viernes, 22 noviembre 2024

Estos son los factores que favorecen el desarrollo del CIR en los embarazos

El crecimiento intrauterino restringido (CIR) es una condición en la que el crecimiento del bebé se ralentiza o cesa en el útero: por debajo del percentil 3 para esa edad gestacional. Es un problema relativamente común, afecta en sus diferentes grados a un 8-10% de los embarazos.

La Dra. Vanesa Núñez, especialista del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Quirónsalud San José, dirigido por el Dr. Juan José López-Galián, advierte de que “deben diferenciarse de lo que se denomina “fetos pequeños para edad gestacional”, que son aquéllos cuyo crecimiento está por debajo del percentil 10 pero es superior al percentil 3 para esa edad gestacional y que no tienen ningún problema como tal -posiblemente sean bebés normales para la talla y el peso de sus progenitores-“. No obstante, a estos “fetos pequeños para edad gestacional” se les hace también un seguimiento de crecimiento por si en su evolución acabaran desarrollando un CIR.

Quiron Salud
Dra. Vanesa Núñez, especialista del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Quirónsalud San José

FACTORES DE RIESGO

La causa más común es un problema en el funcionamiento de la placenta, que es el tejido que transporta el alimento y el oxígeno.

En todo caso, se debe iniciar un estudio completo destinado a descartar causas de origen materno, fetal y genético, sobre todo si el inicio del CIR ha sido muy precoz.

Entre los factores maternos destacan la edad de la madre (menores de 16 y mayores de 35 años), el bajo nivel socioeconómico, períodos de menos de 6 meses entre dos gestaciones, el consumo de tabaco, alcohol o drogas, el uso de determinada medicación por parte de la madre, algunas enfermedades maternas como asma, hipertensión arterial, diabetes previa a la gestación, enfermedades renales, preeclampsia, entre otras o la presencia de infecciones en la madre (toxoplasmosis, citomegalovirus…).

Como factores fetales encontramos anomalías cromosómicas -como el síndrome de Down-, síndromes genéticos complejos, anomalías congénitas (cardíacas, neurológicas, abdominales…), casos de gestación múltiple, infecciones congénitas (malaria, VIH, sífilis…) o enfermedades metabólicas.

DIAGNÓSTICO, SEGUIMIENTO Y, PRONÓSTICO

La prueba principal que establece el diagnóstico es la ecografía: las medidas que se realizan del bebé permiten calcular un peso fetal estimado y en función de unas tablas ajustadas según el sexo y la población a la que pertenece (no es los mismo el peso de niños africanos que caucásicos, como tampoco se puede comparar nuestra población con tablas de pesos de niños norteamericanos) permite establecer en qué percentil de crecimiento está el bebé.

En estos casos hay que completar el estudio de crecimiento fetal con el estudio Doppler, que se hace durante la misma ecografía y permite estudiar el funcionamiento de la placenta y de manera indirecta el grado de oxigenación del bebé.

Una vez establecido el diagnóstico, dependiendo de la gravedad y del momento de aparición del retraso de crecimiento, se pueden realizar una serie de pruebas para valorar si existe alguna causa de las mencionadas.

Estas pruebas serían la amniocentesis (casos graves y por debajo de la semana 26), analítica completa con estudio de las posibles infecciones (toxoplasmosis, citomegalovirus, descartar preeclampsia…) y por último, repetir la ecografía morfológica completa.

Según se van recibiendo los resultados de estas pruebas, que se irán valorando en la consulta, los controles de crecimiento y Doppler se irán pautando según la gravedad del caso, que pueden ir desde cada 2 semanas hasta controles semanales o, en situaciones muy severas con bebés muy prematuros, de manera diaria.

En todos los casos el seguimiento y el momento de finalización de la gestación es consensuado con todo el equipo de perinatología, que incluye no sólo a los Obstetras y Especialistas en Diagnóstico Prenatal sino también al equipo de Neonatólogos, de manera que todo esté preparado para el momento del parto. Como aclara la Dra. Núñez, “no siempre se indica una cesárea, sólo en caso de bebés muy prematuros o de peso muy bajo, así como cuando las alteraciones que presenta la placenta hacen difícil el parto vaginal o si se detecta alguna alteración durante el parto”.

Producido el nacimiento, el bebé será atendido por el equipo de Neonatología, que hará las valoraciones iniciales y decidirá la necesidad de ingreso, en función de la prematuridad, el peso del bebé al nacer y cómo se adapte a respirar. Durante su seguimiento también podrán solicitar las pruebas que completen el estudio del bebé, sobre todo durante los 2 primeros años de vida.

Cada vez se da más importancia al seguimiento postnatal de los bebés que han sido CIR, dado que han sufrido intraútero restricciones de alimento y oxígeno, situaciones a las que se han ido adaptando, modificando el desarrollo de sus órganos y el funcionamiento de sus genes (cambios epigenéticos). Estos cambios influyen en el desarrollo de sus órganos importantes como el cerebro, el corazón y el metabolismo, por lo que presentarán mayor predisposición a desarrollar problemas de salud como diabetes, hipertensión, obesidad o dificultades de aprendizaje, entre otros.

Sin embargo, no es una enfermedad establecida, sino una predisposición, por lo que los primeros años de vida del niño son muy importantes, estableciendo hábitos de vida saludable, en los que se hace fundamental promover la lactancia materna y medidas de estímulo precoz.

 


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