El 9 de enero de 2007, durante la conferencia Macworld, Apple dejó de llamarse Apple Computer y presentó el iPhone, el teléfono que cambió para siempre los teléfonos y el auténtico inicio de la era smartphone.
«Cada cierto tiempo, llega un producto revolucionario que lo cambia todo. Eres muy afortunado si consigues trabajar sólo en uno durante tu carrera. Apple ha sido afortunada y ha llevado al mundo varios. En 1984 presentamos el Macintosh. No sólo cambió Apple, cambió toda la industria. En 2001 presentamos el iPod y no sólo cambió nuestra forma de escuchar música, cambió toda la industria de la música», afirmó Steve Jobs antes de presentar el iPhone, un dispositivo que el directivo vendió como una combinación entre el iPod, un navegador de Internet y un teléfono.
En un entorno de supuestos smartphones liderados por Nokia, Blackberry y Palm, Apple lanzó un producto que era sólo pantalla, que introducía la tecnología multitoque y que corría una interfaz revolucionaria, OS X. Una pantalla de 3,5 pulgadas que por aquel entonces eran la repanocha, una resolución de 160 puntos por pulgada y un solo botón.
El iPhone incorporaba un acelerómetro, sensor de proximidad, otro de luz ambiente y un sistema de navegación móvil a través de Safari que no se parecía a nada que hubiésemos visto antes.
Aquel día Eric Schmidt presentaba Google Maps en el móvil, Jobs presumía de que había más de 200 patentes involucradas en el nuevo dispositivo y éste inauguraba un modelo de negocio con AT&T como socio que permitía a Apple recibir importantes royalties por cada cliente captado.
Eran las once de la mañana y, sobre el escenario, un Steve Jobs que no había logrado dormir la noche anterior recordaba una vieja cita de Wayne Gretsky: “Patino hacia donde el disco va a estar, no hacia donde ha estado. Eso es lo que intentamos hacer en Apple”. Nunca, como en ese momento, Jobs había patinado en una dirección tan perfecta, con una anticipación tan clara.
A Apple no le iba tan mal hasta aquel momento. Habían lanzado Apple TV pocos meses antes, el iPod estaba en su apogeo y se estaban hinchando a vender canciones y programas de TV con iTunes, pero el tiempo ha demostrado que si se hubiesen quedado con ese modelo de negocio, ahora no ocuparían la posición que ocupan.
En aquel momento, el único teléfono que hacía apenas un poco de sombra al iPhone era el KE850 Prada de LG, que ya tenía pantalla táctil capacitiva, pero cuya interfaz no estaba a la altura de la de Apple.
La reacción de muchos competidores fue, básicamente, ignorar la amenaza. Fue el caso de Nokia, por ejemplo. Cada vez que se preguntaba sobre el iPhone a sus responsables de comunicación insistían en su importante cuota de mercado, en la duración de su batería, en la falta de conectividad 3G y en que difícilmente nada rompería el statu quo.
Blackberry, que reinaba en telefonía empresarial y tenía sus propios servidores en miles de empresas, creía que sus teclados les daban una extraña invulnerabilidad, y también se escudaban en la miserable autonomía del primer iPhone.
El problema era que el iPhone, con sus múltiples defectos, era una gozada que no atraía sólo al cliente tradicional de Apple. Era, por ejemplo, el primer teléfono del mercado con el que, de verdad, podías navegar en internet. Su interfaz era inigualable y, en realidad, hacía que todos sus competidores pareciesen trastos. No es que fuese el primer smartphone. Era el primero de verdad.
Todo esto supuso un importante interés por parte de los consumidores. En muchos mercados, como el español, no estuvo disponible hasta la versión 3G, pero muchos directivos se aseguraban de conseguir uno y ponerlo encima de la mesa para presumir frente a socios y competidores. Tener un iPhone se convirtió muy deprisa en una cuestión de estatus. Y no ha dejado de serlo.
Pero si decimos que 2007 fue el año del smartphone no se debió sólo a la presentación y posterior lanzamiento del iPhone.
El 5 de noviembre del mismo año, la Open Handset Alliance, un consorcio de fabricantes en el que estaban Google, HTC, Sony, Samsung, Sprint Nextel, T-Mobile, Qualcomm y Texas Instrument, presentó Android, una plataforma móvil construida sobre el kernel de Linux, que no vería su primer producto en la calle hasta un año después, con el lanzamiento del HTC Dream.
Mucho ha cambiado desde entonces. Android ocupa hoy la primera posición como sistema operativo móvil, con casi el 90% de cuota mundial, y Apple tiene el 10% restante. Nada que ver con el dominio que, por aquel entonces, mantenian el Symbian de Nokia y otros sistemas operativos.
Todo esto comenzó hace ahora diez años. Ahora, los smartphones son los reyes del mambo, hasta el punto de que la mejor serie de ciencia ficción que se emite en la actualidad, Black Mirror, no deja de ser un homenaje a todos esos cuadrados de cristal negro que todos llevamos en el bolsillo.
Hoy puedes comprar, por mucho menos de cien euros, teléfonos que dan sopas con hondas al primer iPhone. Apple es el rey de la bolsa a pesar de que lleva ya unos años sin hacer nada verdaderamente revolucionario gracias a su probada capacidad de sacar un margen brutal de sus productos. Nokia está a punto de volver a tener teléfonos con su marca tras su fase Microsoft y Blackberry ha puesto muchos huevos en la cesta del coche conectado.
Pero está por llegar un dispositivo que nos cambie tanto la vida como éste. ¿Cuándo sucederá? Podéis contarnos vuestros pronósticos en nuestra página de Facebook o a través de Twitter en @merca2_es.
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