El triunfo de Donald Trump en las presidenciales americanas de noviembre del 16 demostró tres hechos:
-Un pueblo empachado de crisis escogió a un «outsider» con ideas sencillas en vez de apostar por Hillary Clinton, cuya falta de carisma no pudo ser compensada con una campaña prefabricada.
-El humor suaviza: las innumerables parodias sobre Trump, con la Alec Baldwin en ‘Saturday Night Live’ a la cabeza’, convirtieron al magnate en un inofensivo personaje.
-Y la prensa, que vio menguado su crédito por sus concesiones al poder en etapa de crisis, ha visto menguada su influencia y poder.
Y de aquellos polvos viene esta guerra unidireccional, según la mayoría de la prensa americana. El punto álgido de la batalla se vivió este pasado viernes con un pacto entre más de 300 medios para editorializar contra las injerencias de la administración Trump sobre la prensa. Liderando esta protesta se encuentra The Boston Globe, mundialmente famoso por sus investigaciones llevadas al cine en ‘Spotlight’ que le valieron un Pulitzer. Explica este ejército de medios que el propiciador de este irrespirable clima mediático en América es Donald Trump, que califica a la prensa como «el partido de la oposición» y convierte cualquier crítica a su gestión en una «fake news».
The Boston Globe señalaba que «etiquetar a la prensa como enemiga del pueblo es tan antiestadounidense como peligroso para el pacto cívico que hemos compartido desde hace más de dos siglos», mientras que Trump dice que «la prensa es libre de escribir y decir lo que quiere, pero buena parte de lo que dice son noticias falsas, promueve una agenda política o simplemente intenta perjudicar a personas».
TRUMP CONTRA LAS TELES
El presidente fue capaz de echar a una periodista de la todopoderosa CNN de la Casa Blanca y levantarse hace tres meses de una entrevista realizada por la CBS. A cambio se ha atrincherado con media docena de medios ultraconservadores. Afirma Trump que «no hay nada que quisiera más para nuestro país que una verdadera libertad de prensa. Es un hecho que la prensa es libre de escribir y decir lo quiera, pero mucho de lo que dice son noticias falsas, impulsando una agenda política o simplemente tratando de dañar a la gente. ¡La honestidad gana!». Sin embargo The Washington Post, que se abstuvo se sumarse en el pacto del pasado viernes, afirma que el presidente propaga una media de 16 mentiras diarias.
La situación ha llegado a tal extremo que el Senado ha tenido que aprobar una resolución en la que dicen que la prensa no es la enemiga del pueblo. Pero sí de Trump, que en su primera entrevista televisiva, concedida a ABC, protestó porque la prensa publicó que su toma de posesión fue menos concurrida que la de Obama: «No voy a permitir que gente como usted menosprecie a los que vinieron a Washington de lejos porque les gusto», afirmó. Ya en campaña tuvo que desmentir que Putin le apoyase, tanto en prensa como en redes sociales. El ex jefe de la CIA, John Brennan, asegura que el pacto entre Trump y Moscú es evidente, pero el presidente desmiente cualquier apoyo extranjero y utiliza su cuenta de Twitter, convertida en metralleta para atacar al que ose a poner este hecho en duda.
OCURRENCIAS
Bret Stephens protesta en The New York Times porque los fieles a Trump quieren rebajar la carga de sus excesos verbales constatando que muchas de sus ocurrencias no son llevadas a cabo: «Desde hace mucho tiempo, los defensores más sofisticados de Donald Trump han perfeccionado el arte de fingir que lo único que importa en su presidencia es lo que hace, no lo que dice. Pero no todos los defensores del presidente entienden esa sofisticación. A algunos de ellos no les llegó el memorando de tomar las palabras de Trump en serio pero no literalmente. Algunos escuchan la frase “enemigo del pueblo” y están preparados para llevar esas palabras a su conclusión más lógica».
Trump, que afronta el segundo semestre de su segundo año como presidente con la vista puesta en la construcción de un muro fronterizo con México, en el endurecimiento de las leyes migratorias y en la eliminación del Obamacare (que proporciona salud a millones de estadounidenses de forma asequible), califica a la prensa de «farsante y asquerosa. Pero sus enemigos cometen un error y callan sobre las incestuosas relaciones entre la prensa y el poder político-económico, parapetándose en las ínfulas que les confieren ser los herederos del Watergate.
Algo hace mal la prensa cuando la factura que paga Trump por este conflicto bélico es mínima. Y los datos están ahí: en el año 2000 el 45% del votante republicano confiaba «bastante o mucho» en la prensa y a finales del año pasado este porcentaje cayó hasta el 14%. Y el mes pasado, en uno de los momentos más calientes del intercambio de golpes, Trump obtuvo su nivel de aprobación más alto como presidente de los Estados Unidos. A tomar nota…