No empezaré hablando de Distrito Telefónica. Sino de GooglePlex. Situado en Mountain View, California, es la archiconocida sede mundial de Google Inc. Podríamos explicarlo de una manera sencilla diciendo que es mitad la sede de una multinacional, mitad un parque de atracciones para adultos.
Se trata de 4 edificios que suman 47.038 m² y que fueron alquilados por Google en 2003. En junio de 2006, Google compró la propiedad a Silicon Graphics por 319 millones de dólares. Durante muchos años las imágenes de estas idílicas oficinas fueron la envidia de empleados de multinacionales en todo el mundo. Había otra manera de trabajar, y era evidente que era mejor que la tuya.
Los trabajadores de Googleplex trabajaban en un ambiente completamente distinto al de cualquier empresa al uso. Así, por ejemplo, las fotos de las oficinas de Google en Zurich han dado la vuelta al mundo. Toboganes para desplazarse de una planta a otra, iglús de colores para realizar reuniones con poca gente, barcas en forma de sillón, vagones de teleféricos con sala de juntas, cómodos sillones frente a acuarios como salones para relajarse.
Si bien es cierto no en todas las delegaciones de Google son iguales sí existen detalles y características comunes en todas ellas. Así, por ejemplo, en las oficinas de Nueva York, numerosos muñecos construidos con Lego adornan las estancias en especial uno con la torre Empire State con un enorme King Kong subido en él. Eso sí, siempre con los colores del logo de la compañía. En estas mismas oficinas se advierte cierta informalidad en su decoración, por ejemplo, el oso gigante en mitad de la oficina con un cartel gigante con el lema de la empresa “Don´t be evil”. Aunque todo es hipermoderno, tienen detalles vintage; las fotos de Sergey Brin y Larry Page colgadas en algunas de las salas recuerdan a una oficina española de los años 60 con la foto de El Caudillo.
Gracias a la maquina de comunicación de Google, las fotos de sus cafeterías gratuitas para empleados, de sus toboganes de colores, de sus zonas de relax y masaje daban la vuelta al mundo. Habían convertido en algo aspiracional el pertenecer a la empresa. A la vez que millones de adolescentes entendían que trabajar en Google era el equivalente a, si te gusta el fútbol, jugar en el Real Madrid o el Barcelona, muchas empresas sentían igualmente la necesidad de igualar su rol con la empresa de los colorines chillones. Ya no molaban. ¿Quién iba a querer trabajar en un Ministerio, existiendo Google? Crear una sede que estuviera a la altura fue la obsesión de algunos. También ocurrió en España.
Tengo la disparatada teoría, de que aquello es lo que disparó el mercado de la venta de futbolines hace unos años Desde principios de los 90, década en la que fueron perdiendo protagonismo en los bares, no se habían vendido tantos futbolines como en los últimos años. Cualquier empresa guay que se precie, o que quiera salir en la absurda competición de Great Place to Work, tenía que tener un futbolín. Aunque no juegue nadie. De hecho, ¡a ver quién tiene narices de jugar en horario de oficina frente al despacho del jefe! Y si no es en horario de oficina, qué coño haces fuera de horario jugando al futbolín en la oficina: ¡vete a tu casa! Pero bueno, sea como fuere, acabaron convirtiéndose en objetos de decoración. Si eras molón, tenías que, cuanto menos tener un futbolín.
Creando el Distrito Telefónica (llamémoslo con sorna, TelefoniPlex)
No diré que fuera sólo por eso, pero ese mal de altura influyó en Telefónica como en algunas otras empresas españolas (Repsol, Santander, BBVA…).
En aquel entonces los empleados de Telefónica estaban desperdigados por numerosas sedes en la capital. Movistar en la calle Serrano Galvache, corporación en la Calle Gran Vía. Algunos edificios en propiedad y otros alquilados. Una tremenda ineficiencia, pérdida de tiempo en desplazamientos y dinero que se iba por las cañerías. Así el operador que entonces presidía Cesar Alierta (al que hoy sus ex directivos con cierta sorna apodan “El Emérito”), diseñó un plan que tenía mucha lógica: Reubicar en una gran sede, a la altura del operador, y con el espejo del concepto Google, a todos sus empleados de edificios de Madrid. Así nació a las afueras de la ciudad, en el barrio de las tablas, el proyecto de Distrito C, que en 2011 se rebautizó como Distrito Telefónica.
¡Tócate los huevos, un edificio de 500 millones de euros y para que no te pongas enfermo, te tienen que poner una plantita en la mesa!
El operador, con esa fijación que tiene por Google, lo definía como “la decisión de la compañía de unir en una misma sede administrativa los distintos recursos. Los edificios cubren una superficie de 140.000 metros cuadrados y están unidos por una marquesina que sostiene la mayor planta productora de energía solar, sobre cubierta, de Europa.”
Igual hasta tiene sentido sostener la mayor planta de energía solar de Europa sobre cubierta en la sede de una telco. ¿Para qué? No lo sabemos, ni siquiera lo saben los propios empleados que habitan el edificio ¡pero eso mola! Las obras costaron 500 millones de euros (si si, ¡¡¡500 millones!!!) y empezaron en 2004 y terminaron en 2008. El arquitecto responsable fue Rafael de La-Hoz Castanys, al que seguro que le resultó un proyecto muy lucrativo, pero que como verás a continuación, no mereció precisamente el Pritzker de arquitectura por ello… Por el contrario si se ganó el recuerdo eterno de las personas que trabajan en el edificio, que aun hoy se acuerdan de su familia.
Dentro del edificio, preparado para albergar hasta 14.000 personas, el concepto molón de Google exigía que hubiera un poco de fiesta, llámese policlínica, bancos, farmacia, óptica, peluquería, un pequeño Corte Inglés y una tienda de Movistar. Vamos, lo necesario para poder trabajar. Hasta ahí todo más o menos correcto. Estás cosas sobre el papel son fantásticas. Llevarlas a cabo de forma brillante, ya es un poco más difícil.
Si tienes suerte y no te mueres de frío, no te preocupes; vas a ponerte enfermo igualmente
Estos edificios de cristal están especialmente optimizados para ahorrar luz y mantener una temperatura entre 15 y 24 grados. Lo único que, al ser tan grande, la climatización en algunas zonas es desastrosa, lo que obliga a muchos de los empleados a tener que llevarse una chaquetita incluso en verano si no quieren ver como estalactitas de hielo afloran de sus narices. 15 grados es un frío intenso para trabajar en una oficina, y 24 grados es demasiado calor. El gurú de la climatización del edificio 10 años después sigue intentado dar con la tecla adecuada.
No importa. Ese es un tema menor que puede pasar en cualquier edificio “inteligente” hoy en día. Lo importante es que en el Distrito Telefónica hay ¡hasta un pequeño Corte Inglés! ¿No te lo había dicho?
Si tienes suerte y el frío no acaba contigo, no debes cantar victoria; lo hará la lipoatrofia. Es lo que tiene que un edificio sea tan inteligente, tan grande, tan bonito, con El Corte Inglés y con tantas cosas innecesarias. Que curiosamente está enfermo ¡y eso que se acaba de construir!
La lipoatrofia es una disminución del tejido adiposo bajo la piel, afecta a los muslos y, en menor grado, al antebrazo. Sobre todo, afecta a las mujeres. Aunque no se sabe a ciencia cierta que lo causa, se considera que son los campos electromagnéticos y la electricidad estática, así como el exceso de cableado (o cableado defectuoso). Pese a que esta enfermedad es una gran desconocida no es un problema nuevo, vamos que alguien podría haber pensado en ello a la hora de diseñar el edificio, ya que fue documentado por primera vez en tres pacientes, en 1974 por dos médicos alemanes, Gschwandtner y Munzberger. Ya ha llovido un poco.
Los primeros años decenas y decenas de empleados empezaron a desarrollar esta enfermedad. La empresa lo reconoció, pero no la consideró motivo de baja laboral. Eso aun sucede hoy en día, y los servicios médicos internos tienen un protocolo específico ante la avalancha de casos. Aunque no facilitan datos, cientos de personas han tenido esta enfermedad durante los últimos diez años, cosas del edificio inteligente.
Lo más triste es que muchas personas con este problema acaban abandonando el protocolo de seguridad, ya que les hacen perder mucho tiempo, les hacen seguir unas normas absurdas para confirmar lo que es evidente a simple vista, ¡qué tienen lipoatrofía! Parecen perseguir el único fin de aburrirlos y que abandonen el tratamiento, con lo que la empresa deja de ser responsable y no figuran estadísticamente como casos abiertos. Al final, las sesudas soluciones para tratar a estas personas y que no vaya a más la enfermedad dentro del edificio inteligente, rozan lo delirante por su sofisticación: cambiarte de lugar, cambiarte la mesa, ponerte un humidificador cerca en el suelo, o mi favorita, ponerte una planta. ¡Tócate lo huevos, un edificio de 500 millones y para que no te pongas enfermo, te ponen una plantita en la mesa!
Ni decir tiene que la mayoría de estas medidas no funcionan, y que el resultado es sigues más o menos igual. Si tienes lipoatrofia acabas asumiéndolo o buscándote otro trabajo. Y no están los tiempos para lo segundo. Así se ven tus piernas a simple vista con esta enfermedad:
Aunque los primeros años de vida del edificio los sindicatos armaron mucho lio con este tema hoy en día apenas se les oye. ¿Les han aleccionado y callado convenientemente? Seguro que no 🙂 Incluso parece, con el silencio cómplice de los medios de comunicación, que el problema este resuelto. Nada más lejos de la realidad. Sigue ocurriendo, lo que pasa que la gente lo tiene asumido, y no sale por ningún sitio.
¿Has sobrevivido al frío y la lipoatrofia? No pasa nada, ¡A que no te atreves a aparcar!
Los gurús que diseñaron Distrito Telefónica pensaron que, dado que el edificio tenía una capacidad para 14.000 personas, bastaría con 2.500 plazas de aparcamiento. ¡cracks!
Y no, no es que faltaran durante su infancia a lecciones mínimas de algebra, sino que alguien les dijo que, al tener metro cercano, seguro que casi nadie iría en coche a trabajar. Conclusión, si vas a Telefónica y puedes aparcar a menos de un kilómetro de la puerta, puedes pasar por recepción a recoger un premio. Aquello es un infierno. Y si lo es para los visitantes, imagínate para los 12.500 empleados que no tienen plaza de aparcamiento y tienen que ir cada día. Fue tan lamentable el cálculo (que ha costado muchos millones de euros a los accionistas, como verás más adelante), que intentaron justificarlo de la mejor manera posible. Como somos españoles, lo normal es echar la culpa a un imbécil. Así los primeros años ante las quejas del personal encontraron a alguien que “hizo una encuesta entre los empleados y el 60% había dicho que iría a trabajar en Metro, por lo que el parking no era necesario”. Delirante.
Durante años, los sufridos currelas (los que no tienen plaza), se han visto obligados a aparcar en lo que llaman “la Montaña”, también cariñosamente llamado “el Bronx”. Se trata de un descampado cercano lleno de barro en el que cuando llueve se forman tremendos barrizales. Es como ir a Supervivientes de Telecinco, pero sin premio y a las 8 de la mañana. Las peleas por unos metros cuadrados de barro donde aparcar y el intentar no pisar muchos charcos para llegar presentable a la oficina, hacen de ello toda una aventura. Pero por muy emocionante que sea, es más propio de los años 50 que de la sede de la primera multinacional española. Algunas de estas parcelas en desuso donde se abandonaban sin autorización los coches, eran municipales y el Ayuntamiento hacia la vista gorda y no las vallaba conocedor que de hacerlo podría incluso haber un problema de orden público. Muchos cientos de empleados dejan tirados, literalmente, sus coches en el barrizal. Llegamos al extremo de que son muchos los que en invierno optan por llevar 2 tipos de calzado. Uno más cómodo para estar en la oficina, y botas de agua, literalmente, para cruzar “la Montaña” y poder llegar presentable a la oficina y no hasta arriba de lodo. Igual está situación sorprende algún directivo de medio pelo. Normal, ellos si tienen plaza calentita reservada con sus iniciales bajo el edificio.
No es ya solo el problema del barrizal (donde nadie garantiza que habrá sitio si llegas más tarde de las 9,30 de la mañana). Es lo que en él ocurre…
Ante el rumor de cientos de coches abandonados a su suerte en un deshabitado descampado durante muchas horas, ¿quién acude? Por supuesto, los amigos de lo ajeno. Bandas organizadas de individuos de Europa del este roban impunemente y a plena luz del día los coches que allí se aparcan. No hablo de romper una ventana y coger algo del interior (que también), sino me refiero a tipos profesionales que llegan a acudir en equipo, con monos de trabajo como si fueran mecánicos, abren los capós de los coches y literalmente los desvalijan. Lo hacen con la tranquilidad de saber que todo el mundo estará durante horas en la oficina y están en lugar seguro y tranquilo. No son uno ni dos, sino muchos casos de empleados de la telco que al ir a recoger su coche después de una intensa jornada laboral, ven que no arranca, ni se enciende, y flipan al ver que han desmontado el capó y se han llevado la centralita, piezas del motor y todo lo que han podido pillar. ¡Lo han desvalijado entero! Y todo ello enfrente de su propia oficina. Según la policía les gustan especialmente los VW Golf, ya que venden muy bien las piezas en países como Rumanía.
A los pobres trabajadores que esperaban poco más o menos que ir en monopatín a trabajar, todo lleno de luces de colores, como en Google, les ponen el edificio en las afueras y por no poder no pueden ni aparcar con seguridad.
Para muestra de lógica un botón. En el Apple Campus en reciente construcción, para las mismas 14.000 personas Apple ha proyectado 12.000 plazas de aparcamiento.
Bandas organizadas de individuos de Europa del Este roban impunemente y a plena luz del día los coches que allí se aparcan
Lo más tremendo de todo es que cuando estos problemas comenzaron, los afectados pidieron que la seguridad de Telefónica, que hace rutas de vigilancia frente a la sede, que vigilara los cientos de vehículos que cada día se amontonan en «La Montaña». La respuesta de seguridad les dejó helados. Aunque la zona esté frente a su sede, y sean sus propios empleados, ellos están para proteger el edificio y no son responsables de las zonas anexas. Vamos que aparques donde puedas, y si te lo desguazan, ¡te jodes!
Es posible que te mueras de frío, tengas lipoatrofía, no aparques y te llenes de mierda en el barrizal para llegar a tu trabajo. Igual hasta te toca la china y te desguazan el coche. Pero no importa, ¡hay un pequeño Corte Inglés!
La envergadura del problema de aparcamiento ha sido tal, que el Ayuntamiento de Madrid de acuerdo con la operadora subastó un terreno municipal anexo, al que sólo acudió una oferta. ¿Sabes de quién? ¡Qué casualidad! ¡De Telefónica! Acabaron pagando 7,2 millones de Euros por “La Montaña” que en estos meses permanece cerrada mientras construyen, al fin, un parking para empleados. Más de 10 años después han doblado la cuchara y entienden que el 60% de los 14.000 empleados, no van a ir en metro nunca, y quieren ir en su coche, los muy cabrones.
Entre los 7,2 millones del terreno y el precio de la obra, se pone el tema en un pico. Y no sé si es peor el costo económico de arreglar la metedura de pata inicial (por pensar que bastaba con 2.500 plazas de garaje), o es peor el haber tardado casi 10 años en darse cuenta que la situación era insostenible y que había que arreglarlo. En una empresa seria al que mete así la pata, en el diseño de un complejo de 500 millones de euros, lo fusilan al amanecer. No hay constancia de que eso haya sucedido.
Por cierto, los vecinos están que trinan, porque no entienden cómo es posible que se transforme un parque público, en un aparcamiento privado. Para que se callen igual habría que dejarles entrar al pequeño Corte Inglés de Distrito Telefónica. Eso le vendría bien, con la que está cayendo, también al propio Corte Inglés.
No sólo eso, sino que parece según pública Las Tablas Digital que una vez que el aparcamiento este acabado, el ayuntamiento, harto de las quejas de los vecinos por todos estos problemas de la sede de Telefónica, podría implantar una zona verde de aparcamiento regulado en la zona. Igualito que en la sede de Google…
Telefónica cada día más cerca de su objetivo de convertirse en una Online Cool Company como pregonan 🙂 Al menos conceptualmente. Otra cosa ya es la ejecución. Ahí les falta acierto.
José María Alvarez-Pallete cumple estos días 1 año como Presidente del operador (¡felicidades!), y tiene muchos deberes por delante. Algunos, incluso dentro de su propia casa. Y no creo que ideas felices como Aura vayan a ser la solución a dichos problemas, pero por ahora confío plenamente en su capacidad para afrontarlos.