sábado, 23 noviembre 2024

Presupuestos: El PP obligado a centrar en el Bienestar los últimos recortes

El último empujón, es a su vez el más difícil de dar. En las cuentas públicas ocurre lo mismo, está cada vez más cerca de cerrar el diferencial entre ingresos y gastos públicos, el denominado déficit, pero queda lo más complicado. Con el plan presupuestario en mano, si los presupuestos se aprueban en 2018, el gap entre ambos frentes cerrará el año en los 2,3 puntos sobre el PIB. Lo que parece una bendición es más bien lo contrario, ya que se han limado prácticamente todas las partidas y todavía no se ha conseguido.

Tras más de cinco años de recortes, una parte importante de las partidas están congeladas, en señal de que apenas tienen más recorrido de recorte. Por ejemplo, partidas como la destinada a desempleo que entre 2014 y 2017 se han llegado a reducir hasta 40%, en porcentaje del PIB, entre 2017 y 2018 sólo lo hará un 5%. Igual ocurre con los denominados gastos en asuntos económicos, que entre 2013 y 2014 se redujo un 9,5%, desde entonces prácticamente pertenece congelado.

El último elemento sobre el que debe recaer el ajuste final en los Presupuestos son las partidas que conforman el Estado del Bienestar

Con ello, el último elemento sobre el que debe recaer el ajuste final son las partidas que conforman el Estado del Bienestar. El objetivo para 2020 es alcanzar el 39,2% de gasto en presupuestos respecto del PIB, esto es que el corsé ya estará prácticamente ceñido a la estructura de Estado.

Para conocer la verdadera limitación a la que se enfrentan las cuentas españolas, se puede hacer un ejemplo práctico que es descontar las partidas y estudiar el margen de maniobra. En principio, se toma el dato de gasto que se mandó a Bruselas en otoño que ascendía al 40,6% del PIB. Los gastos que se descuentan, por imposibilidad de ajustarlos por parte del Gobierno, son los pagos a la UE y los intereses de la deuda. Estos últimos, pese a que ahora suponen un 2,6% en un par de años pueden subir por encima del 3%. Por lo tanto, tomando cómo bueno los 2,6 puntos de 2018, el gasto que se puede tocar se rebaja al 38%.

Cristobal Montoro, durante un Debate en el Senado. Imagen de Moncloa.
Cristóbal Montoro, ministro de Haciendo y responsable de los Presupuestos.

Aun así, el 38% parece bastante amplio para operar. Ahora, se descuentan las partidas que están prácticamente congeladas en los últimos años. Dichas partidas que en los primeros años acumularon un recorte importante y ahora están congeladas –es imposible reducirlas más– son: empleo, defensa, orden público, asuntos económicos, subvenciones y actividades culturales y religiosas. En total, la suma de todas ellas en el presupuesto llega a 10,5 puntos de PIB. Por tanto, una vez descontadas aquellas partidas que ya se han ajustado lo más posible quedan 27,5 puntos de PIB.

La cantidad restante todavía parece grande, de hecho, son más de 275.000 millones de euros. Aunque en realidad, esa cantidad sobrante ya es más pequeña por ejemplo que el porcentaje del PIB que suman las transferencias sociales y los pagos a funcionarios, un 27,7% sobre PIB. Solo es un ejemplo, no es que estén mal hechas las cuentas, sino que algunas partidas por esta distinción de solapan, ya que transferencias incluyen las partidas por desempleo.

Los presupuestos señalan al Estado del Bienestar

Ahora se vuelve a la distinción real que se hace en el desglose del anexo del documento remitido a Bruselas. Se parte de los 27,5 puntos que todavía quedan en el aire en los presupuestos, y se le restan el nivel de gasto actualizado a 2018 de educación, sanidad y protección social. En total, las tres partidas suman exactamente 25,8 puntos de PIB. Tras descontar todos los gastos, apenas quedan 1,7 puntos que se reparten entre ayuda a vivienda y protección a medio ambiente entre otros. Unas partidas que tienen margen de reducirlas un 30%, pero apenas representa 0,5 puntos de PIB para cerrar una brecha superior a los 2,3 puntos.

En definitiva, el último diferencial entre ingresos y gastos en las cuentas públicas es el mayor desafío para el ejecutivo. Con el 80% de las partidas ya prácticamente congeladas, con la inversión en mínimos o el gasto en Defensa por debajo de lo exigido por la OTAN es imposible no mirar, de nuevo, al Estado de Bienestar para eliminar definitivamente el déficit.


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