Éramos pocos (Turquía) y parió la abuela. Ya no es solo el “extra” de gasto que lleva en sus espaldas BBVA desde hace años para convertirse en el primer banco digital de España (para lo que tendrá que pedir permiso a Apple, Google y demás), y que lastra su cuenta de resultados. Ahora llega el “Huracán Trump” y enfila sus rachas de viento contra la endeble estructura de un banco en el que la mitad de sus resultados dependen de un banco mexicano: Bancomer.
No es que el tema digital no sea importante, porque lo es, pero no puede ser el núcleo de un negocio financiero. La tecnología permite abaratar costes, principalmente en lo que a medios de pago se refiere, pero un banco, si es que lo es, vive del crédito. Lo decía el recientemente fallecido José Ángel Sánchez Asiaín hace más de treinta años: “el negocio de un banco se basa en captar inversión; luego ya habrá tiempo para buscar cómo financiarla”. Este banquero, que, si de algo hay que culparle, es de no haber tenido los bemoles necesarios para continuar con su OPA a Banesto en 1987 cuando el síndico de la Bolsa de Bilbao dio luz verde a la operación, pero las fuerzas vivas del “todo Madrid” se opusieron a que un banco moderno adquiriera una entidad novecentista anquilosada. Y Asiaín se arrugó.
¿Podrán FG y BBVA liderar la revolución tecnológica?
Al final, los activos de aquel Banco de Bilbao (que no su gente) que había introducido la tarjeta de crédito en España y que quería modernizar el sistema bancario español, acabó diluido en lo que hoy es BBVA después de dos fusiones, y con un cambio radical en lo que a estrategia y modelo de negocio se refiere. No somos quienes para juzgar lo que un consejo de administración decide en nombre de sus accionistas, pero sí que podemos indicar que una de las máximas de cualquier negocio, sobre todo si es multinacional, es la diversificación.
Las dos grandes apuestas de Francisco González han sido Turquía y el negocio digital, ya que el negocio de México lo heredó de BBV. Hizo una intentona en China, que se saldó con más sombras que luces, y una apuesta por banquitos del sur de Estados Unidos que compró a PER 23, y que le obligaron durante años a dar de forma conjunta los resultados de México + Estados Unidos para que no se le vieran las vergüenzas. El duplicar su apuesta por Turquía, donde ya tiene casi el 40% de Garanti, un país que cada vez se islamiza más y que está en la frontera del avispero de Oriente Medio, a lo mejor no ha sido una apuesta demasiado adecuada. Y en cuanto al tema digital, lleva ya muchos años con él, y sin embargo, Apple y Google lo han organizado en un pispás, y ya están en condiciones de competir con los bancos españoles en su propio feudo.
Durante casi una década el banco ha vivido de México, y ahora llega Trump y les arruina el chiringuito, porque hay que ser conscientes de lo que significa para México que le hagan un muro, que le quiten las inversiones de las empresas automovilísticas, que le deporten a los sin papeles y que le conviertan en un lugar donde se irán acumulando los inmigrantes de toda Latinoamérica a la espera de “saltar el muro”, como le ocurre a Marruecos con todos los africanos que quieren “saltar la valla” de Ceuta o de Melilla para entrar en Europa. Si a ello añadimos que México se encuentra en una fase primaria de posible conversión en “narcoestado”, el cóctel no se presenta precisamente apetitoso.
BBVA va a tener que provisionar importantes cantidades por la devaluación del peso de su participación accionarial en Bancomer; tendrá además que asumir que la conversión a euros de los beneficios anuales del banco mexicano también vendrán devaluados; y sobre todo, tendrá que tener en cuenta que el balance del banco se deteriorará con la previsible recesión que se les viene encima, sobre todo si Trump impone aranceles o grava las remesas de los emigrantes con impuestos. Y no digamos si cumple su promesa, y repatría a once millones de “sin papeles” que están trabajando en el sur de Estados Unidos.
Si el balance de Bancomer se deteriora, supondrá un aumento significativo de la morosidad, y ello puede hacer disminuir notablemente el beneficio consolidado del Grupo BBVA, que tanto depende del maná mexicano. Por tanto, ¿qué pasaría si Erdogan sacara los pies del tiesto, o si Apple y Google dieran la campanada, y todo ello se uniera a los bajos tipos de interés, a la necesidad de provisionar las cláusulas suelo, y a la posibilidad de que el “carterón” de Deuda Pública española que tiene BBVA en su balance se deprecie porque la inflación llegue a Europa y se acaben los estímulos del Sr. Draghi?
Tenemos que asumir, pues, que las perspectivas para el bienio 2017-2018 no son las más halagüeñas para el banco del Sr. González. La verdad es que en este caso no se le puede echar la culpa al Presidente del BBVA, puesto que ninguno nos esperábamos que Trump irrumpiera en el panorama económico como un elefante en una cacharrería, pero sí que a lo mejor debería haber sido más previsor en años pasados, y haber diversificado un poco más sus fuentes de negocio y de resultados, tal y como lo ha hecho el Banco de Santander a lo largo de las últimas dos décadas.
¿Quién iba a pensar hace tres meses que BBVA iba a ser el daño colateral de la ascensión al Olimpo de un constructor inmobiliario adicto al “famoseo” y a las “top models”?