Las pecheras de los uniformes de los guardias civiles, al igual que pasa con los militares, son un currículum vitae para los ojos de los iniciados. Estos días un coronel de a Guardia Civil ha sido quien ha explicado la investigación que ha resuelto el asesinato de Diana Quer, 16 meses después de su desaparición. En el lado izquierdo del uniforme del coronel jefe de la Unidad Central Operativa (UCO) no caben casi más medallas. Cinco de ellas son especialmente valiosas, las que en el cuerpo llaman “las rojas”.
Manuel Sánchez Corbí es posiblemente el coronel más laureado de la Guardia Civil. Tras una vida en las sombras de la investigación, ahora está expuesto a toda la atención mediática. De hecho, su paso al mando de la UCO, la unidad de élite de policía judicial del Instituto Armado, supuso su paso definitivo a los focos. De esta manera se acababa el anonimato de uno de los escasos guardias civiles que en toda la historia del cuerpo, han logrado ni más ni menos que cinco cruces al mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo. Son las reservadas para aquellas acciones en las que “corrió riesgo la vida”. Las más valoradas en cualquier institución de naturaleza militar. Y no todas corresponden a haber sido el mando principal en el último tramo de la lucha contra ETA.
La vida de Sánchez Corbí, profesional y personal, ha girado en torno al País Vasco. Nació y se crió en una Casa Cuartel de la Guardia Civil en el corazón abertzale de Guipúzcoa. Aunque oficialmente se ha dicho que en Irún, lo cierto es que la familia de Sánchez Corbí vivía en el destacamento de Deba, en uno de los intrincados valle fluviales, brumosos y verdes de aquella provincia vasca.
Corbí era un teniente casi recién salido de la Academia de oficiales, cuando cayó en el Servicio de Información de la Guardia Civil en el País Vasco, a principios de los años 90. Al frente de la Guardia Civil está un director general luego de infausto recuerdo, Luis Roldán, y el Instituto Armado está cosechando importantes éxitos contra la banda terrorista ETA. Es en ese contexto frenético en el que este entonces joven teniente vive el peor baldón de su carrera profesional. En la detención de un comando etarra Sánchez Corbí, un sargento y un agente detienen a Kepa Urra. Con Kepa Urra cae todo un comando de ETA extremadamente peligroso. Como suele ser habitual, el etarra denuncia malos tratos de los agentes, con la excepción de que esta vez un informe forense sí señala que el etarra está magullado e inconsciente. No son heridas que comprometan su vida, de hecho, el etarra fue condenado y ha esta en prisión hasta 2014, cuando fue recibido con el homenaje clásico en Aretxabaleta que reciben los etarras excarcelados. Pero también Sánchez Corbí y sus compañeros son condenados por aquella acción, por maltrato a un detenido.
Este incidente no le costó la carrera al hoy coronel, aunque la Audiencia Provincial de Vizcaya sí lo condenó, y el Supremo refrendó inicialmente los hechos, si bien redujo la condena inicial. Solo un indulto parcial del Gobierno de Aznar evitó que uno de los guardias civiles más brillantes de los tiempos recientes dejaran el Cuerpo. Pasados los años, en 2002, el Tribunal Supremo anuló la condena.
Como la vida es una concatenación de circunstancias y accidentes, probablemente que la ministra Margarita Mariscal de Gante indultara a Sánchez Corbí salvó la vida de un funcionario de prisiones, de nombre José Antonio Ortega Lara. Fue el entonces capitán Manuel Sánchez Corbí el agente clave para localizar el zulo donde ETA tuvo a Ortega Lara 532 días secuestrado. Y también quien insistió en que se rastreara aquella nave industrial, mientras los torturadores de funcionario de prisiones disimulaban y negaban que estuviera allí abajo, enterrado en vida.
Los años 90 fueron de dura lucha con ETA. El trabajo de Sánchez Corbí está en parte reflejado en el libro que ha colaborado en escribir, junto a Lorenzo Silva y el periodista Gonzalo Araluce (Sangre, sudor y paz), pero la mayor parte permanece en el secreto. A su cargo estaba en aquellos momentos una unidad también de élite de la Guardia Civil: el Grupo de Apoyo Operativo (GAO).
Técnicas policiales
Tras los GAO hay todo tipo de técnicas policiales, algunas de enorme riesgo para los agentes. Dos de ellos murieron en diciembre de 2007 ignominiosamente a tiros en una cafetería de Capbreton (Francia). Se trataba de los agentes Fernando Trapero y Raúl Centeno, 24 y 23 años, que estaban colocando cámaras ocultas para atrapar a Txeroki, uno de los etarras más peligrosos del momento. Fueron sorprendidos por varios pistoleros porque estaban hablando distraídamente en español.
Cámaras, seguimientos, infiltraciones, y agentes dobles, toda una tradición escalofriantemente peligrosa en la Guardia Civil. Uno de los agentes infiltrados fue descubierto por un etarra cuando éste descubrió a su familia y vio cómo quien pensaba que era un comando, aparecía en un retrato como agente uniformado en el día de su graduación.
El propio Sánchez Corbí, familiarizado con su País Vasco natal y especializado en moverse en el filo de la navaja, según la leyenda ha utilizado a su misma familia como cobertura en determinadas misiones. Tan inmiscuido está en la vida de su Euskadi natal, que incluso ha participado hace años en la carrera popular más concurrida del lugar, la Bilbao-Behovia, que acabó en unos honrosos 1:55 horas.
La vida de infiltrado y en los vertiginosos servicios de información acabaron para Manuel Sánchez Corbí con los ascensos. El mando en la UCO supone una proyección pública inevitable, ya que se trata de la unidad que se encarga de las más complejas investigaciones que caen en manos de la guardia Civil, con sus grupos de delitos contra personas, económicos (corrupción) y hasta contra el patrimonio o los derivados de la informática y las redes.
‘Púnica’, ‘Lezo’, entre otras sonadas, son algunas de las operaciones en marcha y que cercan en muchas ocasiones al poder político. Muy mediático, sí, pero es que la UCO está especializada también en valerse de los medios como elemento de investigación. En una de sus primeras aparatosas operaciones, para descubrir a los secuestradores de la farmacéutica de Olot, a finales de los 90, la UCO –entonces al mando del coronel Rafael Hernando, otro destacado agente contra ETA– filtró convenientemente una información. El ataque de nervios que provocó entre los secuestradores fue tal, que cayeron en la tela de araña que los agentes de la UCO –cuyo equipo mandaba un entonces capitán de gran carrera profesional– como manzanas maduras. Algunos agentes habían sido formados en Quantico, sede del FBI, para aprender las más novedosas técnicas de investigación, y también de uso de los media.
En esta cultura ha caído el coronel Sánchez Corbí, que no ha dudado en salir de la tramoya para ponerse bajo los focos, contando en libros la lucha contra ETA. Entre la impresionante colección de medallas y reconocimientos que luce en la pechera de su uniforme verde hay una condecoración extranjera: la de caballero de la Legión de Honor, fundada por el mismísimo Napoleón. La recibió a la vez que su entonces director general, Arsenio Fernández de Mesa.
Paracaidista y poseedor de tres cursos de especialidades de la Guardia Civil, a quienes han trabajado con él en la clandestinidad no deja de llamarles la atención que Corbí, Manolo como lo llaman los compañeros, ahora sea una estrella mediática en el caso que ha conmocionado el país, el secuestro de Diana Quer.