Un pueblo perdido en mitad de Castilla. Media docena de ancianos charlando a media tarde. Es la ‘España vacía’, que envejece y agoniza en una crisis silenciosa. La España rural, que muere demográficamente a un ritmo de cinco habitantes menos cada hora. De los últimos datos oficiales del INE se desprende que el problema, lejos de frenarse, se sigue acentuando.
La mitad de los municipios españoles cuentan con menos de 1.000 habitantes. “El Estado nos abandonó hace mucho tiempo. Hemos llegado a ser cinco empadronados en el pueblo ¿Y qué ocurre en España cuando no hay población? Que quitan todos los servicios”, se lamenta un vecino de un pequeño pueblo segoviano. Y añade: “Sobra palabrería hueca y faltan medidas concretas. Solo se acuerdan de nosotros para votar”.
Envejecimiento, salida de población joven, caída de la natalidad y baja densidad demográfica son los ingredientes de la ‘tormenta perfecta’. Las causas de la conversión de las provincias del interior de España en desiertos demográficos, según la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
El gran éxodo del campo a las ciudades que ha herido de muerte a miles de pueblos comenzó en los años 50 del pasado siglo XX. Desde entonces, el proceso de despoblación del medio rural ha sido muy intenso y rápido, hasta el punto de que el 53% del territorio está en riesgo de despoblación severa. Menos jóvenes, menos niños, menos vecinos.
Lo saben muy bien plataformas como “Teruel Existe”, “Soria Ya!”, o “Foro por Zamora”, nacidas para defender las provincias más castigadas. Los epicentros de la España vacía que describía Sergio del Molino en un ensayo. También lo ven a diario iniciativas como las furgonetas La Exclusiva, un novedoso proyecto de innovación social que busca reducir la despoblación en la provincia de Soria suministrando a 1.000 familias de pueblos perdidos todo lo que necesitan, desde alimentos, a libros y muebles. Según su fundadora, Victoria Tortosa, “se puede tener un proyecto sostenible en un pueblo. Solo hay que saber qué se necesita e ir a por ello. De momento, hemos conseguido que muchos mayores vuelvan de la ciudad a sus pueblos de origen”.
La empresa ya ha ampliado su radio de acción a Burgos. “Queremos que antes de 2030 haya Exclusivas en todas las zonas escasamente pobladas. No sólo de España, sino también de Europa”, comenta su creadora. “Un pueblo solo puede sobrevivir si es atractivo compitiendo con la ciudad, y eso supone crear una economía rentable y sostenible, no algo artificial que se mantenga con subvenciones. Hay mucha gente con ganas de invertir en proyectos rurales bien diseñados”, comenta.
PRIMERA ESTRATEGIA NACIONAL
El 17 de enero de 2017 la Conferencia de Presidentes Autonómicos encomendaba al Gobierno elaborar una ‘Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico’ en colaboración con las Administraciones Públicas. En aquella reunión la despoblación estuvo, por fin, en el centro de la agenda política española por sus implicaciones en la financiación autonómica.
La situación se catalogó como un reto de Estado. Gobiernos regionales como los de Castilla y León, Aragón, Castilla-La Mancha o Galicia pusieron sobre la mesa la necesidad de analizar los sobrecostes que conlleva mantener los servicios públicos y las infraestructuras en los núcleos rurales menos habitados.
Diez días después, el Consejo de Ministros creaba, a través de un Real Decreto, una nueva figura: el Comisionado del Gobierno frente al Reto Demográfico. Al frente del organismo, Rajoy colocó en enero de 2017 a la senadora popular Edelmira Barreira con el mandato de elaborar la Estrategia Nacional que, casi dos años después, aún no se ha presentado.
Lo que se planteó y aprobó en aquella reunión de presidentes autonómicos todavía no se ha cumplido. A Barreira le sustituyó en el cargo, el pasado 2 de julio, Isaura Leal, que sí ha puesto fecha: la Estrategia Nacional para hacer frente a la despoblación se presentará en la primavera de 2019. “Esperamos alcanzar un alto grado de consenso para sacarla adelante con el apoyo de las Comunidades Autónomas y con las entidades locales representadas a través del FEIMP. Vamos a tratar no sólo de mantener la población, sino de atraerla”, aseguraba Leal.
La ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, espera que el documento esté listo antes de las elecciones autonómicas y municipales del mes de mayo, a expensas de que ningún proceso electoral «distorsione el objetivo”.
Isaura Leal es la Comisionada del Gobierno frente al Reto Demográfico desde el pasado mes de julio
Tras el declive poblacional hay una doble problemática de raíz compartida: la crisis de natalidad y la severa despoblación que barre las áreas rurales. Según las últimas proyecciones del INE, España contará con 49 millones de habitantes en 2033 y uno de cada cuatro tendrá 65 años o más. “Para decenas de pueblos, quizás cientos, es muy posible que ya sea tarde. Para varios miles de los que están en riesgo sí hay remedio. Pero para eso hacen falta urgentes políticas de Estado, porque el problema demográfico es un problema de Estado de primer orden”, afirma el presidente de la Comisión de Despoblación de la FEMP, Juan Antonio Sánchez Quero.
En este punto, hay que recordar la existencia, a nivel estatal, de una Ley de Desarrollo Rural aprobada en 2007 por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pero ausente durante esta década. Desde su aprobación, las medidas concretas para frenar la despoblación han brillado por su ausencia. Con la Estrategia Nacional, el Gobierno quiere impulsar políticas, tanto en el ámbito de la natalidad como de la migración, la vivienda, el empleo o la cultura, pero también en lo referente a la fiscalidad y a la financiación autonómica.
DESPOBLACIÓN Y ENVEJECIMIENTO: UN DOBLE EFECTO LETAL
Los datos del censo oficial de población recogidos por el INE son demoledores. El 90% de la población (42 millones de habitantes) reside en 1.500 municipios que se concentran en un 30% del territorio. Hay comarcas en España con una densidad de población inferior a las más deshabitadas de Laponia o del norte de Finlandia. En Aragón y Castilla y León se registran casos extremos.
Teruel tiene el 4% de su población en municipios de menos de 100 habitantes. En Soria, este porcentaje se eleva al 5,8%. Hay muchos pueblos con un niño, sus cuatro abuelos y sus ocho bisabuelos. En 4.800 municipios, más de la mitad, el índice de envejecimiento supera ya los dos mayores por cada menor de 15 años. Y, lo que es peor, en muchos municipios no está asegurado ni el relevo generacional.
Las cifras hablan por sí mismas. En su primera comparecencia en la Comisión Especial para la Evolución Demográfica en España el pasado mes de octubre, Isaura Leal, daba datos sobrecogedores. “Si hace unos años un abuelo iba al parque con varios nietos, hoy, un nieto va con sus cuatro abuelos… Estamos ante el mayor reto del país en las próximas décadas, que exige la implicación de todos los poderes públicos: Estado, Comunidades Autónomas y entidades locales. Es un tema que afecta a todo el país y un proyecto a corto, medio y largo plazo. Aquí no hay varitas mágicas ni recetas únicas”, advertía la Comisionada.
Si hace años un abuelo iba al parque con varios nietos, hoy, el nieto va con sus cuatro abuelos
Por un lado, España pierde población. Desde hace dos años, nuestro país registra más muertes que nacimientos. Las previsiones apuntan a que España pasará de tener 46 millones de habitantes a 41 millones en 2065. Las mujeres apenas tienen 1,34 hijos cada una y se necesitaría que llegaran a tener 2,1 para equilibrar la balanza.
Además, España es el segundo país del mundo con mayor esperanza de vida al nacer con una media de 83 años, situándose ligeramente por detrás de Japón y al mismo nivel que Suiza, según datos de la OCDE. Difícil ecuación. La consecuencia es que en 2050 habrá más de 15 millones de mayores, el 35,7 % de la población, con nuevas necesidades y con una mayor demanda de bienes y servicios. El desequilibrio demográfico que implica una población envejecida pone en jaque la salud de las cuentas de la Seguridad Social.
LOS SOBRECOSTES DE “LA ESPAÑA VACÍA”
La demografía es, sin duda, una de las claves de los sistemas de pensiones de reparto como el español. Los problemas que acarrea el envejecimiento sobre el gasto público ya han sido objeto de advertencias desde los organismos internacionales. Un escenario que, como plantea Salvador Perelló, profesor de Sociología de la Universidad Rey Juan Carlos, en su estudio sobre la ‘Evolución de la Estructura Demográfica en España’, «es más que preocupante, porque no importa tanto que haya más o menos personas jóvenes, sino que esos jóvenes carezcan de acceso a un trabajo estable, de calidad y con el que puedan aportar fiscalmente al sostenimiento del sistema«.
La despoblación duplica el coste de servicios públicos básicos como Sanidad y Educación
El diagnóstico parece claro pero… ¿y el tratamiento? ¿Hay solución a la despoblación? ¿Puede un país renunciar a buena parte de su territorio y de sus recursos? Los ‘sobrecostes’ que genera el reto demográfico a las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Diputaciones son abultados. España no puede permitirse el lujo de dejar morir a la mitad de sus municipios.
La despoblación tiene un alto precio, no sólo en términos humanos, sentimentales y culturales, sino también en pérdida de riqueza y en sobrecostes en la prestación de servicios públicos básicos como Sanidad, Educación y Servicios Sociales.
Aragón, por ejemplo, ha echado cuentas y calcula que su alta tasa de envejecimiento le provoca un gasto farmacéutico un 10% superior a la media española. Los mayores sobrecostes se dan en la enseñanza, donde Aragón tiene casi medio centenar de escuelas rurales que no pasan de seis alumnos y algunas, según el Gobierno regional, se mantienen solo con tres. El coste medio de un alumno en una escuela rural es más del doble que en la urbana: 3.000 euros frente a 8.000.
No se puede luchar contra el problema sin financiación, tanto desde el Estado como desde la UE. Sin inversión ni estímulos fiscales. La discriminación positiva es una de las ideas que más se oyen: IVA reducido al 7%, ayudas a los niños para ir al colegio, desgravación fiscal para empresas, subvención de transporte… Una deducción de la renta a personas y sociedades que se instalen en pueblos o bajar la cuota a los autónomos. En definitiva, un tratamiento especial que incentive el entorno rural, siguiendo el modelo de las Islas Canarias y Baleares.
MAÑANA SERÁ TARDE
El problema no es único de España, también lo sufren Alemania, Grecia, Italia o Reino Unido en sus zonas de interior. Para combatirlo, Reino Unido está implementando programas como ‘Rural Pathfinders’ o ‘Local Strategic Partnership’, modelos de desarrollo alternativos en el campo británico. En Alemania se implantó el ‘Rural Lens’ con bastante éxito y países como Finlandia o Países Bajos han imitado esa fórmula.
Como decía Leal, no hay varitas mágicas ni recetas únicas, pero falta un calendario serio a la hora de planificar medidas para hacer frente al reto demográfico en España, apostar por la ordenación territorial y porque la estrategia nacional no caiga en saco roto, en otro plan de diagnóstico sin implantar. Otro buen ejemplo es Francia, que ha conseguido que su población crezca al ritmo de un 1% anual en la última década.
Es urgente y posible pasar de las palabras a los hechos, con medidas concretas. La despoblación no deja de ser el síntoma de otra grave enfermedad, la desigualdad, que sufre el mundo rural frente a las ciudades. Quienes viven en pueblos de 50, 15 o 5 habitantes citan requisitos urgentes para evitar la sangría poblacional: conexión a internet, acceso a servicios básicos como sanidad, educación y transportes y perspectivas laborales. La sentencia a muerte de un pueblo se firma, recuerdan, en el momento en que cierra el único centro educativo.
“El pueblo necesita mayor confort: caminos, agua, buena tierra y posibilidades deportivas”, escribió Delibes en los años 60. Ahora, muchos ya tienen casi todo esto, pero se ven aquejados, como renegaba el novelista castellano, de un progreso que “calienta el estómago pero enfría el corazón”. Miles de pueblos de España agonizan y se acaba el tiempo para resucitarlos. Para volver a escuchar aquellas voces y risas lejanas de los niños que llenaban sus escuelas.