La palabra boicot tiene su origen en Charles Boycott, quien en el siglo XIX, y en plena hambruna inglesa, se negó a rebajar los arriendos que los jornaleros pagaban a su señor. Así que, un grupo de jornaleros decidió no cosechar, los comercios no venderle comida y el cartero dejó de llevarle el correo. Así que no le quedó más remedio que marcharse de Inglaterra. Momento en el que el Times empleó su apellido para designar a la presión ejercida sobre una persona.
Desde entonces viene esa expresión que ha dado lugar al verbo boicotear, que significa en español: impedir o interrumpir el desarrollo normal de un proceso o de un acto como medida de protesta o como medio de presión para conseguir algo.
A lo largo de los años se han producido un sinfín de boicots que, en algunos casos han llegado a cambiar el desarrollo de la historia. Un claro ejemplo de ello, es la acción de Ghandi contra los ingleses en 1915.
En la actualidad, gracias a las redes sociales e Internet se pueden organizar boicots a menor escala, por ejemplo, contra la última película de Fernando Trueba en el cine: La Reina de España.
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La acción de Plataforma per la Llengua en su lucha no se acota solamente a Mercadona, sino que en el último mes también ha abierto una petición publica para que Playmobil etiquete sus productos en catalán.
«Si Playmobil etiquetara en catalán, podría, además de cumplir la ley, conseguir arrastrar otras marcas de juguetes por una simple cuestión de competencia», reza el texto en el que se recoge la petición.