Al otro lado del teléfono nos saluda José Ramón Blanco. Él es hijo de uno de los cuatro fundadores de las cafeterías Nebraska. Hace diez días se anunciaba su cierre dejando a 92 personas en el paro. Pero atrás queda también toda una tradición familiar que data de 1955. Aquel año fue el que el padre de José Ramón, junto a sus tres hermanos, decidieron abrir su primer local en Madrid. «Aquí vinieron a buscar un nivel de vida que no tenían en Asturias, y cada establecimiento que abrían (hasta los siete que llegó a tener la cadena) era una conquista en una gran batalla. Nunca pensaron que de salir de la nada llegaran a montar lo que lograron», recuerda.
José Ramón es uno de los pocos descendientes que tiene participaciones en la empresa. Durante los años más duros de la crisis su familia ha ido separándose del negocio. De este modo, fue Luckia Group, dedicada a los juegos de azar, quien se hizo cargo de la compañía. Sin embargo, hace pocas semanas decidía la venta de las cafeterías a Corpfin Capital Prime Retail por cuatro millones y medio de euros. Algo que para Blanco -Catedrático de la Universidad Complutense- ha sido muy duro, aunque reconoce que «hemos hecho todo lo posible para salvarla». «Tengo la sensación del médico que ha perdido al paciente en la mesa de operaciones», sentencia.
Las cafeterias llegaron a tener seis locales en Madrid. Ahora quedan sólo cuatro
Desde la apertura del primer local en Cuatro Caminos hasta aquí hay cientos de miles de recuerdos. «El esfuerzo de mi padre y de mis tíos. La novedad del plato combinado, nuestros sandwich, el cocido, los batidos -y cómo no- nuestros míticos perritos calientes». Una salchicha de carnicería, 15 centímetros de tamaño, con pan hecho en un obrador propio y servida en un enorme plato con patatas fritas y, en lugar de ketchup, salsa de mostaza.
El éxito estaba en la comida, pero también -relata- en el cambio que trajimos a las cafeterías. «Comida rápida pero con servicio premium«. Basta con fijarse en la estética de sus establecimientos, basados en el Estados Unidos de los 50. Con personal profesional de alto nivel atendiendo, cada uno en su puesto y sin entrar en el de los demás. De hecho, se hicieron renovaciones de las tiendas que, sin embargo, no sirvieron para enderezar el rumbo.
Pero esa especialización fue también parte de la caída del imperio. El propio José Ramón asume que las condiciones laborales «eran inigualables». «Teníamos unos salarios por encima de la media del sector, con un personal muy bien remunerado, que era la clave de nuestro éxito», relata. Sin embargo, asume que les faltó capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Mantuvimos nuestra estructura clásica que se sostuvo en la medida en que la gente pudo pagarla», dice José Ramón. O lo que es lo mismo, hasta que llegó la crisis en 2007 y hasta que las cadenas de comida rápida entraron en nuestras vidas con toda su artillería.
«Las nuevas cadenas son low-cost, los empleados hacen todas las tareas, no hay especialización, y a la gente le gusta eso. Es la moda y a la gente le gusta». Así que una cadena de cafeterías como Nebraska parece que tenía los días contados. «Nos adaptamos, pusimos menús, bajamos precios, lo intentamos todo sin renunciar a los principios», sentencia.
Pero los esfuerzos no fueron suficientes. Los costes de personal suponían el 50% de los gastos de explotación, y eso «que era muy positivo para el servicio, lastró el avance de la compañía. Así que o te adaptas o dejas de ser competitivo».
El secreto está en la salsa
La familia Blanco no pudo. Luckia Group tampoco y parece que Corpfin (su nueva propietaria) tampoco termina de verlo claro. Por eso, los cuatro locales que quedan en Madrid amanecieron hace diez días con un cartel: «Señores clientes, Nebraska cierra sus puertas. Disculpen las molestias». Y con él parecía que se iba a la tumba uno de los secretos mejor guardados de Nebraska: su salsa de mostaza para perritos. Sin embargo, sus trabajadores han optado por hacerla pública, en una campaña en redes sociales en busca de apoyo por su despido. Una forma curiosa de desdramatizar su situación.
LO PROMETIDO ES DEUDA. AQUÍ ESTÁ LA RECETA DE LA FAMOSA #MostazaDeNebraska. Disfrutenla y gracias por su apoyo. DIFUSIÓN MUNDIAL😂😂 pic.twitter.com/IifjEIbHgB
— #Los92DeNebraska (@angeloroselo) 17 de enero de 2017
Una revelación que ha causado furor entre los internautas. La iniciativa también le parece justa a José Ramón. «No era tan secreta, porque en el sector se conocía cómo se hace, pero entiendo que a la gente de la calle le cause sorpresa», explica. Y no guarda rencor por desvelar la fórmula mágica de Nebraska. Más bien al contrario, cree que «es justo devolver a los madrileños lo que nos han dado durante todos estos años. Así que les agradezco que hayan hecho pública la fórmula para que se pueda hacer en casa». Ahora bien, sí tiene una petición para los madrileños: «Que combinen bien la mezcla y le den el punto que necesita, porque no es sencillo».
Han pasado diez días del anuncio del cierre. José Ramón todavía no se lo cree. De hecho, reconoce estar «en estado shock». Será por eso que todavía no se atreve a decir si la familia volverá a hacer alguna intentona en el sector de la restauración. «Ser empresarios va en nuestro ADN, pero todavía es pronto para tomar ninguna decisión». De momento toca esperar, pero lo que tiene claro este -‘último de Nebraska’- es que su familia ha conseguido mucho más de lo que jamás esperó.
Los trabajadores siguen sin saber cuál será su futuro laboral. El fondo de inversión que compró los cuatro locales todavía no ha dicho qué será de ellos. Sin embargo, Blanco pide que se tenga claro «que hemos hecho todo lo posible. No hemos vendido para dar un pelotazo, porque de ser así podríamos haberlo hecho hace muchos años y haber ganado mucho más», sentencia.