Ryanair llegó a España en 2002 prácticamente regalando billetes gracias a un modelo de bajo coste que ya comenzaba a cuajar en el resto de Europa. La estrategia era clara: ganar dinero a toda costa con tarifas bajas para enganchar a los pasajeros. El problema es que, muchos años después, el todo vale auspiciado por el sarcástico y esperpéntico CEO de Ryanair, Michael O’Leary, está a punto de saltar por los aires, poner fin al modelo low cost y acabar con el mismo como gurú empresarial.
Uno de los síntomas de debilidad de este modelo se pondrá de manifiesto el próximo 20 de septiembre, cuando la junta de accionistas –a la que se ha prohibido la entrada de prensa– vote la reelección del multimillonario estadounidense David Bonderman, como presidente del Consejo de Administración. Bonderman ha avalado la cultura corporativa de O’Leary desde 1996, pero los analistas ponen en duda su reelección.
Los esfuerzos para desplazar al fundador de capital privado, TPG Capital, surgieron tras la crisis laboral en Ryanair. Los analistas aseguran que la falta de programación en las vacaciones de sus pilotos le dio al personal un mayor poder de negociación que afectó directamente a sus beneficios.
Además, la actitud hostil, arrogante y burlona del CEO de la compañía ha llegado a límites tan insospechados que sin el multimillonario como aliado la aerolínea podría prescindir de este como CEO. El éxito del modelo low cost se debe a O’Leary, pero no todos los inversores están dispuestos a pasar por alto algunos de los incidentes más controvertidos que este ha protagonizado. Y no han sido pocos. Se burló de los trabajadores de Spanair despedidos, trata mal a la prensa o se disfraza de Papá Noel, de torero o incluso con bañador de señora para anunciar rutas. No obstante, O’Leary, que dirige la compañía desde 1994, tiene un 4,05% del capital de Ryanair, lo que lo convierte actualmente el mayor accionista.
Pero más allá de las excentricidades de O’Leary, el modelo low cost de Ryanair atraviesa turbulencias que ya comienzan a reflejarse en sus cuentas anuales. El cóctel de problemas tiene todos los ingredientes: aumento del precio del combustible, gastos imprevistos de personal y de las múltiples huelgas, pérdida de confianza de los usuarios, compra exagerada de aviones e incertidumbre ante el brexit.
INCREMENTOS DE GASTOS IMPREVISTOS
Ryanair registró un beneficio neto de 1.450 millones de euros en su último ejercicio fiscal –finalizado a 31 de marzo de 2018–, un 10% más que el año anterior. Sin embargo, la propia aerolínea pronosticó en mayo un difícil 2019. “Los ingresos complementarios crecerán a medida que la penetración de los servicios al cliente continúe aumentando. No esperamos que el crecimiento de los ingresos auxiliares compense completamente los costes más altos y las tarifas más bajas, por lo que esperamos que las ganancias del año fiscal caigan a un rango de 1.250 millones de euros a 1.350 millones de euros”, explicaron.
La irlandesa anunció subidas salariales del 20% a sus pilotos en países como Reino Unido, Alemania o España. En nuestro país, a la espera de llegar a un acuerdo con el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (Sepla), este aumento supondría un coste de 100 millones de euros anuales.
A los gastos laborales, hay que sumar también la subida del precio del fuel. La demanda mundial de petróleo está creciendo, y una serie de factores políticos a corto plazo en Venezuela, Libia e Irán, sugiere que los precios continuarán siendo elevados para el próximo año. Así, Ryanair estima que los costes unitarios aumentarán un 9% debido a los mayores precios del personal y del petróleo que, cuando se ajusten por el crecimiento del volumen, agregarán más de 400 millones de euros a su factura de combustible.
Para taponar el aumento del combustible Ryanair ha realizado un pedido de 25 aviones 737 MAX 200 ‘Gamechanger’ adicionales, valorado en 2.456 millones de euros, según precio de catálogo del constructor, con lo que eleva el número de encargos en firme de este modelo a 135 aeronaves. Estas reducen el consumo de combustible un 13% frente a los aviones de pasillo único. La compañía irlandesa tiene otras 75 opciones de compra aún pendientes con Boeing. No obstante, la situación laboral llevó a Ryanair a amenazar con reducir su flota y no ampliar de 400 a 600 aviones en los próximos seis años.
Sus nuevas adquisiciones tampoco ayudan a ahorrar. Hace un año creó la compañía Polonia Ryanair Sun, filial dedicada a vuelos chárter en el país. En agosto de 2018, se hizo con 75% de Laudamotion por unos 50 millones de euros. Pero volver a poner en marcha esta compañía no es gratis. LaudaMotion requerirá casi 100 millones de euros.
HUELGAS Y PÉRDIDA DE RENTABILIDAD
La mayor parte de sus problemas con los gastos está directamente relacionado con su política laboral. Hasta hace algo más de un año, Ryanair no reconocía a ningún sindicato. A pesar de llegar a un acuerdo con algunos, sigue sin aplicar la legislación nacional de cada país en el que opera.
Motivo por el cual tripulantes de cabina y pilotos de media Europa han convocados huelgas este verano: hasta cuatro paros que han supuesto la cancelación de más de 1.500 vuelos y cientos de millones de euros en concepto de indemnizaciones. La quinta tendrá lugar el próximo 28 de septiembre en España, Portugal, Bélgica, Italia y Holanda.
Las huelgas están mellando la credibilidad de la empresa frente a los inversores. “Desde enero hasta mediados de marzo, las acciones subieron alrededor del 11%, desde entonces comenzaron a caer y en estos momentos acumula una pérdida anual del entorno del 13,5%”, explica el analista del bróker online IG, Sergio Ávila.
Además, los analistas no ven claro el futuro de la compañía en Bolsa. “Parece que no tendrá una fácil solución el problema al que se enfrenta la empresa frente a sus trabajadores. Parece obvio es que la rentabilidad disminuirá ante una mejora en las condiciones laborales o ante una reducción en su flota aérea que provocaría llevar a cabo menos vuelos. Las acciones perdieron el soporte de las 15 libras y todo apunta a que una pérdida a precios de cierre de las 13 libras por acción pueda llevar al valor al entorno de las 11,20”, señala Ávila.
Por otro lado, junto a su competidora EasyJet, Ryanair se muestra muy preocupada por la salida de Reino Unido de la Unión Europea. “Un brexit pactado en materia de transporte podría amortiguar la incertidumbre en el sector. En caso de que finalmente haya paros en los aeropuertos ingleses, la compañía se vería aún más penalizada en Bolsa”, señalan desde IG.
ADIÓS AL TODO GRATIS
El éxito del modelo de Ryanair consiste en tener aviones volando constantemente y la gran mayoría en aeropuertos secundarios, donde muchas de sus rutas reciben subvenciones. Cada minuto que una aeronave está en tierra está perdiendo dinero. Por eso, el margen de tiempo entre que un avión aterriza y vuelve a despegar es muy ajustado. Cada céntimo está calculado al milímetro. Por ello, para hacer frente a todos los gastos sin subir el precio de los billetes necesita ingresos complementarios.
Así, Ryanair se ha visto obligada a cobrar por servicios que antes eran gratuitos. La low cost anunció que a partir de noviembre los pasajeros solo podrían llevar una “pequeña bolsa personal” a bordo, que podrán colocar bajo el asiento de delantero. Pero solo los clientes que adquieran su billete como priority (pagando 6 euros más) podrán transportar también una maleta de hasta diez kilos. Aquellos que no contraten esta tarifa pagarán entre seis y diez euros por el equipaje de mano.
Esta política –junto con las huelgas– está deteriorando la atención al cliente que Ryanair se propuso cambiar hace unos años. Por lo que no se descartan caídas en su número de clientes y más teniendo en cuenta que en 2017 registró su máximo histórico: transportó 129 millones de pasajeros en 2017, un 10% más que el año anterior. Cifra muy por encima de los 82.000 viajeros que registró en 1985, año que fue fundada por Tony Ryan.
Tradicionalmente, Ryanair ha tirado de la venta a bordo de perfumes, comida y tarjetas de ‘Rasca y gana’. Tan necesarios son estas ventas que la aerolínea llegó a obligar a los tripulantes de cabina a conseguir unos mínimos en ventas a bordo de 1,80 euros por pasajero en cada vuelo. De hecho, Ryanair amenaza vía cartas con ser trasladados a otro país si no consiguen estos objetivos, tal y como denuncian desde USO.
En definitiva, los problemas laborales de la compañía están haciendo mella en la base del modelo low cost de Ryanair. Su gurú, O’Leary, es incapaz de agradar con su papel de presidente arrogante porque, por primera vez, los números y las previsiones no le salvan. Ni inversores ni analistas están contentos. Las políticas con su personal y el desagrado de miles de clientes cuando se cancelan los vuelos por huelga dañan su imagen. Además, todos los gastos a los que tiene que hacer frente ponen en duda la sostenibilidad de este sistema de vuelos baratos. Sin una solución convincente, estamos ante el final de este modelo.