En el verano de 2015 Sara Carbonero dejó la televisión «por amor». Un lustro antes su fama había tocado techo protagonizando la imagen que se instaló en las retinas de todos los españoles: Íker Casillas la besaba tras ganar el Mundial ante las atónitas miradas de las cámaras de Telecinco. Gesto insólito que encerraba un desquite por el linchamiento a ambos: el portero por su guerra contra el mourinhismo mediático y la reportera por el machismo que sufrió por ser mujer.
Pero el prometido año sabático de la ex de Marca TV y La Sexta se ha prorrogado, hecho que puede comprometer el elevado estatus de Sara, una de las mujeres anuncio más cotizadas del panorama nacional. La amarga salida de su amado del Real Madrid la llevó hasta Portugal, por lo cual Sara intentó mantener su fama por dos vías: prestándose como imagen de varias marcas publicitarias y elaborando su labor como influencer en el mundo de la moda, tanto en sus populares redes sociales como en su bitácora en la revista Elle.
Tras dejar Informativos Telecinco, donde se embolsaba una cantidad cercana a los 300.000 euros anuales (cifra muy superior a su valía, tal y como se denunciaba de forma despectiva en varios medios deportivos), Sara regresó este verano a su cadena con el talent-show Quiero ser, que fracasó en la cadena principal de Mediaset, posteriormente fue reciclado en Divinity y finalmente fue renovado, ya sin Sara «con problemas de agenda», para una segunda temporada low cost. Pero este apagón televisivo de la periodista le ha costado factura y los números de su empresa lo demuestran: Recuerdos de Sudáfrica arrojó más de medio millón de euros en pleno cenit de su fama, 2011, a los apenas 30.000 que se embolsó en el ejercicio pasado.
Estas cifras demuestran que sus años más fértiles, económicamente hablando, pueden quedar atrás si Sara no regresa a la primera línea televisiva. Porque este adiós televisivo repercute negativamente sobre su caché publicitario, con el que llegó a embolsarse 120.000 euros por prestarse a ponerle su cara y pelo a una campaña de Pantene. Es cierto que «los Beckham» españoles siguen ofertando su imagen conjunta en un pack que incluye fotografías, photocalls y asistencia a eventos por 150.000 euros, tal y como señala ABC, pero su elevado tren de vida, hace unos días se dejó ver con un traje de 7.500 euros en Portugal, le obliga en parte a regresar a la televisión.
Las cuentas de la empresa de sara carbonero se han visto mermadas tras su adiós a la tv. el año pasado apenas ingresó 30.000 euros
¿Le facilitará Paolo Vasile una corresponsalía en Portugal, tal y como se rumoreó hace unas semanas? Parece difícil que este sea su destino por dos razones: Informativos Telecinco cubre las informaciones relevantes del país vecino con imágenes de agencias, mucho más ventajosas desde un punto de vista económico, y Mediaset sabe que del futuro de Sara debe estar ligado con el entretenimiento más que con la información.
Sara por lo pronto mantiene una estrategia opuesta a su marido: mientras Íker no se corta a la hora de enfangarse en guerras tuiteras que en nada favorecen a su imagen, ella solo opina en ellas (más de un millón de seguidores solo en Instagram) para ganarse un aplauso. Y hace unos días lo demostró pidiéndole a la RAE que cambie su definición de madre con este mensaje: «Mujer o animal hembra que ha parido a otro ser de su misma especie». ¿Cómo puede una de las palabras más bonitas que existen tener una definición tan aséptica y fría? Ahora podemos cambiar esto entre todos. Firma la petición para cambiar la definición de la RAE». Plas, plas.
Está claro que Sara no volverá a televisión por dinero, ya que la revista People calculaba el patrimonio de Íker Casillas en 245 millones de dólares en 2014 (ahora cuenta con un sueldo de diez millones de euros a los que hay que añadir inversiones e ingresos comerciales). Pero la periodista tampoco quiere permitir perder pegada comercial, mientras la actriz Paula Echeverría le gana terreno en este campo, a la vez que no ejerce de su vocación: el periodismo deportivo.