El grupo Prisa lo tuvo todo… hasta que llegó Juan Luis Cebrián. El medio escrito más influyente, la radio más escuchada, la editorial de educación más reputada de España, contenidos audiovisuales de alta calidad y lo más importante: el prestigio. En aquellos años, la marca Prisa era sinónimo de rigor, seriedad y credibilidad. Algo más de una década después, solo queda una estructura que se mantiene en pie gracias a la respiración artificial.
Apenas han transcurrido algo más de 20 días de este nuevo año y Prisa ya ha acometido una ampliación de capital, una reestructuración de deuda y una extensión de la misma. El lingotazo anual para sobrevivir lo que resta de año. Tampoco se puede sorprender nadie, puesto que ampliaciones, refinanciaciones o extensiones en Prisa se ven como mínimo un par al año.
Bancarrota, calamidad, desastre o sencillamente ruinosa. ¿Cómo se podría catalogar a una compañía con un Patrimonio Neto negativo? Es más, ¿cómo podría catalogarse una firma que lleva tres años con el Patrimonio Neto negativo? Si con solo un año de saldo negativo es motivo de disolución, poco más se puede decir de encadenar tres. La única respuesta es que se mantiene vivo al grupo gracias a la respiración artificial de accionistas y acreedores.
El verdadero problema de Prisa no fue la crisis, sino Juan Luis Cebrián y sus originales elucubraciones
Normalmente, a la hora de explicar que ha ocurrido en Prisa se culpa a la crisis y se pasa de página. La recesión hundió la economía, con ello el consumo y a su vez la publicidad y así hasta explicar el hundimiento del grupo de comunicación más importante del país. Todo correcto, o quizás no. El problema de culpar a la crisis y no a los jerifaltes de la compañía, lo de echar balones fuera en España es deporte nacional, es que no se consigue explicar el hecho de que la valoración de Prisa en 2004 era un 30% a 2007, pico de la burbuja.
En la triste historia de Prisa, la crisis es un factor importante pero no el principal. No existe análisis serio que sostenga que perder un 95% de la valoración bursátil de una firma en 18 años sea exclusivamente cosa de una crisis financiera. La principal causa hay que buscarla en los despachos. En las alocadas adquisiciones, en el abuso del apalancamiento y en el creer que la reputación y el poder del mayor grupo de comunicación del país lo soportaría todo.
El verdadero problema de Prisa no fue la crisis, sino Juan Luis Cebrián y sus originales elucubraciones. Desde el despacho más alto del grupo salió la idea de lanzar una OPA obligatoria sobre la antigua Sogecable, en 2007 es decir, con el valor disparado. Cebrián también creyó que sería una gran idea comprar los derechos televisivos del fútbol español a precio de oro. Obviamente, ambas bien vistas por el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero y con un fuerte apalancamiento. Dos años más tarde, Cebrián buscaba dinero para sostener la ruina.
Prisa, un desastre sin igual en sus cuentas
En el castellano hay un refrán que ejemplifica a la perfección lo ocurrido en Prisa: ‘de aquellos polvos vienen estos lodos’. Las acciones que se acometieron en el pasado ahora tienen su fiel reflejo sobre la realidad.
El análisis de las cuentas de Prisa representa un auténtico reto para cualquier analista. A la hora de cuantificar, son tantos los desmadres que es imposible atinar por cual se empieza. Quizás el hecho de que lleva tres años con patrimonio neto negativo. A lo mejor, es preferible empezar por el altísimo volumen de deuda de la compañía. Una deuda que tardaría en pagar ¡110 años! con el flujo de caja que presentó en los últimos resultados.
También ocupan puestos privilegiados los aberrantes datos de flujo de caja, con un ingreso neto negativo –estandarizado según lo mide Bloomberg-. El flujo operacional –que mide el dinero que ingresa el grupo- levemente en positivo tras maquillarlo como para salir a desfilar. Incluso el anómalo flujo de inversión –el dinero que invierte la firma para obtener beneficios- en positivo en más de 1.300 millones en los últimos tres años. Lo cual significa que el grupo está inmerso en una espiral de venta de activos que terminará cuando no haya más que vender. Más que un grupo de comunicación, Prisa es bazar chino donde prácticamente todo está en venta.
Los desmanes del pasado
El 23 de enero, el pasado martes, Prisa amplió su capital en 563 millones de euros. Hasta aquí, la parte ‘más normal’ –si una ampliación podría catalogarse así-, pero en Prisa nada es normal. Ahora viene la parte más alocada de la noticia: resulta qué de los 563 millones, 450 millones deben salir en dirección a sus acreedores. En resumen, una firma con patrimonio neto negativo amplia capital, pero un 80% del mismo tiene que salir directamente a amortizar deuda. Esa es la situación.
Las refinanciaciones, las ampliaciones de capital, las continuas ventas son ahora inevitables por dos motivos principalmente: la sobrestimación durante muchos años del fondo de comercio y la propensión a los movimientos apalancados.
El fondo de comercio –Good Will, que se denomina en argot más técnico- de forma muy resumida es el sobreprecio que paga una empresa sobre el valor contable de otra que adquiere. Es una partida muy difícil de medir, por ello se utiliza muchas veces para inflar el activo y los ingresos –a través de la partida ‘trabajos realizados por la empresa para su activo’-.
La manipulación del fondo de comercio además fue muy burda. Todo comienza con la famosa OPA sobre Sogecable y la ruinosa compra de los derechos televisivos del fútbol español en la temporada 2007. Al año siguiente –ya en 2008- el fondo de comercio pasa a ser el doble y valer más de 4.000 millones. En 2014, pese a que Prisa tenia valorados dichos derechos por 1.800 millones de euros solo los vende por poco más 700 millones. El perjuicio se divide mitad a patrimonio –primer año negativo- y la otra mitad a los acreedores.
Ese mismo año, en 2014, la Comisión Nacional del Mercado de los Valores, CNMV, pide a Prisa que justifique su elevado fondo de comercio. La respuesta del grupo es sonrrojante al rebajar su valoración un 85%, hasta los 600 millones. Hay que recordar que había vendido años antes su televisión por cable.
El hecho de que el fondo de comercio estuviera hinchado artificialmente no fue ni espontáneo ni inofensivo. Además, las inexplicables decisiones de Cebrián se llevaron a cabo muy apalancadas y de ahí nació el otro gran problema para Prisa.
La deuda ha sido el talón de Aquiles de la firma, siempre muy superior a su valor. En la actualidad, pese a que Prisa se ha desprendido de todos los activos inimaginables: una parte de Santillana, DJL South American Partners, Media Capital, Cuatro, Digital Plus… entre otros muchos activos. Pese a todo ello, la deuda todavía es cinco veces más grande que su valoración.
Las ventas no es el único perjuicio al que ha obligado la deuda a Prisa, además el peso de los intereses ha limado los atisbos de beneficios de la firma. Aunque eso no ha sido problema para que la firma haya repartido en forma de dividendos más de 300 millones de euros desde 2008. En la actualidad vale poco más de 200 millones, pero ha repartido más de 300 millones en dividendos en la última década.
En peligro su parte más valiosa
Los números siempre son cruciales en los negocios, pero la parte más importante es el valor añadido de la firma. En este aspecto, el Grupo Prisa siempre lo tuvo bastante claro: la propia firma era su valor añadido.
El control de los medios, su influencia sobre la opinión pública y demás siempre ha sido el activo intangible con más valor de Prisa. Aunque eso en los últimos años está cambiando. El canal digital ha abierto muchas vías en el mundo de la comunicación y los grandes referentes de la firma como ‘El País’ o ‘La Ser’ andan desubicados. Ya no son la referencia del movimiento obrero y ‘progre’ en España.
La vertiente del poder mediático es el único salvavidas de la empresa. Con unas cuentas tan desastrosas, si pierde ese elemento intangible el Grupo Prisa puede caer. El tema da para una tesis doctoral: como hundir el grupo de comunicación más importante de un país, firmado by Cebrián.