El término «pato cojo» es comúnmente aplicado en la política norteamericana para referirse a todos aquellos presidentes que afrontan su segunda legislatura y, por tanto, sus cuatro último años de mandato. Suele caracterizarse por cierta inacción legislativa en comparación con el período anterior y un afán, a veces sobresaliente, de intervenir en asuntos de política exterior que puedan permitir al mandatario pasar a la posteridad. Así ha sido siempre y Barack Obama no ha sido una excepción. El reciente intento de alto el fuego para Siria o el deshielo, iniciado hace dos años, en las relaciones con Cuba, dan idea de que el primer presidente negro en la historia de los EEUU está, sobre todo, preocupado por la imagen que de él quedará en el futuro en los libros de historia.
España no es Estados Unidos. Tampoco en nuestro país existe una limitación de mandatos regulada constitucionalmente. Tal vez por ello nunca hemos empleado el término ‘pato cojo’ para ninguno de nuestros expresidentes. Felipe González se mantuvo nada menos que 13 años en el poder. José María Aznar se autolimitó y duró, exactamente, dos legislaturas en Moncloa. Se fue cuando quiso. Cuando había prometido que lo haría. Zapatero gobernó también solo durante dos legislaturas aunque en este caso no fue su voluntad sino la de los españoles la que le apartó del poder. Obviamos los casos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo por las especiales circunstancias históricas de la época que les tocó vivir. Pero, y Rajoy… ¿cuánto durará?
Hay citas en el exterior que apetecen mucho más a rajoy que ocuparse de los problemas internos
Dicen quienes conocen bien al gallego que, lo que más le preocupaba, en los estertores de la anterior legislatura y en los 319 días que han transcurrido con un Gobierno en funciones, no era tanto la gobernabilidad del país, sino pasar a la posteridad como el único presidente de la reciente democracia española -de momento- que no hubiera conseguido su reelección. ¿Vanidad digna de mejor causa? ¿Sentido de Estado?
Desbloqueada la situación de España y con un Gobierno en pleno ejercicio, el panorama se ha despejado mucho para el PP en general y para su presidente en particular. Con el apoyo seguro de ciudadanos, a pesar de sus mohines socialdemócratas, con un PSOE partido en dos pero en el que, la facción que ordena y manda es afín, por el momento, a facilitar la gobernabilidad y con una fuerza como Podemos que, a pesar de su carácter radical es el mejor seguro de vida para el mantenimiento del actual statu quo por su papel como divisora de la izquierda en dos bloques casi idénticos, Rajoy puede estar tranquilo.
Para todos, salvo para él, la amenaza de unas hipotéticas nuevas elecciones generales supondría una catástrofe. Tan es así que, solo a partir de ahora, puede ya permitirse el lujo, cual buen ‘pato cojo’, de prestar por vez primera atención a su agenda internacional, tras casi un año de abandono. Hay citas importantes fuera que apetecen mucho más al presidente que los ‘líos’ internos. Consejo Europeo en diciembre, dos cumbres mediterráneas en Malta y Lisboa y un papel activo de España como país presidente de turno del Consejo de Seguridad de la ONU, mantendrán muy activo al ‘comandate en jefe’ y alejado de lo que, para un mandatario que empieza a vislumbrar ya la puerta de salida, no son ya más que ‘caposos’ e incómodos asuntos domésticos. Para eso queda Soraya, parece que piensa Rajoy.
‘El hombre tranquilo’ ha acabado por domesticar a todos.
Los presupuestos saldrán adelante sí o sí, quede como quede el tira y afloja sobre el techo de gasto. Las relaciones con el PNV van en franca mejoría -asunto no baladí de cara a una necesaria aritmética parlamentaria que no siempre pueda contar con la necesaria abstención del PSOE- y las ansias independentistas catalanas corren riesgo -para bien de la integridad territorial del Estado- de ser embridadas por una vicepresidenta que parece haberse tomado en serio su nuevo cometido.
Sí, definitivamente, Rajoy puede respirar tranquilo y pensar ‘solo’ en abrochar bien su papel en los futuros libros de historia, en hacer de ‘hombre de Estado’ por el mundo y en ir preparando ordenadamente su sucesión. Fatan dos meses para el Congreso Nacional del PP y Núñez Feijóo, Cifuentes y la propia Sáenz de Santamaría, vienen empujando.
A Rajoy sólo le preocupaba ser el único presidente que no fuera reelegido
Tal vez, ‘the quiet man’, el hombre tranquilo, tuviera razón en su habitual respuesta cada vez que era interpelado acerca de su controvertida manera de administrar los tiempos políticos: ‘No hacer nada es también una forma de moverse’. Los patos cojos, aunque torpemente, caminan. Rajoy, con su estolidez, ha avanzado mucho más que otros líderes que nunca han dejado de moverse.