A la Humanidad siempre acaban sorprendiéndola, unos y otros, de aquí y de allá. La ciencia siempre avanzó una barbaridad y ahora lo hace exponencialmente. Las nuevas generaciones se lo toman con naturalidad mientras las antiguas tienen que sentase para absorber, si acaso, la novedad.
Sabemos que todos los seres humanos son diferentes entre sí a pesar de la existencia de sosias. Es costumbre intentar identificar a primera vista a cualquier persona por alguna característica aparente: gordo, alto, cicatriz, color del pelo. Somos tan diferentes que nadie tiene las mismas huellas digitales. Una satisfacción para los detectives. Lo mismo ocurre con el iris de nuestros ojos que permiten identificar a quienes pasan un control para acceder a una zona restringida. Una bendición para la seguridad.
Ahora nos llega de China que también nos distinguimos individualmente por nuestro modo de andar. Nadie se mueve igual. La intuición ya nos decía que “aquel no puede ser Fulano porque no se mueve como Fulano”. Añádase unos complejos logaritmos y nos reconocerán por cualquier pantalla: “Anda un poco más, que no sé si eres tú de verdad” nos acabarán diciendo.
China es un país lleno de cámaras callejeras, algo en lo que fue pionero el Reino Unido. Más de un criminal ha sido identificado por el mundo al aparecer su imagen en las grabaciones de esas cámaras revisadas tras perpetrarse el delito. Ahora nos dirán que el delincuente fue el que andaba de una forma determinada. O el disidente. En efecto, también nos podrán vigilar más y mejor.
¿Servirá el modo de andar también para conocer mejor a los políticos? Cuando el inventor chino pueda examinar los movimientos de nuestros gobernantes mundiales, o españoles, seguro que también tendrá que sentarse donde pueda, anonadado. Pensará, incluso, que puedan ser marcianos. Algo factible en muchos relatos fantásticos en los que hombrecitos verdes se hacen con un cuerpo humano o se lo clonan. Mejor para la decencia ya que los alienígenas solo suelen ir vestidos cuando usurpan una identidad humana.
Resulta, ahora, que es oficialmente normal ser distinto en la oposición y en el gobierno tirando por la borda la coherencia para no confesar una evolución, o presión. También gobernar con presupuesto ajeno. Reunirse con villanos o encargarles algún trabajito. Mensajear al colega encarcelado apelando a su fortaleza para que, quizás, calle. Anatemizar al otro y acordar la composición del Poder Judicial. Lo malo no es lo segundo, sino lo primero. ¿Si los políticos se desprecian entre sí, como no van a despreciarles los votantes?
¿Qué pensar, asimismo, de la Jerarquía católica española que, al admitir, finalmente, un “silencio cómplice” con sus pederastas culpa también a la sociedad española de inacción? ¡El colmo! Rechazan una “Inquisición laica” que ponga el foco en la Iglesia. Innumerables gallos marcianos y terrestres cantaron en ese momento. Ni un político lo habría hecho “mejor”.
En todo caso, podría haber llegado hace poco un momento interesante. Acaba de girar alrededor del sol, como si fuese una rotonda estelar, un pedrusco alargado en forma de puro de unos 200 metros de eslora que intriga la comunidad científica mientras se va alejando. Posee características extrañas para ser un objeto interestelar corriente.
Algunos no descartan un origen inteligente de Oumuamua (“llegado el primero desde lejos” en hawaiano) como lo han llamado. Si fuese una nave extraterrestre, igual hubiesen desembarcado en la Tierra unos adelantados interestelares que hubiesen tomado las riendas de nuestro planeta y, como cualquier potencia colonial, habrían suplantado a todos los caciques terrestres. Algo bueno deben de tener los alienígenas de piel verde y rostro humano confiscado….
Carlos Miranda es Embajador de España