“El Corte Inglés ya no es lo que era”. Es una frase que los clientes más asiduos al centro comercial han pronunciado en alguna ocasión en los últimos años. En su recuerdo está aquella época en la que comprar en sus centros resultaba casi agobiante por la presión de sus vendedores. Personas experimentadas, capaces de conocer en poco tiempo tus necesidades y aportarte una solución. Una atención casi individualizada, que llevaba a que en ningún momento faltara un dependiente. Una situación que ha ido cambiando en la última década, y que se atenuó durante los años de la crisis económica.
Basta con mirar las cifras para darse cuenta de esa transformación. Si en 2007 la cadena tenía 1.200 establecimientos, que eran atendidos por 109.800 personas; en 2015 (último ejercicio disponible) había cerca de 1.200 centros comerciales abiertos, que daban empleo a 91.931. Es decir, que durante los años de la crisis se han perdido 18.000 puestos de trabajo.
Es decir, que de forma silenciosa, El Corte Inglés ha ido reduciendo su estructura de personal. Sin embargo, cuando uno mira lo que sucede en la competencia, la cosa cambia. Si nos fijamos en Mercadona, la cadena ha contratado –entre 2014 y 2015- a 1.153 personas; y cuenta con 75.000 trabajadores. Una tendencia positiva de contratación que viene manteniéndose durante los últimos años. Lo mismo ocurre con otros players más pequeños pero que, sin embargo, cada vez tienen más peso en el sector de la distribución: Lidl, por ejemplo, cuenta con una cuota del 4,2% del mercado y da empleo a cerca de 11.200 personas. Eso por no hablar de Inditex (en la parte de retail), que juega ya en otra liga.
¿Ves? Las cosas ya no son como antes. Hace años El Corte Inglés era un auténtico motor de generación de puestos de trabajo; hoy en día trata de aguantar el tirón de la crisis y recuperarse, a costa de reducir personal y estructuras (y lo que está por venir). Es el máximo exponente del cambio de actores que se está produciendo en el sector gracias a la aparición de cadenas nuevas, jóvenes, que han entendido lo que reclama el consumidor y que son capaces de adaptarse mucho más rápido a sus demandas.
Mercadona, ¿ángel o exterminador?
Como suele ocurrir cuando se reduce la parte de personal, la productividad de los trabajadores aumenta. Sin embargo, mientras que hay un 16 por ciento de puestos de trabajo; la facturación media de los trabajadores tan sólo ha aumentado un 1,5 por ciento. Ya sé que no es una progresividad lineal la que debe producirse; pero podría haber sido mucho mayor si El Corte Inglés hubiera logrado mantener la cifra de negocio. Sin embargo, ésta es bastante inferior a la de entonces: 17.819 millones en 2007 frente a 15.219 millones en 2015 –cuando comenzó una leve recuperación de los márgenes de la cadena-.
Es decir, que el éxito de la medida se queda a medio camino por el via crucis por el que ha pasado la cadena durante estos años.
Una de las grandes preguntas que cabría hacerse es la siguiente: ¿Has oído hablar de un gran Expediente de Regulación de Empleo (ERE)? ¿Y de despidos? Seguramente no. Pocas voces se han alzado hablando o informando de este asunto.
El motivo es simple: no hace falta plantear grandes medidas traumáticas. Basta con reducir las cifras de contratos eventuales en época de rebajas o navidades; o no renovar ningún tipo de contrato temporal que haya en los distintos centros, o no reponer jubilaciones. De hecho, algunos sindicatos han intentado (con poco éxito) alzar la voz sobre este problema.
El número de contratos fijos ha ido cayendo según avanzó la crisis económica
Sin ir más lejos. ¿Sabías que el año pasado El Corte Inglés puso encima de la mesa un programa de bajas incentivadas para 1.340 trabajadores que debe terminar este año?. Probablemente no.
Se trata de una medida puesta en marcha por José Luis Romero, director de Recursos Humanos que trajo el presidente, Dimas Gimeno, procedente de Iberia, en donde había puesto en la calle a 4.000 personas. Eso fue allá por 2015, ahora –y antes de acabar con su plan- ha abandonado la compañía. Su sustituto es Manuel Pinardo, que ahora debe culminar todo el proceso de salidas. Eso sí, parece que no va a estar exento de polémica, porque según han publicado varios medios hay cerca de medio millar de trabajadores que todavía no saben si podrán jubilarse o no. Eso responde a que El Corte Inglés se dejó la opción de vetar la salida si esa persona tenía un gran valor para la compañía; y en ello andan ahora. Dirimiendo si dejan o no salir a esas personas que, al parecer, ocupan puestos de cierta responsabilidad en el escalafón de las tiendas.
Es lo malo de plantear un proceso para los trabajadores con más años en la empresa. En concreto, para aquellos nacidos entre 1956 y 1958 que lleven más de quince años trabajando. Al final, son los que ocupan puestos de mayor responsabilidad y tienen más experiencia los que piden salir; por lo que te arriesgas a perder activos importantes en puestos clave en un momento crucial. Y esto es algo importante en El Corte Inglés, dado que allí la mitad de sus trabajadores llevan más de 13 años en la compañía –y de ellos la mitad más de veinte años-.
Así que ahí está el dilema. Afrontar la pérdida de valor y experiencia; o reducir los más de 2.600 millones de euros que el año pasado tuvo que emplear El Corte Inglés en gastos de personal, según datos del Registro Mercantil. De hecho, en los últimos años el grupo ya ha intentado recortar esa cifra en la medida de lo posible. No sólo mediante menos personal; también mediante la aplicación del convenio colectivo “a rajatabla”, como han denunciado varios agentes sindicales. Domingos trabajados que no se abonan; cambios en la forma de pagar las comisiones a los vendedores; o el aumento de las jornadas laborales hasta un máximo de diez horas.
Las cosas ya no son lo que eran en El Corte Inglés
Y luego nos extrañamos de que El Corte Inglés ya no sea lo que era. De hecho, estoy convencido de que si has ido a alguno de los centros en los últimos años, alguna vez habrás tenido problemas a la hora de encontrar un dependiente (por ejemplo, en Hipercor un domingo por la tarde); o que tengan pocos conocimientos de informática (en donde muchas veces el cliente sabe más que algunos de los dependientes).
El Corte Inglés ya no es lo que era. Y ése es parte del problema. Ya no sólo por el cambio de enfoque que intentar dar al negocio Dimas Gimeno. Es que ahora se debate entre seguir reduciendo personal, dar salida a los más mayores y entrada a jóvenes con menores cargas laborales y con nuevas condiciones; o mantener los principios de la empresa. Es decir, mantener ese modelo de empresa familiar impuesto por Isidoro Álvarez. ¿Vendrán por aquí algunos de los motivos de la disputa accionarial entre familias?
Los contratos en El Corte Inglés
Hay que reconocer que el porcentaje de empleados con contrato indefinido sigue siendo envidiable. El 90% de su personal tiene este tipo de contrato; es decir, 82.737 personas. Sin embargo, y analizados los datos, es cierto que –poco a poco- se va reduciendo el número de personas en esta situación-. De hecho, en 2007 había 90.036 trabajadores en esta situación. Ahí lo tienes. Lo mismo sucede con los porcentajes. En 2012 se alcanzó el pico (94%); ahora mismo está en el 90%. Una vez más: menos indefinidos; más precariedad, algo que influye en la atención al cliente y en la motivación de los trabajadores.
La evolución del empleo en El Corte Inglés pone de relieve la delicada situación por la que atraviesan sus finanzas. Aquí podrás ver cómo las cuentas de la empresa cuadran gracias a que no tiene que pagar alquileres; que el hecho de que la mayor parte de sus edificios son en propiedad salva los números. Sin embargo, esto no es suficiente. Necesita mejorar la cuenta de resultados, vender más, reducir la partida de trabajadores, y encontrar su hoja de ruta de cara a los próximos años.
Hamad Bin Jaber: el jeque árabe que ha convertido El Corte Inglés en Falcon Crest
¿Será capaz Dimas Gimeno de enderezar la situación? El tiempo lo dirá. Todo dependerá de si las familias que están en el Consejo de Administración logran ponerse de acuerdo en una dirección común y apartar sus problemas. Esto es algo vital por varios motivos: el primero, porque de ellos depende el futuro de más de 91.000 familias; el segundo, porque no hablamos de una empresa cualquiera. Hablamos de una compañía que, según datos de KPMG, aporta el 1,9% del empleo en España y el 2,4% del PIB, que se dice pronto.
Si hacemos un símil con la banca, hablaríamos de una entidad ‘sistémica’; es decir, que su caída o la pérdida de su españolidad –y esto podría ser factible- pondría en jaque la economía (y la imagen) del país. De ahí el que todos los ojos estén puestos sobre la dirección que preside Dimas Gimeno, y que ahora –co-lidera- junto a una Comisión Ejecutiva en la que están presentes también otros tres miembros del Consejo: Carlos Martínez Echavarría; Florencio Lasaga y Marta Álvarez Guil, hija de Isidoro Álvarez.
El futuro está en sus manos. Un futuro que –como se ve- pasa por reducir plantilla (por ahora sin medidas excesivamente traumáticas); pero también por repensar el modelo de negocio y, casi seguro, por el cierre de los centros menos rentables. En el sector están convencidos de que terminarán dando con la tecla, de qué lograrán saber qué quiere ser El Corte Inglés dentro de 20 ó 30 años. Tienen tiempo para hacerlo, pero tampoco se pueden dormir en los laureles porque la competencia aprieta cada vez más. Y éstos son jóvenes, vienen con las pilas puestas y son capaces de cambiar sus estrategias rápidamente. Una flexibilidad que todavía le falta a El Corte Inglés que sigue con los músculos un tanto anquilosados.