Hay momentos impactantes en la vida en los que a todos se nos queda grabado donde estábamos. Para el que la vivió, la muerte de Kennedy es un ejemplo claro de ello. Yo nací 10 años después de la desaparición de John Fitzgerald Kennedy, pero en mi generación todos sabemos donde estábamos cuando se produjo el ataque del 11-S a las Torres Gemelas, o como y donde nos enteramos del 11-M al producirse los atentados de Atocha, en Madrid. Del mismo modo todos recordábamos donde estamos ese sábado 12 de febrero del 2005, cuando el Windsor ardió durante horas y se consumió delante de nuestros propios ojos.
Esa noche la televisión lo retransmitió en directo. Hasta programas del corazón, como Salsa Rosa emitieron el siniestro. Hoy la imagen de aquel gigante de acero y hormigón consumiéndose, es ya un icono en la mente colectiva de Madrid, y de todo el país.
Al apagarse las llamas quedaron las preguntas. Un edificio antiguo, sin sistemas de seguridad adecuados. Una actuación poco afortunada de los bomberos, y la consecuencia de decenas y decenas de millones de euros calcinados. A este respecto, y para comprender con detalle la magnitud del siniestro, recomiendo leer hoy el artículo de Valentín Bustos en MERCA2, “Todos los millones que se quemaron con el Windsor”
Como no puede ser de otra forma, muchos perdedores en un primer momento. La familia Reyzabal, propietaria del inmueble, El Corte Inglés, empresas como Deloitte que tenían alquilada una importante parte del edificio, las aseguradoras, los comerciantes de la zona… La buena noticia fue qué no hubo que lamentar pérdidas personales. La fortuna hizo que el edificio ardiera en un momento extraño, a las 11 de la noche de un sábado cuando los 1.500 empleados que trabajaban allí estaban descansando con sus familias. Singular, pero afortunada “casualidad”.
La imagen de aquel gigante de acero y hormigón consumiéndose, es ya un icono en la mente colectiva de Madrid, y de todo el país.
Las siguientes semanas y meses, mucha rumorología. Mucha teoría de la conspiración -debemos ponernos en situación en el año 2005, tan sólo cuatro años después de los atentados de Nueva York y un año después de los atentados de Atocha en Madrid-.
Tras una amplia investigación, llegó la versión oficial. No se trataba de un atentado terrorista. No se encontraron acelerantes del fuego, ni restos de material pirotécnico. El Windsor había ardido posiblemente por una colilla mal apagada. Recuerdo que en aquel entonces pensé: “Si una colilla mal apagada, acaba con un edificio de 32 plantas, estadísticamente no debería quedar ninguno en pie en todo el mundo”.
Hablar de aquella colilla en un edificio devastado del que no quedó nada, era la manera que tenían los investigadores de decirnos que no sabían que había pasado realmente y que no se encontró nada raro. Pero claro, ellos buscaban una acción terrorista. Los españoles «compramos» ese argumento con el alivio de saber que no habíamos sido de nuevo objeto de un ataque, con las heridas del 11 de marzo aun abiertas de par en par.
La colilla y ese argumento quedaron negro sobre blanco en informes y periódicos de la época. Y así la historia ha perdurado durante catorce años y ha llegado a nuestros días. Pero mañana, cumpliéndose el XIV aniversario del incendio del edificio Windsor,
MONCLOA.COM aportará nueva y sorprendente documentación que reabrirá el debate, y posiblemente la investigación.
La realidad siempre supera a la ficción, y todos los españoles tenemos derecho de conocer toda la verdad. Y desde estas líneas haremos lo posible porque así sea.