Telefónica, la decepción del año en Bolsa. No importa cuando se lea la siguiente afirmación. Incluso se acepta cambiar el término por chasco o desengaño. La firma presidida por José María Álvarez-Pallete no ha generado valor alguno para sus miles de accionistas en los últimos 16 años. Tampoco, obviamente, en el décimo séptimo.
La llegada de Pallete a la presidencia de Telefónica pareció significar un antes y un después para la operadora, pero nada de eso. Es más, desde mediados de abril de 2016 la firma ha sido la peor compañía de las denominadas blue chips del Ibex 35. Aunque va a peor, además ha tenido peor rentabilidad media que el propio mercado español y la peor teleoperadora de Europa.
Pallete ha intentado mostrar su confianza en la compañía a través de la compra de acciones. Un mensaje claro de apostar con su propio dinero por Telefónica. Las primeras acciones de Telefónica compradas por Pallete se remontan una década atrás cuando era consejero delegado. En 2007, adquiría 34.600 acciones por un valor cercano a los 600.000 euros. El valor de esos títulos ahora vale la mitad.
La primera mala experiencia de Pallete con Telefónica no le hizo escarmentar, y en 2016 adquiría un total de 655.298 acciones por un valor cercano a los 5,3 millones. Con ello, Pallete tenía en su poder 689.898 acciones por las que había pagado 6,21 millones de euros. A día de hoy, esos títulos en su poder valen 5.66 millones, por lo que pierde más de medio millón de euros.
El último movimiento de Pallete, es volver a comprar más acciones. En concreto, 121.000 acciones por las que ha pagado 993.773 euros. El movimiento, tras los anteriores, parece más defensivo, para bajar el precio medio de su inversión, que uno para mostrar confianza. De hecho, es muy común este tipo de movimientos. Con la nueva inversión, Pallete ha conseguido bajar el precio medio de los 9,1 euros de sus anteriores títulos, hasta los 8,89 euros.
En definitiva, la decisión de Pallete de mostrar su confianza en Telefónica ha terminado demostrando todo lo contrario: que la firma en bolsa es una continua decepción.
La operadora ha perdido en los últimos años una oportunidad inmejorable de volver a engalanar a su acción. La situación era proclive a ello, con los tipos de interés en niveles históricamente bajos junto con la revolución de internet aderezada por un fuerte crecimiento de la economía. Primero, perdió la oportunidad con el anterior presidente Cesar Alierta y ahora con Pallete.
La acción de Telefónica lleva anclada en una travesía por el desierto desde principios de siglo. Por el camino, ha tenido fuertes oscilaciones que la han llevado desde los 7 euros hasta superar los 13, pero nunca más allá. A cada caída continuada le seguía una época alcista y viceversa. Con la triste evolución bursátil cada vez son menos lo que apuestan por Telefónica como valor en el que invertir a largo plazo. Cada vez más, se ve a la compañía como una más en la que jugar comprar y vender para ganar unos euros al mercado.
La lenta agonía de la acción de Telefónica viene explicada por diversos problemas que van desde la propia política para captar nuevos accionistas o retener los existentes, hasta la evolución de cada una de sus líneas de negocio. En definitiva, como explican una y otra vez los manuales de inversión: ‘el valor bursátil termina recogiendo todas y cada una de las dimensiones del negocio y funcionamiento de la compañía’.
La competencia le gana terreno
El primer gran hándicap que siempre ha tenido Telefónica es que proviene de un monopolio. Ese aspecto condiciona la manera en que la empresa se ha enfrentado a sus competidores una vez han ido apareciendo. La cultura de empresa, el hacer de los empleados o las relaciones con los clientes cambian radicalmente cuando se pasa de un monopolio a un mercado más competitivo.
No es casualidad que los mismos años en los que Telefónica se ha mostrado errante en bolsa, hayan sido años en los que la firma ha ido a remolque del resto. La lenta maquinaria, junto a un volumen de deuda ingente han forzado a la telco a ir más a remolque de grandes proyectos que a liderarlos.
Uno a uno, en sus sectores enseña ha ido perdiendo peso. En la comercialización de servicios telefónicos, Telefónica ya no tiene el mismo volumen de negocio. Es más, en los últimos años la firma está perdiendo clientes tanto en España como en otros países europeos.
En cuanto a las infraestructuras tanto en telecomunicaciones como en la instalación de torres, los competidores han ganado terreno. El número de operadores que compiten en la instalación de fibra no ha parado de crecer. Además, en la instalación de torres ha visto como Cellnex no ha parado de crecer, la firma ha puesto en el mercado una amplia gama de radioenlaces y TDT que le ha permitido entrar en el negocio y arrebatar clientes e ingresos a la telco.
En cuanto a la venta de contenidos, por la que Telefónica siempre ha apostado a través de Moviestar han aparecido competidores muy poderosos como Netflix, Amazon o próximamente Apple. Todo ello, sin ya mencionar los extintos flujos de caja por las distintas formas de comunicación que van desde llamadas, a sms o mms.
Mantener la acción por encima de todo
La acción de Telefónica siempre ha tenido como atracción dos elementos, en los que el anterior equipo gestor dirigido por Alierta confiaba: la generosa política de dividendos y la cotización respecto a beneficios. Ambas, hoy en día no se sostienen.
La acción de Telefónica no ha generado valor al accionista ni siquiera sumando los altos dividendos distribuidos. Por el contrario, dicha política solo ha servido para descapitalizar a la firma –al pagar muchos de ellos con reservas- y reducir la capacidad de repago de la deuda. Es más, si desde 2007 se hubieran utilizado los dividendos para amortizar deuda en 2018 el contador estaría a cero. Incluso la propia política puso en apuros la viabilidad económica de la firma, y Pallete a su llegada se vio obligada a reducir el generoso pago.
Por otro lado, valorar la firma en bolsa respecto a sus beneficios históricos es un error. Telefónica viene de un monopolio, incluso años después de privatizar la compañía y liberalizar el sector los efectos todavía eran muy evidentes. Con el paso de los años, los competidores han ido llegando y haciéndose más grandes. Telefónica todavía puede presumir de ofrecer más y mejores servicios, pero cada vez la tarta está más repartida. Por ello, fijarse en valores anteriores –cuando poseía una cuota alta de mercado- es un error.
Telefónica respaldada por los inversores minoritarios
No existe otra acción española que haya contado con el beneplácito de tantos inversores minoritarios como las afamadas ‘Matildes’. La imagen bucólica del nacimiento del sobrenombre de las acciones de Telefónica es una alegoría a la propia operadora, que en su día lo fue todo y ahora apenas queda nada.
Apenas el reloj había empezado a cantar que las manecillas se ordenaban marcando las diez de la noche, cuando José Luis Vázquez aparecía en pantalla. Conviene matizar, antes de describir aquel anuncio grabado en muchas mentes, una serie de cuestiones de especial relevancia: la primera, que aquella hora era ‘prime time’. En segundo lugar, que los españoles no podían salir a esas horas de casa. En tercer lugar, que la televisión –aquel invento revolucionario- se absorbía con fervor y normalmente en familia –hasta que aparecía aquel pequeño entrañable que se iba a la cama cantando-. Por último, que aquel invento en España solo tenía un canal.
Con toda la familia asentada frente al televisor, aparecía –ahora sí- José Luis Vázquez para explicar que ya eran ricos porque había comprado “Telefónicas”. Lo hacía mientras mezclaba el nombre de Telefónica con el de su mujer Matilde, de ahí el afamado sobrenombre. De todo aquello, a lo largo de los sesenta y setenta se grabaron más de cinco distintos, a los españoles se les quedo un pequeño recuerdo de que las Matildes significaban riqueza.
La realidad, es que décadas más tarde todo ha cambiado y mucho. Las diez de la noche son una buena hora para salir, cualquier hora lo es. Nunca antes se han tenido tantos canales de televisión, la cual de invento no tiene nada e incluso para muchos es algo del pasado. Por último, que Telefónica –o más en concreto sus acciones- son de todo menos generadoras de riqueza. Quizás, lo único que queda imperecedero de todo aquello es el recuerdo de José Luis Vázquez como genial actor.