los documentos con el título de «sinopsis» que elaboró Villarejo. En ellos hizo una relación de actuaciones realizadas para el BBVA, en las que incluyó los contactos, infiltraciones, penetraciones, acercamientos, vigilancias, análisis y viajes, control de comunicaciones (unas 16.000 llamadas), acciones de boicot, control de riesgos críticos e informes.
Estos folios contienen todo lo realizado por un dispositivo que, según otros papeles de Villarejo, tenía unos recursos impresionantes, entre los que destacaron ocho equipos de personal especializado, doce coches, cinco motos y material electrónico para grabaciones y vigilancia y control.
La extensa y desordenada documentación de Villarejo, a la que ha tenido acceso este medio, ha sido expurgada hasta acceder a aquellos papeles donde explicó al detalle tanto el operativo montado al servicio del BBVA como los resultados de sus operaciones.
Entre los documentos publicados ya hace un mes por MONCLOA.COM se encontraba una sinopsis en la que aparecía un misterioso párrafo (pinche aquí para leer el documento) que, por sí sólo, no indicaba más que Villarejo había realizado acciones secretas de las que ni siquiera quería hacer referencia en los documentos presentados al banco. En principio, no parecía posible conocer a qué acciones se refería.
Así, el informe de Villarejo dice -respetando su puntuación y mayúsculas usadas-: “Esta sinopsis no pretende ser del todo exhaustiva, toda vez que PARTE de las ACTUACIONES realizadas y de los DATOS FACILITADOS no se han archivado por obvias MEDIDAS DE SEGURIDAD (Por ello no pueden ahora recogerse exhaustivamente).”
El comisario da cuenta de que “El objetivo de este proyecto se ha CUMPLIDO TOTALMENTE, por lo que este GIA ya ha FINALIZADO su cometido”. Las siglas GIA se corresponden a lo que denominó Grupo de Inteligencia y Análisis, su equipo de trabajo en esta misión encomendada por el BBVA.
En todo caso, el trabajo iba a continuar. Villarejo señaló que “no obstante (y por deferencia hacia T), se continuará la labor hasta conseguir el máximo de las nuevas actuaciones solicitadas (por ahora pendientes)”. ‘T’ o también ‘Tommy’ es identificado en la documentación de Villarejo sobre este caso como Julio Corrochano, el jefe de seguridad del BBVA en aquel momento y la persona con la que Villarejo despachaba.
Posteriormente, la investigación realizada por MONCLOA.COM ha descubierto un nuevo documento que es crucial (pinche aquí para leerlo). Es muy parecido al anterior, menos en el párrafo final, que tiene una redacción diferente. Ahí es donde el comisario José Manuel Villarejo anotó en el resumen de conclusiones de los trabajos para el BBVA una contundente “acción final” que consistió en “eliminar rastros documentales de la Firma de Auditoría DEL.”
Este último párrafo describe, en su transcripción literal, el «intento de sustitución de soportes documentales originales, en su defecto eliminación física de los mismos. Si comunicar ni fecha ni procedimiento del sistema operativo para conseguir su destrucción». El texto incluye una errata -a juicio de este medio- en la que, donde dice «Si comunicar…» debe decir «Sin comunicar…».
Aunque todo el dispositivo fue bautizado por Villarejo como el proyecto Trampa, este archivo de resumen de todo el trabajo realizado, llamado Trampa-Sinopsis-FG, se titula, de forma novedosa, como “Proyecto FG”, las iniciales de Francisco González y también de su firma de bolsa. El documento está fechado el 26 de febrero de 2005, unos días después del incendio de las oficinas de Deloitte en el edificio Windsor (ver abajo).
Con el descubrimiento de este documento y su comparación con el otro cobran sentido, por lo tanto, estos párrafos: en un documento con fecha 26 de febrero, Villarejo rebautizó su operación como «Proyecto FG» y redactó un párrafo que lleva a pensar que la acción final de su operativo había sido eliminar los documentos de Deloitte.
Un mes más tarde, el 30 de marzo, rehace su contenido, vuelve a la denominación «Proyecto Trampa», el nombre que llevó toda la operación para desestabilizar la operación de asalto al BBVA por parte de la constructora Sacyr y sus aliados. Aquí hace desaparecer la confesión de la destrucción de documentos. En su lugar, advierte que, por motivos de seguridad, no todas las acciones quedan reflejadas, y certifica que el objetivo se ha «cumplido totalmente». La sucesión de los informes y el cambio de párrafos se condensan en la siguiente imagen:
El último «rastro documental» que quedaba de la venta de FG Valores a Merrill Lynch era el que sirvió de base para realizar la auditoría de Deloitte. Si había existido el presunto desfase contable de 757 millones de las antiguas pesetas, las pruebas se encontraban ahí.
Al día siguiente de que Anticorrupción le pidiera los documentos a la compañía auditora, los papeles se convirtieron en humo en el incendio del edificio Windsor. Asimismo, un día después de que se apagaran los últimos rescoldos del incendio, Sacyr decidió abortar el asalto a la cima del BBVA.
Lo que sí se hizo oficial un mes y medio más tarde es que la auditora Deloitte comunicó a la Fiscalía Anticorrupción que los documentos que le había pedido de la auditoría realizada a FG Valores se habían quemado en el incendio de la torre Windsor. Sólo existía documentación en papel y no había copias.
Además del rastro que dejó Villarejo en estos documentos, MONCLOA.COM tiene conocimiento de que, entre la ingente documentación sobre el BBVA, se encuentra una carpeta llamada ‘W’ en la que guardó una extensa recopilación de las noticias aparecidas en la prensa sobre este suceso, particularmente la investigación sobre la causa del fuego.
El misterio sobre el origen del incendio no se resolvió nunca. De nada sirvieron los recursos contra el cierre de la instrucción judicial presentados por Deloitte, y el resto de perjudicados por el incendio. El juzgado de instrucción 28 de Madrid dio carpetazo al asunto “al no aparecer debidamente justificada la perpetración de acción penal”. Deloitte y otros perjudicados en el incendio, como Ason Inmobiliaria, la dueña del edificio, pidieron que siguieran las indagaciones, ya que, en su opinión, quedaban por cerrarse informes periciales, visionado de imágenes o declaraciones de los empleados de limpieza.
“La destrucción total de la planta 21 hace del todo imposible desde el punto de vista técnico señalar con exactitud la fuente de calor”
Sin embargo, el juez consideró que “la destrucción total de la planta 21 hace del todo imposible desde el punto de vista técnico señalar con exactitud la fuente de calor”. Y esto a pesar de que las empresas que recurrieron se quejaron de que el juez se centró en la propagación y los intentos de extinción del incendio, pero no en la causa del mismo.
La causa no se supo, pero eso también significaba, según los peritos de la policía científica, que adjudicar la culpa a un cigarrillo mal apagado por una empleada de Deloitte que estuvo trabajando hasta poco antes de declararse el incendio sería sólo una hipótesis y nada más. Adjudicar la culpa al cigarrillo era, en cualquier caso, muy extraño. Sería la primera vez que una colilla acababa con todo un rascacielos. ¿Cuántos tenían que haber ardido en una época en que no estaba prohibido fumar en espacios públicos cerrados?
Eso sí, la investigación descartó que el hecho de que el edificio estuviera en obras perjudicara al caudal de agua de las bocas de incendio, ya que durante la hora y media en la que se atacó el fuego desde el interior del edificio, los bomberos pudieron progresar en la extinción.
El Windsor era un edificio que no contaba con compartimentos estancos. Sus falsos techos sirvieron para que el fuego se propagase con gran rapidez. Estos cayeron durante la extinción sobre los bomberos, lo que provocó la orden de retirada del interior del edificio y la decisión de intentar apagarlo o mantenerlo a raya desde el exterior. Una decisión que fue muy polémica.
Si las figuras que se vieron en el edificio durante el incendio eran reflejos proyectados desde la calle o personas que se encontraban dentro, el misterio no quedó aclarado. La propietaria del inmueble quiso saber quién informó y por qué, desde la central del cuerpo de bomberos, que las personas que decía estar viendo en el edificio eran bomberos, ya que la policía científica mantiene que eran reflejos. La Justicia no quiso seguir esta pista porque, en su opinión, “en modo alguno puede tener incidencia en las causas del incendio”.
Entre las controversias a que dio lugar el incendio se encuentra la del papel de los vigilantes de seguridad. El juez no encontró ninguna irregularidad en su actuación, frente a lo que sostuvieron los peritos de la aseguradora Allianz, que pusieron el foco en conocer por qué el vigilante que llegó a la planta 21 y vio el fuego no pudo abrir la puerta para apagarlo.
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