El prestigio de la monarquía en España está bajo mínimos. La abdicación de Juan Carlos I estuvo precedida por una concatenación de escándalos que se acumularon durante tres décadas y se silenciaron hasta que la crisis provocó un estallido social que tuvo consecuencias mediáticas.
Botsuana, Corinna y Urdangarin no ayudaban al buen nombre de la institución y Felipe VI recibió una peligrosa herencia, salvada en parte porque heredaba el silencio mediático de su padre (figura convertida en los últimos años en el ‘punching ball’ para ciertos sectores republicanos).
El vehemente mensaje del 3 de octubre no ayudó a que Felipe VI se convirtiera en la deseada figura de consenso que pusiera paz al pulso catalán y de hecho su mayor defensor en los medios de comunicación es el controvertido locutor Federico Jiménez Losantos, látigo de Juan Carlos I y ferviente republicano.
LA CAMPAÑA CONTRA LA MONARQUÍA
Izquierda Unida ha llevado a más de mil ayuntamientos una moción para debatir la idoneidad del sistema monárquico en el siglo XXI. Podemos apoya la campaña. No lo hace el PSOE, tal y como se evidenció en la filtración de un documento interno y en su castigo verbal a las Juventudes Socialistas por emprender una campaña para exigir la III República.
Su argumento es que «no es el momento», tesis que defiende el oráculo Iñaki Gabilondo, que hace unos días reprendía a los republicanos por sumarse en plena campaña junto al independentismo catalán, que auspició una reprobación del Parlament a Felipe VI.
El Parlamento de Navarra también ha exigido un referéndum con el apoyo contrario de los socialistas, que son citados como miembros insignes del «bloque monárquico», en palabras de Pablo Iglesias. En trece universidades españolas también se realizará una consulta simbólica, con evidentes tintes republicanos.
THE NEW YORK TIMES ACORRALA A ZARZUELA
La monarquía española siempre ha sido consciente de la fuerza de la prensa internacional y no ayuda a la subsistencia de la institución que Podemos exigiese que el CIS vuelva a preguntar por la valoración de la ciudadanía y que The New York Times haya dudado de su legitimidad en un reportaje.
La pieza, firmada por David Jiménez, tiene un titular que molestará a Felipe VI: «La monarquía española necesita un referéndum». NYT explica que «ni las tradiciones monárquicas ni la atención educativa que reciben los herederos garantizan que el cargo pase siempre a una persona con suficiente capacidad intelectual o moral. Lo contrario es más probable: que el trono sea ocupado, tarde o temprano, por alguien incompetente o corrupto».
Señala que en algunos sectores «ven las consultas como un ataque al corazón del Estado español. En realidad, harían bien en aceptar el envite: la monarquía necesita un referéndum para garantizar su continuidad a largo plazo y renovar su legitimidad democrática».
ABRIR LA INSTITUCIÓN
Aunque Jiménez señala que existen voces que piden «abrir la institución a la calle» y «huir del hermetismo que promueve su entorno más conservador y reanudando el impulso reformista de sus comienzos, abrazando incluso la idea de que al final su futuro sea decidido en un referéndum».
Sobre Juan Carlos I, NYT explica que «para muchos fue un adelantado a su época por la forma en la que comprendió que la monarquía sólo tenía sentido si demostraba su utilidad a la ciudadanía. Hay allí una enseñanza para Felipe VI. Los reyes modernos, además, deben estar dispuestos a medir esa legitimidad en las urnas».
SOLEDAD MEDIÁTICA
El desplante primaveral de doña Letizia a doña Sofía a las puertas de la Catedral de Palma evidenció que el apoyo mediático a la monarquía está bajo mínimos. Decía Miguel de Unamuno que a veces «el silencio es la peor mentira». Y de silencios saben mucho en Zarzuela.
Pero a veces desde el Palacio salen presiones, tal y como reconoció Paolo Vasile, que hace unos años fue acusado por Pilar Eyre por despedirle tras publicar ‘La soledad de la reina’. Varios libros similares al citado han arrasado en ventas pese al consciente silencio televisivo.
LOS LIBROS SOBRE LA MONARQUÍA
Ana Romero (‘Fin de partida’) o Pilar Urbano (‘El precio del trono’ o ‘La pieza 25’) no han encontrado facilidad para promocionar sus libros en los platós (a excepción de TV3 y ETB). Cierto es que la causa monárquica tampoco tiene demasiadas trincheras para defenderse, a excepción del anacrónico ‘Audiencia abierta’ (TVE).
Medios con solera como ABC y ¡Hola! nunca han disimulado su cercanía con la institución, pero la llegada de los digitales, menos cortesanos que sus predecesores, y la fortaleza de la prensa rosa (la más libre del estado gracias a que no necesita ni licencias, ni publicidad institucional) han conllevado las exiguas defensas de la monarquía.
No ayuda a ello la mofa generalizada que sufrió Pablo Casado hace algunas semanas por pedir de forma pintoresca que se gritasen vivas al Rey cada vez que se inaugurase un hospital público, idea que quizás no ha sido demasiada bien recibida en Zarzuela, alérgica a zambullirse en el debate político.