María Teresa Campos ha interrumpido sus vacaciones veraniegas para hablar con Chelo García Cortés en la revista ‘Semana’. La comunicadora admite que tuvo algunos sustos antes de sufrir el ictus: «Tuve dos avisos: uno el día que me había desmayado en ‘¡Qué tiempo tan feliz!’ y no era eso. (…) Bajé del escenario del plató, se me fue un poco la cabeza y me asusté al sentir los ojos tirantes… Duró poco y dije: ‘Qué alarmistas!. Nadie podía imaginar lo que estaba organizando dentro de mí. Sé que ha sido horrible para mis hijas y siento muchísimo el susto que les he dado. (…) Me habían regañado tantas veces por tomarme las cosas mal… Así han estado siempre, pero hay cosas que yo he vivido como su fueran puñaladas de dolor y era imposible que no me afectaran siendo como era y espero no seguir siendo».
La exreina de las mañanas sale de nuevo en defensa de la hija mayor de Rocío Jurado: «Rocío Carrasco no ha dejado de venir a verme todos los días con Fidel. Me hacían los ejercicios, para ayudar a Carmen y a Terelu, y jugábamos a las cartas. Rocío ha sido una hija más».
Eso sí, Rocío se queda sin boda porque María Teresa se niega a casarse: «Desde hace tres años que está conmigo se han dicho cosas muy injustas de él. Es el hombre que amo y al final en el concurso se vieron su bondad, su caballerosidad y su educación (…) No quiero casarme porque me sigue pareciendo ridículo en estos momentos de la vida».
No sabemos si María Teresa regresará a ‘Sálvame’, programa donde no dejan de hablar de María José Campanario, que según Kiko Hernández ha perdido la cabeza por su obsesión por Belén Esteban y quiere convertirse en ella. Sobre la mujer de Jesulín de Ubrique, explica Mila Ximénez que «la situación de Campanario parece que está a medio camino entre la tragedia y el desorden y ya no solo por el cuadro clínico que nos filtran por distintas fuentes, sino por el comportamiento de un entorno que está desdibujando la realidad con trazos de brocha gorda. De Jesús cuentan que sufre y calla, incluso con parte de su familia, el calvario que está viviendo. Y que, parece ser, no es una travesía corta».
Y añade: «El resto mantiene la actitud de jugar al escondite ante los medios. Pero, eso sí, a oscuras, algunos narran con todo lujo de detalles sus vivencias y preocupaciones vía colaboradores de programas con posibilidad de negociar el drama de los Janeiro. Claro que nadie vende honestidad en la información. Solo siguen dando trigo a la especulación y al menudeo de la venta. Por otro lado, Jesús y María José se han convertido de pronto en los mejores ‘amis’ de aquellos a los que antes les cerraban las puertas –a punto de haberse dejado la nariz más de uno– en la cancela de la finca. Trastean la realidad, convirtiendo a María José en un guiñol mediático que le favorece muy poco o nada. Los Janeiro-Campanario han jugado con destreza al silencio, protegiendo sus exclusivas puntuales que les inflaban su economía. Y ahí, nada que objetar. Convivimos con esta especie a menudo. Sin embargo, ahora no solo comparten descafeinados y helados con los reporteros, sino que nos regalan besos y arrumacos públicos, poco frecuentes o imposibles durante los años que han sido objetivo de los fotógrafos».
Mila Ximénez ha salido en defensa de María José Campanario
Y remata: «¿Qué está pasando? Si no les hubiese seguido durante todos estos años, vería en su actitud un gesto de normalizar una situación pasajera, pero no puedo evitar pensar, tratándose de ellos, que esto tiene más matices y que el cuadro final esta a buen recaudo hasta que decidan sacarlo a subasta. De cualquier forma, es imposible no sentir empatía por la enferma y su cuidador, quienes pasean su tristeza como si fueran dos adolescentes enganchados el uno al contacto del otro. Yo al menos, no puedo evitarlo».