Me uno al debate abierto desde hace unas semanas en torno al marketing de influencers en las redes sociales y a la cultura del “todo vale” que caracteriza el comportamiento de algunos para conseguir audiencia.
Varios incidentes han dejado claro que para todo hay límites. Por un lado, Sergio Soler (MrGranBomba) recibió una bofetada por grabar en cámara oculta la reacción de las personas al llamarles “caranchoa”. Denunció el hecho y el repartidor de la empresa de mensajería deberá pagar una multa de 30 euros. El agresor tiene previsto demandarle ahora para defender su imagen por haber colgado las imágenes en Youtube sin su consentimiento.
Por otro, el Juzgado de Instrucción número 33 de Barcelona abrió en febrero una investigación para determinar si “ReSet”, otro youtuber, de 19 años, cometió algún tipo de delito al colgar un vídeo en su canal en el que se le podía ver entregando unas galletas rellenas de dentífrico a un indigente para cumplir el «reto» propuesto por un seguidor.
El último caso es la condena por abuso sexual del youtuber de 24 años Wilson Alfonso, que subía a su canal vídeos en los que besaba a varias mujeres sin su consentimiento.
Youtube se autoregula
La comunidad de usuarios de la plataforma en España se autoregula en estos casos. Muchas han sido las críticas por parte de otros youtubers y los comentarios negativos acerca de los comportamientos de estos supuestos influencers que, bajo la apariencia de bromas, atentan contra la educación, el humor o el buen gusto. Lo peor no es que sus “hazañas” puedan, en ocasiones, ser delictivas, sino que generen un modelo de comportamiento que en nada beneficia al resto de usuarios de estas plataformas.
Judicialización de internet
Normalmente tras el aluvión de críticas suelen pedir perdón, retirar el vídeo o incluso cerrar el canal, pero parece que el arrepentimiento ya no es suficiente. Las redes sociales forman parte de la vida de muchas personas y lo que pasa en internet empieza a pasar factura en los juzgados. Así le ha ocurrido a Cassandra Vera, una usuaria de Twitter que hizo chistes acerca de la muerte de Carrero Blanco, condenada a un año de prisión y siete de inhabilitación absoluta por humillación a las víctimas del terrorismo. Hay un doble peligro en judicializar todo lo que pasa en la red: Por un lado se pone en discusión la libertad de expresión y por otro se puede añadir aún más lastre a una administración de justicia ya sobrecargada.
Los Influencers y las marcas
Las marcas no quieren problemas para llegar a sus públicos objetivo. Son cada vez más cuidadosas eligiendo a los influencers en las distintas redes sociales. No sólo miran las audiencias potenciales sino que sus contenidos representen sus valores y filosofía. El marketing de influencia se basa en llegar a tus públicos gracias a la frescura y credibilidad de los contenidos que el influencer ayudará a crear. Casos como los mencionados ponen bajo sospecha a toda una comunidad, además de sembrar dudas sobre la efectividad de este tipo de acciones.
Nada puede garantizar que al amparo de la libertad de expresión no aparezcan nuevos casos similares, pero sí parece claro que la propia red se vuelve contra quienes abusan de ella. Si cometes un error ninguna marca querrá asociarse contigo, puedes dejar de ser influencer, quedarte sin canal y quién sabe si visitar un tribunal.
Los mejores remedios para garantizar que todo el mundo pueda disfrutar de los contenidos de las diversas plataformas sociales deben ser la educación, la inteligencia y el sentido común. Algunos deberían ir tomando nota.