En noviembre de 2007, bajo el mandato de César Alierta, Telefónica tocaba el cielo como compañía. Sus acciones cotizaban a 23,16 euros y su valor en bolsa era de 110.554 millones de euros. Era la cuarta compañía de telecomunicaciones del mundo por valoración. Va a ser imposible ver de nuevo una foto similar en los próximos años.
Durante este 2017 la acción de Telefónica se ha movido errante entre los 8 y los 10 euros (el pasado viernes cerraba en 8,53 euros), un 60% por debajo de sus máximos historicos y su capitalización bursátil nada tiene que ver con la del pasado. En bolsa el valor de la compañía es de 44.299 millones muy alejado de sus máximos históricos. Curiosamente uno de los grandes lastres de la empresa, la gigantesca deuda que acumula, aunque es un drama que no le permite respirar, es hoy su principal protección: hace las veces de losa que no deja despegar su cotización y de protección frente a otros gigantes.
El valor de Telefónica en bolsa es tan bajo, y su posición estratégica de entrada a nuevos mercados tan apetecible, que sería cuestión de minutos que llegara una OPA de no ser por su gigantesca deuda acumulada. Eso hace que los potenciales compradores se lo piensen dos veces. Sin ese pasivo, posiblemente el operador español ya hubiera sido adquirido. Una simple oferta en el entorno de los 11,5-12,5 euros por acción y ningún accionista -agotados del poco rendimiento de la acción-, pondría demasiada resistencia. La operación supondría valorar la firma en torno a los 60.000 millones, ninguna locura y podría convertirse en un movimiento asumible y de valor estratégico para algunos de los grandes operadores mundiales.
El drama que vive la telco es que, si quiere que la acción suba, necesita revitalizar su negocio de forma urgente, seduciendo a los inversores con un plan creíble de generación de nuevos ingresos. La triste realidad de la firma es que su generación de caja es muy limitada, en torno a 4.150 millones, es la mitad de lo que generó en 2011 y es los próximos años las estimaciones son muy pobres. Por tanto, eso requiere al menos tres ingredientes: ideas estratégicas intrépidas, inversión para desarrollarlas y el disponer del tiempo necesario. Y no parece, que de momento, que ninguna de esas tres circunstancias puedan darse.
Los actuales 44.299 millones de euros de capitalización bursátil son un caramelo. Algunos actores extranjeros especialmente americanos y chinos, ven la empresa española barata
Mientras, en paralelo, la empresa española tiene el problema añadido de que debe reducir una deuda que se torna insostenible. Es la cuadratura del círculo. Una situación muy complicada, no sólo por cómo afrontarla sino también por los tiempos en los que hacerlo. Si se hace a destiempo podría dejar a la compañía vulnerable, hay que gestionarlo con maestría.
Y esto es delicado porque la pérdida de la españolidad de Telefónica sería un drama para el país.
¿Quiénes podrían estar planteando una operación sobre la empresa española?
Hay al menos 3 grandes corporaciones que podrían tener interés estratégico en Telefónica y además capacidad financiera para afrontar una operación así.
En primer lugar, China Mobile. El operador chino es la mayor empresa de telecomunicaciones del mundo. Crece a ritmos anuales del 3% y tiene ya más de 850 millones de clientes. Es un gigante mundial, para el que el precio de Telefónica hoy sería muy asumible, y abriría la puerta a su entrada en Europa y Latinoamérica, en una única operación. Se convertiría en un gigante global.
China Mobile reportó un EBITA de 18.000 millones de euros en el primer semestre de 2017. Podemos prever un EBITDA de 40.000 millones de euros en 2017, con lo que podría “comprarse” Telefónica por poco más que el beneficio de 1 año. El principal escollo a esta operación sería la oposición política.
En segundo lugar, AT&T. El operador americano es el socio de América Mobile, competencia de Telefónica y propiedad de Carlos Slim, y ya estuvo en el pasado interesado en Telefónica.
De hecho, fue José María Aznar el que propuso mediar en la operación en el año 2013. En aquel momento, y aquí hay dos versiones diferentes, para unos Aznar ofreció la venta de los activos de Telefónica en Europa (básicamente O2), y para otros ofreció la compañía entera. Hoy AT&T tiene una capitalización de 211.857 millones de dólares, y sigue viendo con buenos ojos a Telefónica. En aquel momento el gobierno avisó a los americanos que no veía aceptable la operación. Los americanos querían hacer una compra del 29,9% de las acciones para así, no tener que realizar una OPA en el primer momento. En el primer semestre del año AT&T ganó 7.284 millones de dólares, con una caída de sus ingresos del 2,3%
En tercer lugar, Verizon. Se trata por capitalización bursátil, de la tercera empresa de telecomunicaciones a nivel mundial (por detrás de China Telecom y AT&T). Aunque Verizon tiene presencia en 150 países, esta es complementaria a la de Telefónica. Su capitalización bursátil es de 185.000 millones de dólares, y ya ha logrado digerir sus últimas operaciones; la compra de AOL (2015) y la compra del 45% que Vodafone tenía de Verizon Wireless por 97.745 millones de euros. Esta opción es la menos realista.
La gran opción europea
Y para finalizar, pero la primera en orden de preferencia, y la más cercana. La opción alemana. Es la opción europea y la preferida, no se trataría de una compra sino de una fusión, lo que haría que salváramos un poco la cara. Deutsche Telekom tiene 100 millones de clientes de telefonía móvil y presencia en 50 países con 218.000 empleados. DT tiene una valoración bursátil de 71.546 millones de euros. Son negocios complementarios, ambas compañías tienen mucha deuda y necesitan protegerse por estar expuestas por sus horas bajas en cuanto a valoración. No se trataría de una adquisición sino de una fusión por intercambio de acciones, una operación mucho más sencilla en lo operativo.
De esta operación se ha hablado en varias ocasiones a nivel directivo y a nivel político. Merkel la ve con muy buenos ojos, y aun manda mucho, pero mucho mucho en DT. Esta opción protegería a ambas y se podrían vender activos duplicados para reducir la deuda de ambas.
Si la gestión de Alvarez-Pallete fracasa, no hay más ingresos, no se reduce la deuda, y la acción no retoma el vuelo, o bien si hay una OPA agresiva, podemos ver como se activa en 2018 esta opción. Telefónica DT
Pero, ¡ojo! las fusiones en las que, como sería este caso, se juntan una compañía europea y una española, siendo la española más pequeña, son un mal menor y generalmente salimos escaldados… que se lo digan a Iberia.
La clave de O2
Una de las claves de lo que pueda suceder en 2018 está en O2. La empresa española quiere salir de allí cuanto antes y utilizar la venta para reducir deuda. El drama está en que Telefónica pagó por O2 (las filiales de Alemania, Irlanda y Reino Unido) por 27.000 millones de euros (¡Sí, más de la mitad de su deuda actual!), y pese a que tenía una venta pactada con Hutchison por 13.000 millones, que pararon las autoridades europeas, hoy el activo podría venderse por poco más de 10.000 millones. Algo que, lógicamente, supone una considerable pérdida de valor con respecto a la compra inicial.
Malvender, no sería más que otra muesca en el archivo de las pifias de Telefónica, ante las que sus accionistas ya incluso parecen ya ser inmunes: ni sienten ni padecen, simplemente no reaccionan y parecen tenerlas asumidas.
Sea como fuere, si asumimos que esos 10.000 teóricos millones de euros llegarían en en 2018, y fueran íntegramente destinados a sanear deuda, esto debería plantearse en un entorno de cotización de al menos 11 o 12 euros por acción, ya que si se hiciera en los entornos actuales de 8-9 euros el operador español quedaría en una situación delicada para ser comprado. Es evidente que hay que tratar de hacerlo al mejor precio posible, pero, sobre todo, llevarlo a cabo en el momento apropiado de cotización, esperando que sea bien recibida por los mercados. Y como consecuencia de ello, que la acción suba fuertemente en las siguientes semanas con la reducción de la deuda, hasta un entorno de protección (¿13-15 Euros?)
¿Por qué sería un drama que Telefónica dejara de ser española?
Si Telefónica dejara de ser española el año que viene sería un auténtico drama patrio. El operador, creado en 1924 se privatizó totalmente mediante dos ofertas públicas de acciones en 1995 y 1999. Eso quiere decir, que, si fuera comprado, en menos de 20 años (1999-2019) habría pasado de ser una empresa pública a una empresa adquirida por capital extranjero.
Si se consumara una OPA extranjera –y a los precios actuales sería factible-, el negocio de España sería secundario para el ofertante. El recorrido del comprador estaría más enfocado en reducir drásticamente sus costes operativos en España. Eso implicaría la salida de una cantidad muy importante de los 28.000 empleos en el país y el lógico enfoque de las inversiones en mercados de mayor potencial de crecimiento (es decir, fundamentalmente, Latinoamérica). En Telefónica existe una dolorosa realidad, España es un sector maduro en el que desde hace tiempo no hace más que perder clientes y reducir ingresos. La única opción de que la compañía siguiera apostando por España como hasta ahora es que siguiera siendo una de las firmas bandera del país.
En 3 años la empresa no tendría nada que ver con lo que es hoy, y sería una triste historia similar a la de Endesa, una empresa de bandera convertida en filial extranjera, con objeto de reducir costes y expatriar el máximo capital posible año a año. Una vaca a la que ordeñar regularmente y en la que invertir lo mínimo imprescindible. Con esa teórica reducción de costes, y la consiguiente maximización de EBITDA, el dinero abandonaría el país, y en pocos años se habría autofinanciado la operación de compra.
No hay ninguna empresa españolas que pudiera defender financieramente la españolidad de la telco, como si está pasando con ACS en la operación de la OPA italiana por Abertis.
¿Cómo evitar ese escenario apocalíptico?
En primer lugar, exigiendo a la actual dirección un plan coherente de generación de valor.
José María Alvarez-Pallete cumplirá el próximo mes de Abril dos años como Presidente de Telefónica. El flujo de caja todavía está por debajo de 2013, el EBITDA 3.000 millones por debajo del de 2013 y los ingresos 5.000 menos. Pese a ello, sus dos principales objetivos eran la reducción de la deuda y la mejora de la acción. Estamos lejos de lograr lo uno y lo otro, y tenemos la urgencia de coger esa senda de rapidamente en los próximos meses. Las urgencias aprietan.
Lo más dramático es que los planes rimbombantes de nuevo negocio no funcionan:
- Aura, anunciado hace un año a bombo y platillo, es fuego artificial de marketing, un proyecto sin sentido para el negocio y cuenta de resultados reales (amén de que aún se espera que se ponga en marcha, aunque dada la irrelevancia del asunto, es ya casi lo de menos).
- El negocio medio con Movistar + aún requiere tiempo de maduración.
- Brasil crece y además favorece el efecto divisa (en caso contrario sería un drama)
- La venta de O2 se ha estancado y, ahora mismo, no es el momento por la debilidad de la cotización de la acción. Tras la salida de César Alierta se preveía un plan, y lo peor es que… casi dos años después, nadie tiene claro el plan.
En los próximos días hay una convención internacional de directivos de Telefónica en IFEMA. Se presentará un plan estratégico preparado, una vez más, por McKinsey. Esperemos que esta vez si acierten.
En primer término, es fundamental que Telefónica recupere la credibilidad, y el interés de los inversores. Pero no como hasta ahora, por medio de propuestas pintorescas alejadas del negocio real, y que el mercado no asume, sino con iniciativas claras que permitan una mejor optimización de cuenta de resultados y, muy importante, que generen nuevo negocio.
Tras el recorte al dividendo (los 0,40 euros comprometidos para 2017, suponen una rentabilidad del 4,4%), se vislumbra una mejora en las previsiones que apuntarían a un incremento del dividendo del 5% o, hasta 0,60 euros en 2018. Eso debería ayudar el año que viene.
Es un cóctel de complicada gestión, que además tiene la trascendencia de ser sistémico para el país, y que si no se gestiona bien acabará con Movistar siendo operado por chinos o americanos. Y créeme. Eso sería un drama.
Tic-tac, tic-tac. Se esperan decisiones. Tic-tac, tic-tac. Se espera un plan. Tic-tac, tic-tac. El tiempo apremia.