La última revelación de Wikileaks es una caja de sorpresas a la que habrá que hacer un seguimiento en las próximas semanas. Se trata de tal cantidad de documentación, que nos llevará semanas analizarla. Aun además falta la explicación detallada de Wikileaks, tras liberar la información. Una de las revelaciones más sorprendentes es que la CIA tiene ya técnicas para hackear y controlar coches y así cometer asesinatos.
Los servicios secretos de países como China, Corea del Norte, Rusia o Israel no son una ONG. Pero tampoco lo son los de Estados Unidos, los británicos o los alemanes, por mucho que la imagen de este último grupo de países sea muy diferente.
Hay una particularidad que hace diferente a la inteligencia americana. Servicios como la NSA o la CIA son los gendarmes del mundo y operan por todo el globo con impunidad, por lo cual nos afectan a todos. Por ejemplo, en España debería preocuparte la tecnología e implicaciones de las operaciones de los servicios locales como el CNI, la Policía o Guardia Civil pero también de los americanos, como la CIA y la NSA. Pese a lo pintoresco del asunto no tendría mucho sentido preocuparse por ejemplo de las actividades del servicio secreto de Corea, por mucho que nos expliquen hasta la extenuación que son los malos malisimos.
Para Estados Unidos hay dos velocidades de protección de ciudadanos y malas noticias, estamos en la parte jodida, en la parte no garantista al no ser ciudadanos americanos. Para ellos somos segunda división.
Las actividades los servicios secretos están regladas y son garantistas por la constitución respecto a los ciudadanos americanos. (Aun así se la suelen saltar a la torera de vez en cuando si consideran que es un asunto de seguridad nacional). Pero con ciudadanos no americanos y en territorio fuera de Estados Unidos operan con total impunidad, y muchas veces con la colaboración de terceros países y eso nos afecta a todos.
Una de las revelaciones más sorprendentes de Vault 7 son los planes detallados de la CIA para poder acceder al sistema operativo de coches y camiones para alterarlos de forma remota, y poder provocar accidentes indetectables. Vamos, hackear coches, poder asesinar a distancia y que “parezca un accidente”, en el sentido literal de la frase.
Los vehículos autónomos son el objetivo a medio plazo, pero aún tienen una mínima implantación, sin embargo los coches de última generación que se venden en los últimos años y que están conectados a través de 4G son un blanco claro para este tipo de actividades. Es decir, no te va a librar de esto no comprarte un Tesla. Si estás en el mundo y conduces, esto te afecta.
Un coche eléctrico moderno como el Chevrolet Volt tiene más de 10 millones de líneas de código fuente. Hay estudios que cifran el número medio de errores de software por 1000 lineas de código en 15. Si eso fuera así, el citado coche tendría 150.000 errores de software a los que la CIA, o quién fuera, podría atacar con malware para manipularlo. Por supuesto muchos de esos errores serían triviales y no permitirían control remoto del vehículo, pero otros sí. Ese es el mundo que nos espera, una total dependencia del funcionamiento de la tecnología.
Aunque parece ciencia ficción, se ha revelado que estos planes están en marcha desde 2014. Se desconoce por el momento si estás técnicas de acceso remoto para hackear coches, mediante infección de malware, han sido ya utilizadas.
En 2014 los hackers Charlie Miller y Chris Valasek usand sus portátiles tomaron control en marcha de un Jeep Grand Cherokee que conducía un periodista de Wired. Aquella demostración fue tan efectista que provocó la inmediata llamada a revisión para solventar el problema de 1,4 millones de Jeep. El año pasado varios hackers demostraron como tomar control de vehículos como Ford Escape y Toyota Prius, de forma remota y sentados tranquilamente en el asiento trasero del coche.
La reputación les precede: conociendo a la CIA no hay que ir a Oxford para suponer que estas actividades no son un ejercicio teórico.
Hoy en día la amenaza a la privacidad de los servicios de inteligencia empieza a ser más persistente si cabe, y mucho más seria, que la de las propias empresas tecnológicas y organizaciones de delincuentes. Pero esto es un paso más. Nadie está a salvo de estas actividades, y, sí, es cierto, estamos en sus manos.