Debió de ser tal el vértigo que sufrieron los dirigentes nacionalistas al verse ante la realidad de tener que presentar una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) de consecuencias catastróficas, tanto en el plano personal como en el colectivo, que optaron por salirse por la tangente. El meme más repetido ayer en las redes sociales era una pedorreta, con perdón por la expresión, salida de la boca del presidente catalán.
Puigdemont anunció una independencia en diferido que él mismo sabe que no va a llegar a ninguna parte. Una vez que se abandona el objetivo inmediato, intentar hacerlo por fases es una auténtica estupidez en términos políticos. No sólo no lo va a conseguir, sino que además le va a costar la ruina definitiva. No sólo es un traidor a España, sino que además ya es un traidor a Cataluña. O sea, lo peor de lo peor, y probablemente su tumba política para los restos.
¿Qué va a hacer el Gobierno? Pues el Ejecutivo de Rajoy estaba preparado ayer para los dos escenarios. Si se hubiera producido la Declaración Unilateral de Independencia se habría activado de manera inmediata el artículo 155 de la Constitución, esta vez con el apoyo firme de PSOE y Ciudadanos. Pero esta situación abre la puerta a un panorama distinto en el que el Gobierno tiene más margen de actuación.
De entrada, Rajoy comparece esta tarde en el Congreso, y ahí le va a decir a Puigdemont que se olvide de cualquier negociación, con o sin mediadores. Obviamente el Gobierno de España no puede negociar la independencia de Cataluña ni de ninguna otra comunidad autónoma. Y le va a decir también que esta vez tiene el apoyo de los dos partidos constitucionalistas para llegar hasta el final, el 155, si insiste también en la independencia.
¿Qué salida hay? Pues sólo queda la de que Carles Puigdemont no se atreva a llevar al Parlament la famosa DUI y convoque elecciones. Sería lo más razonable, aunque también es posible que lo haga y entonces tenga que ser el Gobierno el que intervenga la autonomía catalana y las convoque. Pero de esta situación solo se sale con urnas, pero de las de verdad. Es más, debería haber elecciones generales, para que los españoles digan quién debe ser el que solucione esto.
Porque, sin duda, pase lo que pase en las próximas semanas, lo cierto es que el tema de Cataluña no se habrá acabado aquí. Habrá que sentarse a hablar, a negociar, y habrá que hacer mucha pedagogía en el futuro para que el clima de convivencia vuelva a ser el que ha sido durante muchos años, y se supere esta etapa de odio y resentimiento. Debe haber nuevos interlocutores, por un lado y por el otro, y eso requiere elecciones en los próximos meses.